Mauricio Funes Cartagena, ex presidente de El Salvador, murió a los 65 años en Managua, Nicaragua. Según un comunicado del Ministerio de Salud nicaragüense, su muerte fue consecuencia de una “grave dolencia crónica”.
Gobernó El Salvador entre 2009 y 2014, pasó sus últimos nueve años exiliado en Nicaragua, donde obtuvo asilo político y la nacionalidad nicaragüense. Este estatus le permitió evitar la extradición a su país, donde acumulaba varias condenas que sumaban más de 26 años de prisión por corrupción y otros delitos.
Funes fue una figura política atípica en su país. Antes de incursionar en la política, construyó una carrera como periodista, conocido por cuestionar a los sectores de poder y denunciar irregularidades. Su estilo lo llevó a dirigir programas televisivos y a obtener reconocimientos internacionales, como el Premio Maria Moors Cabot de la Universidad de Columbia.
Funes también fue -unos pocos meses-, el corresponsal en El Salvador de la cadena estadounidense de noticias CNN en español.
En 2009, fue elegido presidente bajo la bandera del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), un partido hoy opositor al gobierno de Nayib Bukele que se quedó sin asientos en un Congreso de abrumadora mayoría oficialista, tras las elecciones del año pasado.
Su elección representó un punto de inflexión en la historia política salvadoreña. Por primera vez, el FMLN, surgido de un movimiento guerrillero, llegó al poder, desafiando la hegemonía que la derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena) había mantenido durante 20 años. Con el lema “Nace la esperanza, viene el cambio”, Funes prometió transformar la realidad del país mediante un “gobierno incluyente, honesto y dedicado a mejorar la vida de los sectores más vulnerables”.
Sin embargo, esas promesas se desvanecieron rápidamente. Durante su mandato, surgieron acusaciones de corrupción y decisiones controvertidas que ensombrecieron su gestión. Aunque intentó posicionarse como un defensor de los pobres y un promotor de la justicia social, su administración estuvo marcada por la falta de transparencia y actos ilícitos que posteriormente salieron a la luz.
Una de las decisiones más polémicas de su gobierno fue la negociación de una tregua con pandillas salvadoreñas, a las que ofreció beneficios penitenciarios a cambio de reducir temporalmente los índices de homicidios. Aunque esta medida logró disminuir las cifras de violencia en el corto plazo, fue severamente criticada y, años después, Funes sería condenado por estos hechos.
Tras dejar el cargo en 2014, Funes enfrentó una avalancha de acusaciones judiciales. En 2016 decidió huir de El Salvador y buscar refugio en Nicaragua, donde encontró protección bajo el régimen de Daniel Ortega. Esta alianza con la dictadura sandinista le permitió escapar de la justicia salvadoreña, aunque no evitó que fuera juzgado y condenado en ausencia.
Funes, de acuerdo con la Fiscalía General, mantiene órdenes de captura en procesos penales por la malversación de 351 millones de dólares, el pago de sobornos al ex fiscal Luis Martínez, por la revelación de un documento confidencial del Gobierno de Estados Unidos relacionado con donativos de Taiwán desviados, y la construcción irregular de una represa y una más por supuesta evasión de impuestos.
En septiembre de 2019, el presidente Nayib Bukele dijo que Funes había malversado 82 millones de dólares de la cooperación europea durante su gobierno. En diciembre de ese mismo mes, Funes acusó a Bukele de apoyar un “operativo de atentando” a su integridad física para llevarlo “ilegalmente” a El Salvador.
En 2023, fue condenado a 14 años de prisión por su papel en la negociación de la tregua con pandillas, y en 2024 recibió otra sentencia de ocho años por el caso de la avioneta.
Además de estos procesos, su gobierno estuvo salpicado por escándalos que implicaron a su círculo más cercano, incluidos varios ex funcionarios, su ex esposa Vanda Pignato y sus hijos. A pesar de estas acusaciones, Funes se declaró inocente, alegando ser víctima de “persecución política” por parte de sus adversarios.
El legado de Funes no solo afectó su imagen, sino que también significó un golpe devastador para el FMLN, el partido que lo llevó al poder. Durante su mandato y el de su sucesor, Salvador Sánchez Cerén, el FMLN perdió paulatinamente el respaldo popular, al punto de quedar prácticamente fuera del panorama político en la actualidad.
(Con información de EFE y The Associated Press)