Victoria Liendo dice que ella no lee mucho pero es Doctora en Letras. Dice que lo suyo es la te-le-vi-sión pero cita a Sor Juana Inés de la Cruz por acá, a Sara Gallardo por allá, a Borges por el otro lado. Dice que nunca pensó en publicar pero está contenta porque se acaba de publicar Besos, no, su primera novela. Tanto que, dice, la lee todos los días.

La protagonista se le parece: una argentina que vivió y estudió en Francia (Liendo es egresada de la Universidad de Paris 8, además de columnista de la revista Seúl). Una mujer de clase alta tradicional que se enamora en Francia, que se va a casar con ese novio perfecto sólo para ver como se hace humo el amor. “No creo en el amor”, dirá en esta charla. O bueno, por ahora.

Besos, no está contado por una voz irónica y dura pero a la vez frágil. Con cierta crítica solapada la banalidad del sufrimiento causado por una fiesta de bodas que sale mal. O tal vez como un espejo que mira ese sufrimiento. Hay, entonces, una protagonista, una amiga que también es un poco enemiga, Cléa, un marido francés, Lucien, una boda acá, una boda allá. Hay marcas jerárquicas: el que tiene tal título es más que el que no, el francés es más que el argentino. Hay un cosmopolitismo que no siempre es feliz y cierta marca del desarraigo.

-Decías que no pensabas publicar. ¿Qué pasó? ¿Cómo nació Besos, no?

-No puedo creer que está ahí. Que todo eso que me hacía reír y me angustiaba, porque es un poco angustiante. Es como tener guardado en una cajita un montón de cosas que te gustan. Ojalá pudiera querer a la gente con la facilidad con la que se quiere a los libros. Y yo no soy una gran lectora, nunca fui una persona lectora, jamás.

Victoria Liendo durante su entrevista con Infobae.

-¿No sos Doctora en Literatura?

-Soy Doctora en Literatura, sí, es verdad. Leí, pero nunca fui una persona voraz. He leído mucho en la búsqueda del conocimiento y leó novelas para entender cosas. O sea, la novela como entretenimiento es algo que yo no tengo como práctica. Yo miro televisión, yo soy una persona que mira televisión. Pero escribí toda mi vida, sin parar. Esa novela ya estaba en mi computadora mucho antes que yo dijera: “Che, esto es una novela”.

-¿Escribías tu vida?

-Le escribía un diario a la Virgen María y le contaba cosas como: “Hoy vi Perla Negra”. Y, bueno, yo estaba muy enamorada de Tomás Álvarez de Toledo, el personaje, y ella que lo odiaba y que lo quería matar, pero se lo quería comer, pero lo quería matar, pero lo quería elegir, pero lo quería… Y yo amaba, amaba. Entonces, le escribía a la Virgen después y le contaba y lo mezclaba con todas mis culpas, todos los problemas que escuchaba en mi casa.

-De alguna manera, haciendo ficción.

-Entonces, si yo sufría, lo transformaba. Se me murió un perro que yo adoraba y el perro se transformó en un ángel guardián. Entonces, yo le escribía al perro, a la Virgen… La escritura siempre estuvo ahí. Y es mucho mejor que tener marido, que tener amor. Digo, tener algo que te sostiene a vos, que te gusta hacer…

Soy patológicamente patriota, me gustan los argentinos en todas sus formas

-La voz de la narradora del libro es fuerte, con cierta altivez. La novela me hizo pensar en Sara Gallardo, la escritora que mostró la clase alta.

-Me lo, me lo, me lo dicen. Me impresiona, porque obviamente me gusta mucho su novela Los galgos, los galgos. El comienzo de esa novela,cuaando muere el padre, dice: “Lloré mucho esa muerte, pero no puedo decir que la herencia me tomara de sorpresa”. Yo pensé… “Ay, tal cual”. Esa capacidad de registrar dos sentimientos indecibles juntos me impactó. En realidad, hay una parte importante de lo que hacemos en nuestras vidas que está desplegada frente a los demás y frente a nosotros y nadie la ve. Porque yo terminé en este país, que es donde yo quería estar, con un hijo, que es lo que yo quería tener. Y lo demás todavía no sé si lo quería o no lo quería, porque no lo tengo. El amor, que es lo que siempre me importó, lo único que me importó. Fue la única razón por la cual quise estudiar, yo quería estudiar el amor, por eso estudié Letras. Yo quería entender el amor. ¿Qué es el amor? Y no lo entiendo igual.

-En la novela hay una búsqueda del amor romántico pero, a la vez, con algo muy contemporáneo. Desde antes de casarse ella no quiere tener relaciones sexuales. Y no pasa nada.

-Ella tiene una capacidad para decir cosas que no se dicen. Yo vi que, por ejemplo, si tenés que ir a algún lado y no tenés ganas y decís la verdad, te lo aceptan. Y cuando verseás, por ahí no te la toman. Entonces, hace tiempo ya que hablo o no hablo. Yo no hago sacrificios. Y soy muy “¡No me quiten mi libertad”

-¡Besos no, besos no!

-¡Besos no! Tengo algo como agresivo, como hostil, por momentos. Pero bueno.

Victoria LIendo dice que si el amor es lo que viene después del enamoramiento, de eso no sabe nada.

-¿Te parece que esa agresividad está en la voz de la protagonista de la novela?

-La verdad es que no me doy cuenta de si es mala o no es mala. Para mucha gente sos mala si pensás. O mala si observás. Vos decís: “Qué impresionante el mal gusto que tiene esta chica para vestirse”. Y te dicen: “¡Qué mala!» Bueno, tengo ojos. Dejame ser, qué sé yo, dejen a todos ser. Ahora hay amigas que te dejan de hablar porque votaste a Milei. O íntimos amigos homosexuales que amaba y que se alejan porque pusiste algo en un tuit. Yo no soy mileísta, aunque banco a Milei. Pero no a todo ese grupo de los gordos y la misa… Sí me interesa el fenómeno, como alguien que sigue la Historia argentina.

-En la novela se ve una incomodidad de la protagonista, que no está bien en París pero tampoco en Buenos Aires. Y el señalamiento de las diferencias culturales, que vos viviste.

-Yo soy patológicamente patriota. No soy nacionalista porque odio los nacionalismos, no entiendo el nacionalismo. No entiendo el odio al otro, sí el amor desmesurado hacia lo propio. Mejor país del mundo. Tengo mucho amor por todas las partes de este país. A mí me gustan los argentinos en todas sus formas.

-Hay una cosa muy clara de las jerarquías en la novela. La amiga, Cléa, es más que Lucien en lo académico. O los franceses, más que los argentinos.

-Es que para mí Francia es así. Yo fui porque me obligaron mis padres, porque querían que yo tuviera una experiencia en el extranjero. Y yo decía: “¡No, yo no soy cosmopolita!” Gritaba, porque yo quería vivir en Buenos Aires.

-Y queda el tema del amor…

-Hay que ver, por ahí el amor existe. Me queda un montón de vida por delante y un día aparece alguien que realmente me produce ese reconocimiento del que habla mi padre en la novela. Hasta ahora, me enamoraba de uno y armaba tipo: “Es él, porque en la esquina lo vi, na, na, na”. Y armaba, creaba un collage, escribía un texto, sacaba fotos, hacía dibujo, cortaba, los pegaba y era como: “Esta es la historia”. Bueno, se rompía. Próximo tipo. No era él, ¡era ééél! Y después llegó un momento en que dije: “Okey, ¿si yo no lo fabrico, si no le pongo las palabras y lo convenzo al otro de que estamos viviendo esto, me convenzo a mí, convenzo a los demás, qué pasa?”.

-¿Qué pasa?

-Yo podría tener treinta mil parejas más. De vuelta enamorarme, de vuelta ir, después gritar, de vuelta todo. De vuelta decir: “Te amo, sos vos, esto que sentí, no lo sentí nunca”. Es como la China Suárez. ¡Yo fui la China Suárez! ¡Era igual! Me dicen ahora, que el amor es lo que viene después del enamoramiento. Y yo eso no lo conozco.

-Cuando se pasa el enamoramiento, se acabó todo.

-Claro, de mi lado o del otro. En el caso de Lucien, fue bastante raro porque yo lo adoraba, estaba feliz, está feliz, feliz, feliz. Vino a Buenos Aires, yo feliz, tipo conseguí marido, voy a casarme, tipo la envidiosa. Y cuando volví a Francia… no volví a sentir nunca más eso. Se me cortó. Pero bueno, está la novela. Y la literatura es una alquimia. O sea, vos trabajás con cosas que hay, y después se mezclan. No podés cambiar el protagonista. El protagonista es la vida.

Presentación

♦ Besos, no se presenta este martes a las 18.30 en la Alianza Francesa de Buenos Aires (Av. Córdoba 946).

♦ Habrá una lectura a cargo de Dolores Gil y una charla con Mariano Llinás.