Para ciertas personas, bañarse no se limita únicamente a una cuestión de higiene, sino que también representa un momento de relajación y tranquilidad. Mientras algunos prefieren ducharse por la mañana, otros lo hacen por la noche, e incluso hay quienes optan por hacerlo más de una vez al día. Desde una perspectiva psicológica, este último hábito puede tener diversos significados.
Sergio Grosman, médico psiquiatra y presidente del Capítulo de Psicoterapias de APSA (Asociación de Psiquiatras de Argentina) (MN 777443), indicó que los hábitos del baño varían según la cultura y el tiempo: “Nos parece muy natural bañarnos diariamente, pero a nuestros ancestros les parecería una locura. Lo primero es correlacionarlo con la cultura que se desenvuelve la acción. En segundo lugar, desde la psiquiatría, no como una cuestión habitual, sino en individuos que tienen ciertos tipos de problemas, aparece la compulsión por la limpieza. Son aquellas personas que se pueden lavar las manos hasta lastimarse, y también se pueden bañar múltiples veces bajo la idea de que tienen microbios que tienen que eliminar”.
“Estas ideas están sobrevaloradas, aparecen parasitariamente, es decir, surgen en la cabeza de la persona como algo casi ajeno a ellos, pero a la cual no le pueden restar valor. El pensamiento de que están contaminados les resulta repulsivo y los llevan a estos actos de limpieza tratando de higienizar lo que está limpio porque el asunto es la idea obsesiva, errónea, no la limpieza. Esto se encuadra dentro del trastorno obsesivo-compulsivo”, continuó en diálogo con LA NACION.
Y añadió: “Hay muchas variaciones, desde bañarse menos a un poco más, que no se correlaciona con ninguna patología o rasgo que desde la psiquiatría tengamos que tener en cuenta como un signo de padecer un problema. Sin embargo, uno puede considerar a estas costumbres como algo patológico cuando la persona quiere evitarlo, pero no puede, el acto es más fuerte que su voluntad. Cuando la repetición del acto lo lleva a perder tiempo y necesita volver a bañarse todo el tiempo, lo que ocurre es una interferencia de lo que la persona quiere hacer como proyecto por un hábito que pasa a hacer algo patológico”.
Valentina Kalejman, una joven de 24 años, dijo a LA NACION que, como mínimo, se baña dos veces a diario, una al inicio del día y otra después de entrenar: “Es como un hábito para levantarme. Amo bañarme, siento que es un lugar donde mi foco está en la ducha y me desconecto de todo para arrancar desde cero”.
Además, afirmó que bañarse representa un “momento especial” y solamente tarda cinco minutos.
Matías Quintana, de 35 años, también afirmó que se baña dos veces al día: “Lo hago desde que tenía 8 años. A esa edad representaba un momento más especial porque estaba horas bañándome”.
Indicó que se baña por la mañana y al finalizar el día: “Me gusta meterme en la cama y sentirme limpio, si me voy a a costar sin bañarme la paso mal. No puedo conciliar el sueño porque me siento sucio, se me pega la sabana al cuerpo, es un horror. Ya me pasó cuando viajo o voy a lugares donde no me puedo bañar de noche”.
Paz, de 27 años, indicó que se baña tres veces al día: “Siempre que fumo termino en la ducha, no sé por qué, pero me relaja un montón. El agua me acomoda todo, me despeja la cabeza y me baja la ansiedad si estoy medio acelerada. Es mi forma de resetear. Me meto, dejo que el agua corra, respiro hondo y en cinco minutos ya me siento mejor”.
Afirmó que cuando termina de fumar está más sensible y que la ducha la ayuda a “aflojar”: “A veces me baño varias veces al día sin darme cuenta. Lo máximo que llegué a hacer fueron seis veces, pero tampoco es que me lo propongo. Me pasa y punto. Para mí, bañarse es lo mejor después de fumar”.
Efectos secundarios de bañarse muchas veces al día
Leandro Faur, licenciado en psicología (MN 43656), indicó que, además de los rasgos obsesivos compulsivos relacionados a la preocupación excesiva por la limpieza, este tipo de conducta desenmascara las siguientes características:
- Miedo a la contaminación
- Dificultad para gestionar determinadas emociones
- Perfeccionismo o rasgos narcisistas de personalidad
Entre los efectos emocionales o psicológicos que tiene bañarse constante, el experto identifica dos de ellos:
- Dependencia
- Ritualización
“Es importante entender que es una consecuencia de las dificultades emocionales más que su causa. La ducha frecuente puede convertirse en una compulsión que brinda una falsa sensación de seguridad que al interrumpirla puede generar ansiedad y malestar”, afirmó Faur.