Una jueza detuvo este jueves de forma temporal la ejecución de un hombre condenado a muerte en el estado de Texas por haber matado a su hija de dos años en 2002 sacudiéndola. La decisión se conoció tan solo dos horas antes de que Robert Roberson, de 57 años, fuese ejecutado.

Sus abogados, así como un grupo de legisladores texanos y el principal investigador policial de la muerte de su hija, afirman que el caso se basó en pruebas “defectuosas” y que Roberson es inocente.

Hace más de dos décadas, el hombre llevó a su bebé Nikki al hospital, donde las pruebas mostraron que tenía un traumatismo cerebral interno, afección que en aquel momento se relacionaba con el síndrome de bebé sacudido, que se da cuando un niño es sacudido violentamente por otra persona.

En los días previos a la muerte de la bebé, un médico había diagnosticado que esta tenía una infección viral y fiebre.

Roberson con su hija

Testimonio ante los legisladores

Legisladores de la Cámara de Representantes de Texas cuestionaron la condena a Roberson, y un comité de dicho organismo intentó ganar tiempo, pidiendo que el condenado testifique ante ellos la semana próxima. La jueza decidió suspender la ejecución para que Roberson pueda ofrecer su testimonio ante los legisladores.

Brian Wharton, el detective principal que ayudó hace dos décadas a asegurar la condena de Roberson, ha dicho que cree que este es inocente.

Este miércoles, la Junta de Indultos y Libertad Condicional de Texas había rechazado la petición de clemencia para el convicto, cuyos abogados también solicitaron esta semana al gobernador de Texas y a la Corte Suprema de Estados Unidos que suspendieran la ejecución.

Los abogados de Roberson alegaron ante la Corte Suprema que la teoría médica utilizada para condenarlo en 2003 “ha sido completamente desacreditada desde entonces”.

“No sólo se presumió que hubo abuso en 2003″, escribieron sus abogados, “sino que el afecto contenido y los modales distantes de Roberson, manifestaciones de su trastorno del espectro autista que se confundieron con una falta de atención, llevaron al personal médico y a las fuerzas del orden a presumir su culpabilidad”, dijeron.

Los jueces de la Corte Suprema rechazaron la petición del acusado en la mañana de este jueves.

Brian Wharton suscribió la petición de clemencia del hombre que envió a la cárcel a través de su investigación policial

El caso

Roberson fue sentenciado a la pena capital por la muerte de su hija Nikki, una niña de 2 años que falleció el 31 de enero de 2002 después de llegar al hospital en estado de coma, desvanecida en los brazos de su padre y con el rostro azulado por la asfixia.

Los médicos atribuyeron los síntomas de Nikki al síndrome del bebé sacudido, una lesión cerebral grave provocada por agitar a un niño menor de dos años con tanta fuerza que el suministro de oxígeno al cerebro resulta comprometido. Aquel diagnóstico se convirtió en la evidencia que confirmaba la peor sospecha de los miembros del jurado: Nikki había sido víctima de maltrato infantil.

El jurado terminó por convencerse de que Roberson era culpable cuando Brian Wharton, el detective principal de la investigación, aseguró en el juicio que el acusado había reaccionado con frialdad y desapego ante la agonía de su hija.

Cuando Nikki falleció, Roberson tenía 35 años. Era padre soltero y había logrado la custodia de su hija dos meses antes de llevarla desmayada al hospital de Palestine, la ciudad donde vivían en el este de Texas.

Un año después de la muerte de Nikki, el 21 de febrero de 2003, Roberson fue condenado a la pena capital y se convirtió en el prisionero número 999442 en el corredor de la muerte de Texas, el estado con el mayor récord de ejecuciones en Estados Unidos. En 2018, cuando Roberson acumulaba 15 años en prisión, fue diagnosticado con autismo.

Una fotografía de Robert Roberson cuando era niño

Tres errores

El objetivo de los abogados de Roberson no es sólo impedir su ejecución. También piden que se convoque una nueva audiencia, en la que puedan refutar lo que consideran errores procesales de 2002 y mostrar las evidencias que no fueron evaluadas por el jurado.

“Robert Roberson es un hombre inocente”, sostiene una petición de los abogados. ”Este no es un caso en el que el Estado consiguió a la persona equivocada. En cambio, se alegó un delito pero en realidad no ocurrió ninguno”.

Esa petición fue respaldada por 34 científicos y médicos, un grupo bipartidista de legisladores de Texas, 70 abogados especializados en defender a personas acusadas injustamente de abuso infantil, así como decenas de organizaciones que defienden a pacientes con autismo y activistas por los derechos de los padres, explica Innocence Project, una organización que defiende los derechos de convictos sentenciados injustamente en Estados Unidos.

La petición de indulto recoge los tres errores que, según la defensa, demostrarían la inocencia de Roberson. El primero es que los médicos concluyeron que Nikki padecía el síndrome del bebé sacudido, sin considerar síntomas propios de una “doble neumonía” que no fue diagnosticada, como la fiebre de 40 grados que presentó poco antes de quedar inconsciente.

Los médicos que atendieron a Nikki no consideraron en su momento que el historial médico de la niña incluía “infecciones crónicas que múltiples cepas de antibióticos no pudieron resolver” y episodios de apnea respiratoria, en los que “inexplicablemente dejaba de respirar, colapsaba y se ponía azul por la falta de oxígeno”.

La segunda falla que alega la defensa es que las autoridades “aceptaron las suposiciones de los médicos de que su condición fue causada por abuso y no investigaron más”.

A Roberson le prohibieron visitar a la niña mientras agonizaba en el hospital, hasta que finalmente fue detenido en lo que sus abogados definen como “una celda suicida”, sin acceso a defensa legal desde el inicio del caso hasta que le asignaron un abogado.

Durante los años en los que Roberson ha permanecido en prisión, el síndrome del bebé sacudido ha perdido credibilidad científica para ser considerado como evidencia sólida en casos penales.

El tercer error es que tanto el personal médico como los policías malinterpretaron la reacción de Roberson ante lo que estaba ocurriendo. “Vieron su comportamiento no neurotípico, un síntoma de su autismo, como un reflejo de falta de emoción frente a la difícil situación de su hija, lo cual está muy lejos de la verdad”.