Hace exactamente un siglo, Boca comenzaba a ser Boca. La gira histórica de 1925 venía mal tras dos derrotas, ocho goles en contra, críticas y maltratos varios en tierra vasca. “Dejar de hacer papelones”, reclamaba el diario El Telégrafo. Pero el 1 de mayo, Día del Trabajador, Boca goleó 3-0 al Espanyol de Barcelona del “Divino” (Ricardo) Zamora, arquero mítico del equipo entonces mejor pago de España. Fue el puntapié para que esa gira de casi cinco meses y 15 triunfos en 19 partidos terminara siendo leyenda. Para que naciera el llamado “Mundo Boca”. La exageración exagerada. Monumento o paredón.

Pero fue cierto y no exageración que la gira inició mal. Tanto, que uno de los entrenadores amagó con volverse a Buenos Aires “disgustado”, cuenta Carlos Aira en su gran libro “Héroes de Tiento”, por “la falta de actitud de algunos de sus compañeros”. Era el mediocampista Alfredo Elli. El otro entrenador era el atacante Domingo Tarasconi. Entonces dirigían casi siempre capitanes o dirigentes. No eran tiempos de DT.

Todo ha cambiado, por supuesto. Aquellos jugadores de 1925 viajaron a cambio de diez pesos de viático diario. Y Boca, sin partidos locales, necesitado de recaudación, organizó un “Festival de Cowboys” en su estadio de Brandsen y Del Crucero. Un año en el que El Gráfico denunciaba “mercantilismo”.

Una postal de aquel equipo de Boca Juniors que salió de gira por Europa en 1925

Un siglo después, la pelota globalizada derriba casi todos sus muros. La selección mítica del “jogo bonito”, pentacampeona mundial, Brasil, eligió como DT ideal (anoche se frustró la negociación) a Carlo Ancelotti, italiano, el país del catenaccio, DT de paso glorioso, pero ciclo cumplido en Real Madrid, eliminado de la Champions y con Kylian Mbappé sentado al inicio en el banco de suplentes. No hubo siquiera debates sobre fútbol, vistoso o utilitario, viejo o nuevo. Apenas preguntas sobre si Ancelotti lograría que Vinicius juegue en la selección como en Real Madrid. El “gran” debate, pobre futebol, es la nueva camiseta suplente roja anunciada por la Confederación Brasileña de Fútbol (la verdeamarilla sufrió abuso de “Bolsonarismo”, por Jair Bolsonaro, ex presidente de ultraderecha, uno de cuyos diputados ya pidió prohibición de rojo en la camiseta nacional, sea titular o suplente).

Como Brasil, como muchos otros clubes o selecciones, también Boca desespera hoy por encontrar su DT más adecuado. Fernando Gago sobrevivió al duro fiasco de la no clasificación a la Libertadores, pero no a River. Y no tanto quizás por la derrota del domingo en el Monumental, sino también por las formas. El miedo táctico de una línea de cinco (no de tres) inédita y rígida, un primer tiempo en el que casi ni siquiera dividió la pelota, sino que directamente la rifó, no quiso o no supo salir jugando, regalándole campo, iniciativa y dominio a un River que así, paradójicamente, sintió protegida su zona más vulnerable: la defensa.

Fernando Gago, en su último partido entrenador de Boca, con derrota en el Monumental; detrás, su verdugo, Marcelo Gallardo

El fin de ciclo, con el equipo líder y en plena recta final de campeonato (y tras un clásico que, pese a todo, Boca casi iguala en el minuto final), podrá tener explicación. Pero la crisis desnuda impericia de las autoridades. Y no es la primera. La lista no incluye solo a la elección del DT, sino también fichajes malos o, como sucedió en la última ventana, buenos, pero demorados. Y desnuda también conducción frágil de un vestuario difícil, con líderes que, pocas veces, como dijo alguna vez un viejo y sabio entrenador, “ejecutan con su cuerpo lo que dicen con su boca”.

Como nunca antes, está hoy en crisis la figura de Juan Román Riquelme, presidente ídolo. Ya no alcanza siquiera el recurso defensivo (y real) de su gestión atacada por una oposición que recurrió a maniobras políticas, judiciales y mediáticas para volver al club. El predio de Ezeiza, que sigue formando jugadores (Milton Delgado, acierto de Gago, como última aparición) y veta la presencia de representantes, es inexpugnable, incluso para oficialistas en Boca. Es un manejo concentrado del fútbol que expone aún más a sus responsables.

Una imagen que envejeció muy pronto: la presentación de Gago como DT de Boca, recibido por Juan Román Riquelme

Dos puntos que podrían ser anecdóticos, pero parecen ser algo más que eso: Riquelme asiste a la Conmebol en Asunción, pero reprocha siempre la Libertadores de 2021 contra Atlético Mineiro (“ganamos dos partidos y no nos dejaron pasar”). También acompaña con vicepresidencia en la AFA, pero primero decide no ir, y luego hace esperar casi 45 minutos al presidente Claudio “Chiqui” Tapia (y a Jorge Brito), como sucedió en la previa del Superclásico organizada por la Liga Profesional.

La figura de Juan Román Riquelme como ídolo empieza a ser cuestionada por los malos resultados

Tenemos al país de los DT (récord de técnicos argentinos en Mundiales y en eliminatorias). Pero Boca no encuentra el suyo, aunque supuestamente ya tenga elegido un nuevo nombre (Gabriel Milito, coincidían anoche los periodistas más cercanos). El que sea, las virtudes de hoy, como sucedió con Gago, podrán ser los defectos de mañana. Las encuestas muestran que tampoco los hinchas tienen candidato unánime. Solo la añoranza eterna de Carlos Bianchi. “Aferrado al recuerdo te sigo esperando”. El tango que fue. El del “Virrey” era el equipo que lideraba Román con la pelota siempre debajo de la suela. Dueño de casi todo. Como ahora, cuando le cuesta administrar la derrota. Por supuesto, ya no puede pisar más la pelota, pero su suela, paradójicamente, está cada vez más desgastada. Como si fuera más importante aquello de “morir con las botas puestas”, antes que vivir con las que mejor le calcen a los otros. A los que ahora juegan.