Bernard Fowler en Argentina, para celebrar sus 35 años y más de 800 shows con los Stones:

“Supongo que tengo bastante suerte, ¿no? Es una bendición. Sí. De todos los cantantes del mundo, y hay muy buenos cantantes… yo fui el elegido”, sostiene Bernard Fowler al mirar hacia atrás en su extraordinaria carrera. Hace treinta y cinco años, este músico nacido y criado en Nueva York comenzó una aventura que lo llevaría a cantar en más de 800 conciertos junto a la banda más grande de la historia del rock: The Rolling Stones.

Fowler, un tipo alto, simpático y de hablar pausado, que esconde sus rastas bajo un sombrero negro y sus ojos tras gafas oscuras, está en la Argentina, un destino habitual en él, para presentarse el 1 de octubre en el teatro Broadway con una banda compuesta por el Zorrito Von Quintiero en bajo, Pilo Gómez y Gonzalo Lattes en guitarras, Melena Sánchez en batería y Pehuén Innocenti en teclados. Ya precalentaron en Lá Fábrica el lunes 15 de septiembre, donde en una mesa, entre el público, estuvieron presentes Charly García y Pato Sardelli, de Airbag.

La historia del cantante es tan singular como sus credenciales: “El primer show que toqué frente a gente fue en el barrio donde crecí en Nueva York, Queensbridge. Tocaba con un muy buen pianista puertorriqueño llamado Freddy Crespo. El barrio donde crecí era predominantemente negro y puertorriqueño, así que escuché salsa toda mi vida”, relata, recordando que sus primeros pasos no fueron en el rock, sino en la salsa y el soul, de la mano de la diversidad neoyorquina de los años 70. “Cuando era joven, mi hermano mayor salía a bailar con sus amigos… e iban a bailar salsa. No solo bailaban música soul. Así que crecí escuchando a Eddie Palmieri, Charlie Palmieri, Machito (Frank Grillo) y Héctor Lavoe. Esa es la música que oí al crecer”.

Pero la música no fue su único sueño en la juventud: “Jugué mucho basketball. Desde muy, muy pequeño. Todos los días. Un amigo y yo jugábamos todo el verano. Y luego, en invierno, cuando nevaba, tomábamos una pala y quitábamos la nieve para jugar, aunque hiciera cero grado” (ríe). Sin embargo, a los 16 años, mientras hacía picar la pelota naranja y debutaba como cantante en The Total Eclipse, la vida lo llevó a una elección definitiva: “El entrenador me dijo, ‘Podés jugar basket o podés cantar en una banda, pero no podés hacer ambas cosas’. Me hizo elegir. Estuvo fuera de lugar. A esa edad, uno debería poder explorarlo todo”, afirma con una sonrisa.

De la salsa y el jazz hasta el funk, el soul y el rock and roll, Fowler ha sido un artista ecléctico y curioso. “Me identifico con lo que me gusta. Mucha gente prefiere quedarse en un lugar seguro. Pero si me gusta, voy a intentar hacerlo. No tengo miedo de fallar”.

Bernard Fowler en su charla con Teleshow (Gustavo Gavotti)

— Cantaste con Herbie Hancock, con Michael Hutchence, con muchos artistas. ¿Hay alguno de ellos con el que digas “nunca más voy a tocar con este tipo”?

— (Lanza una carcajada y hace silencio) Sabes, cuando me mudé por primera vez a California, no conocía a mucha gente, así que buscaba trabajo y recibí una llamada de Steven Seagal.

— ¿El actor?

— Sí. Así que si hay alguien con quien nunca volveré a tocar, es Steven Seagal. No es una buena persona. Yo decidí, hace mucho tiempo, que no me importa lo buen músico que sea alguien, si es un imbécil, le digo que no.

— ¿Cómo llegaste a los Rolling Stones?

— Yo cantaba con Herbie Hancock y Bill Laswell, el productor, me llamó para ir a Londres sin decirme para qué. Me llevó a una casa y ahí, sentado en el piso de espaldas, con una guitarra, estaba Mick Jagger. Cantamos juntos y al día siguiente estaba en el estudio grabando ‘She’s the Boss’ con él… Después no lo vi más durante unos tres o cuatro años. Y alguien me llamó y dijo, ‘Mick Jagger está haciendo una gira solista y está audicionando cantantes masculinos. ¿Has ido?’ Le respondía que no sabía nada, que no me habían avisado. Yo casualmente estaba en un famoso estudio de ensayos en Nueva York, salgo para ir al baño y me cruzo en el pasillo con Mick Jagger, que ni me miró. Me metí en la sala con mi gente, y de pronto entra alguien y dice ‘¿Quién es Bernard Fowler?’… ‘Yo’. ‘Mick Jagger empieza su gira solista y quiere saber si querrías audicionar’. Y pensé, ‘¿audicionar? Ya canté en su primer disco solista, ¿por qué tendría que audicionar?’ Así que a regañadientes fui, hice la audición, e intenté cantar mejor que él, y salí de la sala y me dijeron, ‘Escuchá, quiere que vayas a hacer la gira’.

— Y luego, ¿por qué creés que te eligieron para los Stones?

— Porque para mí es importante hacer el trabajo correctamente. Aprender el material. No estoy ahí por Mick Jagger, no estoy ahí por Keith Richards, estoy ahí por los Rolling Stones. Creo que ellos lo saben.

— ¿Fue fácil desde el principio tu relación con Mick Jagger y Keith Richards?

— Sí. Tenía una gran relación con Mick. Pero fue un momento difícil porque en el momento en que empecé a trabajar con ellos, en los ochenta, estaban peleados muy mal. Creo que Keith pensaba que yo estaba en el equipo de Mick, pero de nuevo, yo siempre estuve ahí para los Rolling Stones.

— ¿Cómo es trabajar la parte vocal con Mick Jagger? ¿Es duro o relajado?

— No, es relajado. Pero él sabe que cuando llego al ensayo no voy a perder el tiempo, voy a hacer mi trabajo. Hago lo que hay que hacer. Yo escucho mucho los discos. Hay cosas donde Mick dobla su voz, y yo tengo que hacerme cargo de esa doble voz. O cuando los Rolling Stones hacen coros y Keith canta a su manera, yo tengo que ser eso. Llego preparado. Muy pocas veces Mick dijo ‘Bernard, eso no está bien’. Y tal vez (sonríe), cuando dice ‘Bernard, eso no está bien’, es que está demasiado bien.

— Hay un famoso documental sobre la gira de los Rolling Stones por los Estados Unidos en 1972 que se llama Cocksucker Blues. Es la representación perfecta de la frase de Ian Dury “Sexo, droga y rock’n’roll. Vos entraste en 1988 ¿Cómo cambió el ambiente de las giras en comparación con aquellos años?

— (Sonríe) Bueno, hubo algo de sexo, hubo algunas drogas y hubo algo de rock’n’ roll, pero ya no. Ya no más sexo, ya no más drogas.. Pero… Hay mucho rock & roll. Solo rock & roll.

— Y eso te gusta…

—(ríe) Me encanta.

— Quiero preguntarte por la dama que casi siempre está a tu lado en muchos shows de los Rolling Stones, Lisa Fischer. En el escenario muestran una química increíble ¿Cómo la definís?

— (piensa) Lisa Fischer es una de las vocalistas más talentosas que he visto, escuchado o con la que he trabajado en mi vida. Es una profesional consumada, tiene oídos como un elefante. Escucha cosas que yo no. En el estudio siempre está atenta y da lo mejor. Está en otro nivel. Nadie que la haya reemplazado ha estado en ese nivel. Noche tras noche, incluso cuando estuvo enferma, está ahí. Nunca una excusa. Es increíble. Creo que la película ‘A 20 pasos del estrellato’ (ganadora de un Grammy en 2014) fue lo mejor que le pudo pasar. Muy pocos se le acercan.

Fowler junto a Charlie Watts:

— ¿Y cómo es mirar hacia tu izquierda en el escenario y no ver más a Charlie Watts?

— Es muy diferente, pero sobre el escenario no fue tan doloroso como la gente piensa, porque fue el propio Charlie quien puso a Steve Jordan en su lugar en la batería. Nadie más podría hacer un mejor trabajo. Charlie lo sentía, por eso, estando enfermo, pidió que no cancelaran la gira y llamaran a Steve. Él estudió cada disco de los Rolling Stones, cada canción, busca lo que Charlie tocó originalmente. Es perfeccionista. Si no lo toca igual, lo toca mejor. Elección perfecta.

— Pienso en que hiciste más de 800 shows con los Stones. Significa que pasaste buena parte de tu vida en aviones y hoteles. ¿Qué sacrificaste para poder llevar adelante esta carrera tan intensa?

— Dejé a mi familia. Dejé mi carrera solista, en cierto modo, porque siempre trabajé, antes y durante mi etapa con los Rolling Stones, pero el tiempo con ellos me quitó, primero, mi carrera solista. Extraño pasar tiempo valioso con mi familia. Ojalá pudiera recuperarlo, pero mis cuatro hijos salieron increíbles. Así que he tenido esa bendición.

— ¿Te da remordimientos ese tiempo lejos de casa?

—No. No tengo ningún remordimiento por mi vida. Este es mi trabajo, no es de 9 a 17, de lunes a viernes. Mi trabajo me aleja y, cuando ellos eran pequeños, me alejaba durante meses. Pero, como te digo, salieron siendo personas increíbles, así que tengo suerte.

— ¿Los llevas con vos a alguna gira? ¿Estuvieron en Argentina?

— Los llevo, pero aquí todavía no vinieron. Han estado en Japón, en Polonia, en Rusia, en Praga… Son hijos del mundo.

— Los Stones vinieron a la Argentina luego del show de Keith Richard con los X-pensive Winos aquí. Vos trabajaste con ellos también.

—Si, pero no en esa gira. Yo estaba en Los Angeles, produciendo Slide on this, un disco de Ronnie Wood.

— Cuando los Stones llegaron a la Argentina en 1995 e hicieron cinco estadios de River, a muchos nos cambió la vida, nos hizo felices. ¿Qué sentiste vos?

—Fue increíble. La única vez que vi ese tipo de emoción fue en las películas de los años 60. Recuerdo cuando aterrizamos, en todo el camino desde el aeropuerto hasta el hotel, a lo largo de la autopista, había gente. Yo iba en un auto con Charlie Watts y su esposa. Cuando llegamos al hotel, había tanta gente que sacudían el vehículo. Y pasó algo muy extraño, alguien abrió la ventana del auto y vi que el rostro de Charlie se puso blanco como una sábana. Nunca olvidaré eso, porque ver su cara me asustó a mí.

— Y a partir de entonces venís seguido a nuestro país, y también generaste una gran relación con muchos músicos argentinos. ¿Por qué se dió esa particularidad?

— No sé por qué sucedió eso. Fue solo algo de Argentina, cuando llegué aquí la vibra era buena, me sentí bien. Una de las cosas buenas de estar con los Rolling Stones, pero no ser un Rolling Stone, es que puedo salir a la calle, no necesito seguridad. Eso me permitió caminar por las calles y sentir la ciudad, la gente… Siempre tuve un buen feeling, desde mi primer viaje, y sigo teniéndolo.

— Me imagino que casi ninguno de ustedes, en 1995, sabían que en Argentina había una tradición rockera desde la década del ‘60. Pero ahora tocás con músicos argentinos…

—Creo que ahora lo saben. Nadie antes, pero ahora sí. Y esa es también la razón por la que toco con músicos argentinos, me gusta reconocer su talento y traer atención hacia ellos, me gusta retribuirles. Yo conocí primero al Zorrito y a Pilo, así que de entrada vi que tenía a un bajista y un guitarrista. Alguien me pidió que viniera a hacer shows aquí y, claro, era muy caro traer a mi gente. Decidí venir solo y tocar con ellos. Y los músicos con los que tocaré ahora son los mismos con los que he tocado aquí desde hace 20 años.

— El lunes, viéndote tocar, estuvo Charly García. ¿Tenías relación con él?

— ¿Si tengo? Yo amo a Charly. Cuando estoy lejos y escucho que está enfermo, llamo, pregunto cómo está. Es un tesoro para la gente. Es el Bob Dylan argentino. Me hace feliz poder verlo y hablar con él cuando estoy aquí. Pero ahora no lo llamamos más Charly, lo llamamos ‘Doctor’.

— ¿Por qué?

— (ríe) Bueno, sé que le dieron un Doctorado Honoris Causa en la Universidad, así que es Doctor.

— ¿Qué veremos este 1 de octubre en el Teatro Broadway?

— Me van a ver mover el culo (ríe a carcajadas). Vamos a hacer algunas canciones, no serán todas de los Rolling Stones, algunas que ellos grabaron pero no escribieron, y algunas viejas canciones de blues, Slim Harpo, Howlin’ Wolf, ese material y quizá algo de David Bowie y Velvet Underground.

— La última: ¿cuándo vuelven los Stones a la Argentina?

— Ojalá pudiera decírtelo. Tal vez hagan una gira el año que viene, porque este año se canceló por alguna razón. Quién sabe… Me gustaría estar con los Stones de nuevo en la Argentina. Y creo que a mucha gente aquí le encantaría verlos de nuevo, pero…

— ¿Realmente les gusta viajar tan lejos para tocar?

— Sí. Ellos conocen la energía de la gente. La primera vez que vieron 70.000 personas saltando al mismo tiempo durante un tema fue aquí. Nunca habían visto eso antes de venir. En Argentina saben cómo rockear.

Bernard Fowler junto a Charly García

Para el final, Bernard Fowler abre una ventana más. Una postdata impensada. Primero, pide que detengamos la grabación de la entrevista. Busca algo en su teléfono celular y se lo da a Teleshow. Y allí aparece el video de un demo en el que canta “El día que me quieras” con una orquesta de tango argentina, en la que están integrantes de Color Tango y otras agrupaciones, con arreglos de Ramiro Boero.

—¿Y esto?

— Lo próximo que escucharán de mí es tango. Es algo que mantuve en secreto mucho tiempo. Empezamos hace cuatro años. Trabajamos muy duro durante este tiempo. Hubo intervalos para renovar la vibra. La voz la grabé por todo el mundo: en Europa, Nueva York, Los Angeles, donde hubiera un estudio. Ahora lo terminé casi por completo, quedan unos pocos detalles. Son doce canciones. Nadie hizo una traducción de las letras así (Nota: las hicieron Pilo Gómez junto a Fowler). Y lo que oíste fue un demo. El sonido final es masivo, muy sofisticado. Ha sido un desafío, pero estoy feliz con el resultado.