MAR DEL PLATA.- El sonido metálico de la pinza contra el carro revestido en aluminio marca la cercanía del ambulante, que lo empuja con las ruedas hundidas en la arena húmeda, mientras el agua le baña los pies en un frente de Playa Grande que, con marea alta, está lejos de hacer honor a su nombre.
Mano en alto que llama desde una reposera y una venta más al mediodía: se puede mirar como un almuerzo liviano o un engaño al apetito. Pero con el par de choclos, untados con mayonesa, se va entero el primer billete de 10.000 pesos de la jornada. Otro saldrá desde la misma mochila del turista e irá al bolsillo de otro vendedor a cambio de dos ensaladas de frutas. El vuelto casi que ha desaparecido en estas arenas.
Unos 80 metros más arriba, ya sobre el cemento, la opción de sentarse a comer tiene otras variedades, costos y hasta la opción electrónica de pago, que la playa todavía no termina de adoptar, al menos en el rubro comidas. Sentados a la mesa y con un servicio el margen la carta propone desde una hamburguesa completa con gaseosa por 13.000 a 16.000 pesos a un menú de tres pasos (entrada, principal y postre) con copa de vino, cerveza, agua o gaseosa por 30.000 pesos.
Lejos de aquel arranque del último verano marcado por una inflación al galope que obligaba a remarcar precios por costos de insumos que variaban día a día, el sector parece haber encontrado certezas en el nuevo escenario económico. Y también relativa moderación. El ajuste promedio aplicado, temporada contra temporada, ronda el 100% contra un índice que de enero a enero acumula una variación interanual de casi 120%.
“Algunos levantaron el pie del acelerador y quedaron en 80% o 90%”, aclaran desde el sector a LA NACIÓN, conocedores de un escenario que asomaba complicado y atentos a esa lógica de “Precios amigables” que al teatro le dio el año pasado –y le sigue dando- muy buenos resultados.
La historia arrancó difícil por esta franja porque la primera semana casi que se perdió por completo. El tiempo andaba a contramano, los turistas todavía llegaban a cuentagotas y como gustan decir en el sector textil, “al mal tiempo, buenas ventas”. Así que todos andaban por el casco urbano, entre shoppings, bares y alternativas de entretenimiento bajo techo.
Al fin, calor
El Día de Reyes, histórico disparador de temporada, no fue tan preciso, pero un par de jornadas después se alinearon los planetas: algo más de ingreso de turistas y, por sobre todo, sol. Entonces, todos al mar. Este jueves fue casi la perfección, con más de 30°C a primera hora de la tarde y con consumo playero en alza.
Playa Grande es una referencia media. Tiene una playa pública donde hay una confluencia de variados perfiles y un lote importante de usuarios de servicios de balnearios, que alquilan carpas y sombrillas y son parte de un segmento medio alto. Por eso habrá playas de la ciudad con valores por debajo y otras, por ejemplo en zona sur, iguales o incluso por encima de los que aquí se paga por alimentos.
“Falta que llegue más gente y que el buen tiempo sea de corrido”, reconoce uno de los vendedores que va y viene por la orilla desde la Escollara Norte hasta el complejo La Normandina. “Hay mucha heladerita, pero cuando hace calor no hay bebida que alcance”, afirma.
Es cierto que se trae bastante comida a la playa, al menos en el sector público. Pero los más jóvenes las reservan para las bebidas de media tarde. “Para comer vamos por una hamburguesa o alguna tarta que compramos arriba”, dice Eliana, de La Plata, y señala el área de locales de balnearios. Una u otra opción significan entre 8000 y 10.000 pesos.
Los ambulantes llevan súperpanchos y choclos a 5000 pesos por unidad. Las gaseosas rondan los 3500 pesos y el agua mineral, ambas de medio litro, los $2500. El helado en palito de agua suma al presupuesto familiar de a 4000 pesos por chico. Son $6000 si prefieren el de crema y $8000 es de exquisitos: cono bañado en chocolate.
“Es siempre un presupuesto con los chicos, pero algún gusto tenés que darle”, dice Romina, que compra tres de agua para Mateo, Betiana y Yamil. “Las mamás toman sol, acá paga la abuela”, dice y se va contenta. Para el fin de semana ya la comprometieron con clases de surf y esa duele algo más: son 20.000 pesos por chico, hora y media.
Chiringos
Si la venta ambulante no conforma hay que levantarse y caminar. Como mínimo hasta el chiringo, en la línea de las cabinas de guardavidas, donde hay otras opciones de menú. Otra vez los 5000 pesos dominan la pizarra de precios. Pueden ser sándwich de jamón y queso, un tostado o una hamburguesa sola. También un licuado de frutas, que son de los más pedido.
El paseo gastronómico de Playa Grande se ve concurrido un poco después del mediodía. Hora de comer y al que le gusta hacerlo sin arena de por medio, encuentra opciones para hacerlo a la carta. Para el picoteo hay bastones de pollo por $11.000 y langostinos por $17.500. Una milanesa con papas fritas se paga desde $13.000 pesos. Lo mismo que una pechuga a la plancha. Por $16.000 marchan un bife de lomo a la plancha o pesca del día, ambos con guarnición. En $11.000 cotiza una ensalada de cinco ingredientes y una César llega a $12.000. Todo aderezado con algo más que una pizca de vista al mar.
A la hora del café o los acompañamientos para la tarde, más opciones. Solo o cortado el jarrito va desde los $2500 a los $3200. También $3100, por ejemplo, con una medialuna. Una docena de facturas se despacha por aquí a razón de $6900 hasta $7500 la docena.
Un cuarto de chipá, muy buscados para la ocasión, suma $4500 y $17.000 si el grupo es grande y prefiere por kilo. Entre $6900 y $8400 los budines saborizados y $4800 el paquete de masitas secas. Llenar el termo con agua caliente, para otra ronda de mate, es casi una oferta: son 500 pesos.