- Científicos encuentran similitudes entre el envejecimiento social en humanos y animales.
- Entre los ejemplos, se incluye a los ciervos y los gorriones, que limitan sus interacciones con la edad.
- Los beneficios de la socialización en algunas especies contrastan con los costos de salud.
Lo esencial: el envejecimiento no solo afecta físicamente, sino también en las relaciones sociales, y según estudios recientes en la Philosophical Transactions of the Royal Society B, animales como los ciervos rojos y gorriones comunes reducen sus interacciones al envejecer, como ocurre con los humanos. Los investigadores, de universidades del Reino Unido, Alemania y Estados Unidos, sugieren que esta reducción es una estrategia para evitar enfermedades y estrés por competencia. El científico Roberto Salguero-Gómez expuso en diálogo con Infobae que, en especies de alta sociabilidad como abejas y hormigas, las interacciones grupales ayudan a la supervivencia.
Por qué importa: conocer los efectos del envejecimiento social en animales permite entender mejor el comportamiento humano y sus desafíos en la vejez.
- El aislamiento en humanos puede asociarse con la depresión.
- Los hallazgos pueden aplicarse en estudios sobre bienestar y salud mental en humanos.
- Se resalta la importancia de preservar los vínculos sociales en la vejez.
El escritor colombiano Gabriel García Márquez sostenía que “el secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad”. Un comportamiento que, parece, no se limita solo a los humanos.
En el nuevo número de la revista Philosophical Transactions of the Royal Society B, científicos del Reino Unido, Alemania y los Estados Unidos afirman que los animales tienden a ser menos sociables a medida que envejecen, similar a lo que ocurre en los seres humanos.
“Es interesante que se investigue el envejecimiento en los animales. Pero hay que tener en cuenta que la vejez humana no debería ser sinónimo de estigma ni de aislamiento”, comentó a Infobae Mirta Goldstein, doctora en psicología y presidenta de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
Algunas personas pierden los contactos cotidianos al dejar el trabajo o al no convivir con los hijos. “Igualmente, eso no significa que sigan aislados porque pueden hacer nuevas relaciones. Es importante que se mantengan los vínculos sociales porque ayudan a prevenir trastornos como la depresión”, afirmó la especialista.
En diálogo con Infobae, uno de los autores de las investigaciones publicadas, el doctor Rob Salguero-Gómez, científico español en la Universidad de Oxford, Reino Unido, dijo: “Los seres humanos estamos en la categoría sociales. Pero dentro de nuestra especie, como en otras especies del reino animal como los ciervos, suelen haber individuos que tienden a ser más solitarios a medida que envejecen”.
Recomendó que no se debe tratar a la sociabilidad “como una característica fija y permanente en cada especie, sino como un rasgo plástico. Puede variar. Las consecuencias de la socialidad (o falta de ella) quedaron bien claro durante los confinamientos por la pandemia por COVID-19″.
Durante ese período, quedó demostrado que limitar la sociabilidad de los humanos puede generar efectos como el aumento de los casos de trastornos mentales, como depresión. Además, esos confinamientos afectaron directamente a la demografía humana al reducir las tasas de fertilidad, aumentar la mortalidad, y alterar patrones de migración y estructura familiar”, señaló.
Qué se observó en animales
Entre los casos que se mencionan en uno de los nuevos estudios, están los ciervos rojos (Cervus elaphus). Se trata de una especie originaria de Europa, Asia, norte de África y América del Norte, que fue introducida en distintas partes del mundo, incluyendo Australia, Nueva Zelanda, Argentina y Chile.
Las hembras mayores de ciervo rojo se vuelven menos sociables con el tiempo. La reducción de sus interacciones sociales parece una estrategia adaptativa que disminuye su exposición a parásitos y reduce el estrés por competencia en el grupo, según el equipo de investigadores integrado por Josh Firth, de la Universidad de Leeds, entre otros.
También está el caso de los gorriones comunes, originarios de Eurasia y el Norte de África, que actualmente se encuentran distribuidos por áreas urbanas en las zonas templadas de casi todo el mundo. A medida que envejecen, esas aves también presentan una disminución en la cantidad de interacciones sociales. Uno de los factores que influye en este cambio es la pérdida de compañeros de su mismo grupo de edad, lo cual limita las oportunidades de socialización.
Además, para estos individuos mayores, mantener un número amplio de relaciones puede demandar un esfuerzo que no siempre es compatible con su estado de salud o energía en etapas avanzadas de la vida.
Una razón clave es el fenómeno conocido como “envejecimiento social”, que se refiere a los cambios en las conexiones sociales de los individuos con el transcurso de los años.
Los cambios pueden manifestarse como una disminución en la cantidad de asociaciones sociales que un individuo posee. Esta reducción en las conexiones sociales se ha observado en insectos, aves, ungulados y primates, incluidos los humanos.
Las razones de los cambios pueden surgir a partir de factores fisiológicos como el deterioro de las funciones cognitivas, energéticas o motoras que predicen declives en el comportamiento social con la edad.
Además, aclararon que después de una fase inicial de selección de una pareja, los individuos mayores pueden perder contactos sociales por la muerte o por la dificultad de mantener compañeros a largo plazo.
También mencionaron la posibilidad de que existan mecanismos adaptativos, como el evitar interacciones sociales para reducir el riesgo de mortalidad asociado a la inmunosenescencia, es decir, el deterioro del sistema inmunológico con la edad.
Todos estos factores sugieren que, al igual que en los humanos, los animales también podrían mostrar una disminución en su sociabilidad con el paso del tiempo debido a una combinación de cambios fisiológicos, cognitivos y estratégicos que ocurren con el envejecimiento.
Por otra parte, el científico Salguero-Gómez publicó otro artículo en la misma revista en el que trata la conexión entre la socialidad y la demografía de las especies animales.
Se descubrió que las interacciones dentro de un grupo, como la crianza cooperativa, pueden potenciar el éxito reproductivo y proteger a los individuos frente a los depredadores. Aunque eso también pueden incrementar la competencia dentro de jerarquías sociales.
Hasta ahora, la mayoría de los estudios se habían enfocado en especies aisladas. El trabajo del científico español ofrece, en cambio, una visión más generalizada a través del examen de 152 especies de 13 clases taxonómicas.
Reveló que las especies más sociales tienden a vivir más tiempo, posponen la madurez y enfrentan generaciones más largas, lo que aumenta la probabilidad de reproducción en comparación con especies más solitarias.
El estudio indica que la socialidad no asegura una mayor estabilidad poblacional, pero puede brindar resistencia a ciertos impactos en las especies altamente sociales.
Qué pasa en abejas y hormigas
Por ejemplo, las abejas (Apis mellifera) y ciertas especies de hormigas presentan sistemas únicos de envejecimiento en el reino animal. En esas especies, las castas dentro de la colonia tienen roles diferenciados que afectan su longevidad.
Mientras que las abejas obreras suelen tener una vida corta, las reinas pueden vivir varios años, gracias a los cuidados de la colonia y a la protección frente a depredadores. Este fenómeno se da también en las hormigas, donde las reinas son considerablemente longevas en comparación con los machos y obreras. Este modelo de vida, marcado por la alta socialidad, permite a estas colonias aprovechar al máximo los recursos y asegurar la supervivencia de la especie.
Aunque a simple vista podría parecer contradictorio que los animales reduzcan la sociabilidad al envejecer mientras que en general la socialidad aumenta la longevidad, en realidad ambos estudios se complementan.
El primero sugiere que el envejecimiento social ocurre en especies donde la socialización intensa trae riesgos de infección o desgaste físico que pueden reducir la aptitud de los individuos mayores.
En cambio, el segundo estudio plantea que en especies con sistemas sociales más complejos, donde los beneficios de la sociabilidad superan los riesgos individuales, la vida en grupo incrementa la supervivencia y prolonga la vida.
En conclusión, la tendencia a la reducción de la sociabilidad al envejecer parece estar presente en especies donde la socialización implica costos altos. En cambio, mientras que en especies muy sociales, con estructuras de grupo bien definidas y beneficios compartidos, los individuos permanecen activos socialmente, y su longevidad refleja el valor adaptativo de la vida en grupo.
“Tras diferentes estudios hemos encontrado que hoy no se puede considerar a la sociabilidad en términos binarios -dijo Salguero-Gómez a Infobae-. Por eso, en mi artículo propuse considerar diferentes categorías, que van desde solitario, gregario, comunal, colonial, y social”.
En el primer grupo, hay especies como los tigres que son solitarios. En la segunda, se incluye a especies como las cebras o las aves estorninos, que no tienen mucha interacción social. Luego, en la categoría comunal, son especies que comparten el sitio donde se reproducen, pero no cuidan de las crías de forma cooperativa, como ocurre en algunas especies de aves.
En el caso de las coloniales, como algunas avispas y los pólipos de los corales, viven con alta proximidad y realizan alguna tarea de manera coordinada, como la obtención de recursos nutricionales. Por último. “están las altamente sociales, como las abejas, o los primates, que viven juntos con una organización estable y comparten la crianza de sus descendientes, como ocurre en el caso del elefante africano o la suricata”, afirmó.