Chelsey Stone vivía en Chicago desde hacía seis años. Tenía una carrera estable, amigos y una vida plena, pero extrañaba a su pareja, un miembro de la Marina de los Estados Unidos designado en California. Tras siete años de llevar la relación a distancia, la joven tomó la decisión de mudarse a San Diego. En julio de 2023, armó sus valijas y viajó al Estado Dorado para iniciar una nueva etapa. “Queríamos estar juntos”, relató.

Se mudó de Chicago a San Diego y así vivió el cambio

Cuando Chelsey anunció su mudanza, sus amigos y colegas del Medio Oeste se alegraron por ella. “Algunos de ellos abrieron los ojos de envidia”, contó en una entrevista con Business Insider. Muchos imaginaban que vivir en una ciudad playera y soleada sería una experiencia soñada.

Chelsey se mudó con su novio a San Diego, California

Sin embargo, para Stone, la realidad fue diferente. Disfrutaba del clima frío y la nieve de Chicago, en especial en la época de fiestas de fin de año. “Me encantaba pasar Navidades blancas como en las películas que veía de pequeña”, afirmó.

Sol, calor y playas repletas: por qué no disfrutó vivir en San Diego

San Diego es conocido por su clima cálido durante todo el año, una característica que muchas personas consideran positiva. Pero para Chelsey, lejos de ser atractivo, se volvió monótono. “Disfrutaba de los cambios de estaciones en Chicago, de cenar al aire libre en primavera y verano, de abrigarme en invierno y de ver cómo cambian las hojas en otoño”, recordó.

Por ello, la sensación de vivir en un verano eterno, la abrumó. “Eliminé la aplicación del clima de la pantalla de inicio de mi teléfono porque sentí que ya no tenía sentido consultarla”, confesó.

Las playas de San Diego no alcanzaron para enamorar a Chelsey

Sumado a la falta de variedad climática, otro factor que hizo que deseara regresar a Chicago fue, precisamente, la playa. Justamente, lo que todo su entorno le decían que más iba a disfrutar de su nueva vida. “Mis amigos del Medio Oeste estaban celosos de la cantidad de hermosas playas locales a las que tendría acceso”, comentó.

Chelsey remarcó que en lugar de relajarse en las playas de San Diego, se estresó con la cantidad de turistas que llegaba cada fin de semana festivo y con el mal estado en que quedaba la arena y la costa tras su partida. “Las playas cercanas estaban llenas de flotadores de piscina abandonados, sillas de camping rotas y bolsas de comida que no cabían en los botes de basura repletos”, relató.

San Diego: una ciudad pensada para moverse en auto

Acostumbrada a desplazarse sin coche en el Medio Oeste, la joven pensó que podría hacer lo mismo en San Diego. Pero descubrió que la ciudad no estaba diseñada movilizarse de esta manera. “No tenía un auto en Chicago y no tenía ningún deseo de comprar o tener uno”, aseguró.

Intentó usar la bicicleta, pero se encontró con la falta de carriles exclusivos y rutas poco seguras. También trató de caminar, pero las calles sin aceras y el tránsito complicado dificultaba sus recorridos.

Stone comprendió que vivir en la playa no era para ella

Usó el transporte público de San Diego, pero descubrió que perdía mucho tiempo. “A veces me llevaba una hora o más y varias conexiones viajar por todo San Diego”, mencionó. Finalmente, comprendió que la estructura de la ciudad favorecía el uso del auto, algo que no coincidía con su estilo de vida.

Luego de un año en San Diego, Stone y su pareja se mudaron a Washington, DC. “No podría haber estado más entusiasmada”, reconoció la mujer, quien detalló que la motivóla perspectiva de vivir nuevamente en una ciudad transitable con estaciones cambiantes y amplias opciones de transporte público”. Aunque dijo que comprende por qué muchas personas disfrutan de San Diego, descubrió por qué no fue su caso: “Simplemente no era para mí”.