Una interpretación artística del sistema IRAS 04125+2902 (TIDYE-1. (CALTECH/IPAC/Europa Press)

Un “recién nacido”. Así describen los astrónomos que han publicado recientemente en la revista Nature el planeta IRAS 04125+2902b (también llamado TIDYE-1b). El mundo en tránsito -es decir, que ha pasado por delante de la superficie de su estrella y se ha vuelto visible- más joven conocido hasta ahora, debido a que normalmente en los sistemas solares con menos años hay un disco protoplanetario que impide detectarlos con el telescopio.

Si imagináramos la Tierra como un adulto de 50 años, la edad del TIDYE-1b sería la de un bebé de dos semanas, algo que puede ser un gran hallazgo ya que permitirá en un futuro comprender cómo evolucionan los planetas formados más recientemente. La responsable ha sido Madyson Barber, una estudiante de posgrado de la Universidad de Carolina del Norte, que figura además como principal autora del artículo.

Un disco imposible de traspasar

Barber observó “ligeras caídas” en la luz de la estrella que conforma este sistema, algo provocado por el paso de un planeta, lo que ‘tapaba’ una parte de su luminosidad. A través de este fenómeno, conocido como tránsito planetario, se descubren la mayoría de planetas externos a nuestro sistema solar. El problema es que, en esta ocasión, la estrella parecía demasiado joven como para poder contar ya con mundos propios.

“Hay mucho que podemos aprender si miramos hacia afuera para conocer más sobre nuestro propio hogar, de dónde venimos y hacia dónde podemos ir”, cuenta Barber al canal estadounidense ABC News. “Este es definitivamente el -descubrimiento- más importante, porque es el tránsito astronómico más joven”. Este exoplaneta, ubicado a unos 520 años luz de la Tierra y con un tamaño similar al de Júpiter, da una vuelta completa cada 8,8 días a la igualmente joven estrella, la cual parece que se transformará en una enana naranja.

Hasta ahora los planetas más jóvenes habían sido descubiertos alrededor de estrellas entre 10 y 40 millones de años. Los sistemas solares que acaban de nacer siempre cuentan con un disco de polvo -protoplanetario- que gira alrededor del centro, del que luego se van creando los diferentes cuerpos celestes detectables con el telescopio. De este modo, hasta esos primeros 10 millones de años, era muy difícil que los telescopios lograran percibir lo que ocurre en el interior del sistema, entre la estrella y el disco.

Una inclinación que ha permitido su visibilidad

En declaraciones a la agencia de noticias Reuters, el coautor del estudio, el astrónomo Andrew Mann, explica que, en realidad, “no sabemos cuánto tardan en formarse los planetas”. La Tierra, por ejemplo, tardó entre 10 y 20 millones de años en formarse. “Sabemos que los planetas gigantes deben formarse más rápido de lo que se disipa su disco, porque necesitan mucho gas. Pero los discos tardan entre cinco y diez millones de años en disiparse”.

Barber opina que este hallazgo permitirá comprender mejor “cómo es esa formación y evolución” de los sistemas más jóvenes, “para entender mejor cómo se formó nuestra propia casa”. Por ejemplo, ¿cómo se formará la atmósfera de este planeta tan joven?¿Seguirá creciendo? “Los planetas generalmente se forman a partir de un disco plano de polvo y gas”, señala Mann, “pero aquí, el disco está inclinado, desalineado tanto con el planeta como con su estrella, un giro sorprendente que desafía nuestra comprensión actual de cómo se forman los planetas”.