Tras la muerte del Papa Francisco, a los 88 años, las plataformas de contenido a la carta han colocado en primer plano los contenidos de sus respectivos catálogos relacionados con la figura histórica del Papa. Uno de los que han resucitado es la serie documental Habemus Papam: Una historia de poder, compuesta de seis episdios y narrada en su versión original por el actor Liam Neeson, esta no ficción de 2018 producida por la cadena CNN repasa el origen del que se considera uno de los cargos más influyentes de la historia de la humanidad. Y analiza cómo 12 apóstoles se convirtieron en 1.200 millones de católicos.

En su segundo episodio, Habemus Papam: Una historia de poder aborda la controvertida renuncia voluntaria de Benedicto XVI. En 2013, decidió dejar el cargo. A pesar de ser un movimiento muy poco común —solo había ocurrido un puñado de veces en más de 2.000 años—, trajo consigo la llegada del papa Francisco. El padre James M. Weiss, profesor de Teología de la Universidad de Boston y sacerdote episcopal, explica en este documental cómo el argentino heredó de manos de su antecesor “el caos financiero, el caos de los abusos sexuales en la Iglesia católica y el caos administrativo”.

Benedicto IX, el Papa que vendió su trono

La serie de CNN conecta la historia de esta renuncia con otra mucho más polémica, la de Benedicto IX, que dio pie a que se crearan procesos ahora icónicos, como son el cónclave y la fumata blanca, que sirven para elegir a cada nuevo Papa. Benedicto IX fue un nepobaby medieval que ocupó el cargo hasta en tres ocasiones durante el siglo XI. Sobrino de varios papas, era miembro de la familia más poderosa de Roma, que compró el puesto para él. Benedicto IX tomó el mando en 1032, siendo prácticamente un adolescente. “En ese momento, el papado era el centro jurídico del mundo occidental”, recuerda Weiss a cámara.

Su corrupto mandato le llevó a participar en crímenes de todo tipo y a dañar la imagen de la Iglesia de tal modo que los cardenales católicos decidieron que renunciara a su puesto. Para convencerlo, le ofrecieron una generosa suma de dinero, que algunos historiadores cifran en 1.500 libras de oro. Su sucesor, Silvestre III, apenas duró seis meses en el puesto. Benedicto IX recurrió a un poderoso ejército formado por su influyente familia para echarlo por la fuerza y regresar al poder. A los pocos días de lograr el cargo por la fuerza, decidió que prefería abandonarlo para casarse con su prima y eligió a su padrino como su sucesor: Gregorio VI. El casamiento no llega a celebrarse y, una vez más, Benedicto IX decide recuperar su rol como Papa.

Tal y como recuerda Susan Wise Bauer, escritora formada en teología y arte y autora del libro Historia de la Edad Media, esta decisión colocó a la Iglesia con tres candidatos que aseguraban ser el sucesor de San Pedro, un conflicto que, de nuevo, se solventó por la vía militar y que, de nuevo, ganó Benedicto IX con el apoyo de su poderosa familia. En ese momento, los cardenales decidieron crear un proceso claro para elegir al pontífice de ahí en adelante.

Fue el primer paso para lo que hoy conocemos como el cónclave y la fumata blanca. En esos años, hubo varios intentos de proceso electoral que terminaron siendo igualmente amañados hasta que en el siglo XIII el papa Gregorio X tomó una decisión. Ordenó crear una reunión entre los cardenales y que se celebrase a puerta cerrada, bajo llave, sin que los votantes pudieran tener contacto con el exterior. El nombre de la asamblea proviene del latín cum-clavis (con-llave): cónclave.

Francisco y Benedicto, en un acto en el Vaticano

El proceso queda bien explicado tanto en la serie documental Habemus Papam: Una historia de poder como en la película Cónclave. La deliberación comienza con la presentación de los candidatos. Para que uno de ellos salga elegido, necesita tener el apoyo de dos tercios de los votantes. Si el candidato con más papeletas no obtiene esa cifra, se queman esos trozos de papel que contienen los votos anónimos. En el pasado, se mezclaban con paja húmeda para crear una fumata negra, que indica que debe iniciarse una nueva ronda de votaciones al no obtener un consenso. Cuando al final de una ronda aparece el nombre de uno de los candidatos en más de las dos terceras partes de las papeletas, estas se queman sin ningún aderezo, provocando que el humo salga de color blanco y que se produzca la fumata blanca que anuncia la llegada de un nuevo pontífice.

En la actualidad, se emplean productos químicos para colorear el humo que anuncia el resultado de cada ronda de votaciones. Desde el mandado de Juan Pablo II, los cardenales que forman parte del cónclave se alojan para tomar esta decisión en la residencia Santa Marta, construida en el Vaticano.