Jade Marie Clark vivía en Glasgow, Escocia. En el año 2020, en plena pandemia, comenzó a sentir un fuerte dolor en el oído que pensó que se trataba de una infección en el oído. En aquel entonces, la mujer se encontraba embarazada de su primer hijo y, aunque el dolor continuó durante todo el tiempo de gestación, al nacer su bebé la afección disminuyó y la ignoró.
Sin embargo, cuando quedó embarazada por segunda vez, en 2023, la joven de 32 años comenzó a tener dolores de cabeza y a sufrir lo que ella describió como un “ojo tembloroso”.
En ese momento, Clark estaba estudiando para convertirse en maestra jardinera y atribuyó sus síntomas a una combinación de estrés por los exámenes y las hormonas desreguladas del embarazo. Pero su cuadro de salud continuó agravándose y, en mayo de 2023, presentó un nuevo y extraño síntoma, un entumecimiento en la comisura de los labios. Fue entonces que pidió una cita con su médico de cabecera.
Debido a que estaba embarazada, el doctor recomendó que sea trasladada a la guardia de forma urgente. Allí le realizaron una resonancia magnética que terminó por confirmar la enfermedad que atravesaba: un tipo de tumor cerebral llamado neurinoma acústico, que crece en el nervio que conecta el cerebro con el oído.
Los médicos estimaron que el tumor de 3,1 centímetros había crecido lentamente en su cabeza durante unos cinco años, antes de expandirse rápidamente en los últimos cinco meses del 2023. Los neurinomas acústicos son un tipo de tumor cerebral poco común. Solo se diagnostican en el mundo 1200 casos cada año. Los mismos se conocen como “benignos”, ya que no se propagan a otras partes del cuerpo.
Estos pueden causar problemas potencialmente mortales a medida que crecen en tamaño y afectan otras áreas del cerebro. Por lo general, debido a los fuertes dolores se detectan antes de esta etapa.
Si bien los médicos ya tenían su diagnóstico exacto, Jane tuvo que esperar seis meses más para someterse a una operación, ya que por su condición no podía pasar por una sala de quirófano.
Luego de dar a luz a su hijo Rory y que todo saliera perfecto en su parto, se realizó la intervención. Los especialistas pudieron extirpar el tumor, pero, debido a que debían tocar una parte sensible de los nervios de su cara, quedó con una secuela visible.
Clark quedó con parálisis facial, un daño en los nervios que hace que los músculos faciales se debiliten o se congelen. Esto la dejó incapaz de sonreír o llorar por su ojo derecho.
Al compartir su historia en redes sociales para crear conciencia sobre su condición, recordó que el tic en su ojo lo calificaba de “estrés”. “Antes de quedar embarazada, mi ojo comenzó a temblar durante largos períodos de tiempo y pensé que se debía al estrés de la universidad”, aseguró sobre el primer síntoma inusual.
“Actualmente, no me cierra el ojo derecho y no puedo sonreír. Y como no me salen lágrimas, me duele mucho porque está muy seco”, explicó.
“Pensé que mi cara comenzaría a moverse por sí sola con el correr de los meses, pero no pasó nada y fue entonces cuando las dudas empezaron a aparecer. Además de estar ansiosa por ver algún cambio, me deprimí mucho por mi apariencia”, reconoció sobre lo duro que fue acostumbrarse a su nueva apariencia.
“En mi cabeza pensé que la gente se reiría de mí. No quería salir de mi casa y no quería que nadie me viera. Estaba muy triste”, indicó sobre cómo vivió el período de postoperatorio.
En 2025, Jade se someterá a una operación en la que le transferirán un nervio de otra parte de su cara y dos de sus piernas para, con suerte, restaurar su sonrisa. La operación, que tendrá lugar en marzo, podría no ser efectiva hasta dentro de 18 meses. Sin embargo, los médicos remarcaron a la paciente que después de este período hay un 80% de posibilidades de que recupere el movimiento en su cara.