Atrás quedaron los tiempos en los que la familia acaparaba las mesas en los casamientos. Padres, hermanos, abuelos, tíos, primos, sobrinos y hasta parientes lejanos eran protagonistas del festejo. Sin embargo, las costumbres cambiaron y hoy los novios priorizan a sus amigos, de manera que las bodas se transformaron en fiestas donde mandan los jóvenes, con poco espacio para los más grandes.

En los nuevos formatos de celebración, la familia ampliada queda relegada, en especial si se trata de parientes con los que los novios tienen escasa o nula relación, más allá de los lazos de sangre. La amistad y la cercanía prevalecen a la hora de armar la lista de invitados. Se trata de una tendencia que la wedding planner Paula Pérez Colman observa desde hace años y que se incrementa.

“Hoy se ven más eventos de gente joven y bancados por los propios novios”, describe la especialista. Recuerda que, anteriormente, los padres definían la cantidad de amigos que querían llevar a la fiesta. “Ahora son los novios los que deciden, también por una cuestión de que se casan con mayor edad y deciden cuánto van a gastar en la boda que ellos mismos pagan”, explica Pérez Colman.

La tradición de que el padre acompaña a la novia hasta el altar sigue vigente, aunque algunos jóvenes prefieren otro ingreso a la ceremonia

Hace una década, o más, las parejas se casaban mucho más jóvenes, la mayoría de ellas con ayuda económica de sus padres, que entonces tenían voz y voto, con una celebración más tradicional y familiar. En tiempos modernos, asegura la wedding planner, es una sorpresa encontrarse con novios de 28 años, por lo general, superan los 35. “Les piden a sus padres que inviten a sus dos o tres amigos más cercanos, a la familia directa, pero siempre y cuando tengan relación, y la lista se termina allí”, añade.

Romper moldes

Fátima Alvelo se casó en agosto de 2022, a los 36 años, y asegura que se consideró una novia “grande”. “Mi casamiento fue muy distinto al que hubiera tenido si me casaba diez años antes. La lista hubiera sido otra, quizás más influida por nuestros padres”, admite. Y afirma que muchos aspectos de su boda salieron de los moldes. “Yo había asistido a un colegio católico, era de mantener todo ordenado, por decirlo de alguna manera, era de conservar las tradiciones. Con los años rompí con algunos de esos paradigmas y entonces mi casamiento también reflejó eso”, dice.

De hecho, no se casó por iglesia con su esposo, Francisco. Una jueza encabezó la ceremonia en el lugar del festejo, no entró del brazo de su padre, no bailó el vals ni hubo cotillón. “Fue un evento muy a mi medida, de una persona de 36 años con ciertas cosas ya revisadas, entonces no hice nada que me sonara impuesto”, sostiene.

Las bodas modernas son a la medida de los gustos y necesidades de los novios

En cuanto a los invitados, Fátima cuenta que la gran mayoría eran jóvenes, entre 20 y 50 años. A la hora de armar la lista de parientes, ella viene de una familia grande, tuvo que hacer algunos ajustes. “En un abrir y cerrar de ojos tenía 200 invitados de mi lado”, recuerda. Entonces, tomó la decisión de incluir solo a aquellos con quienes tenía relación, a diferencia de la familia de su novio, que eran muchos menos. En definitiva: no había nadie que no supieran quién era o que no fuera importante para ellos. “En otro momento podría haber sido más complaciente, por ejemplo, para invitar a una tía lejana o dejar que mis padres invitaran a alguien por compromiso”, reflexiona.

La pandemia también impactó en el caso de Fátima. “Era una fiesta pospandemia, era la primera vez que volvíamos a tener un evento de estas características con mis amigos sin ninguna restricción y estábamos todos súper entusiasmados, queríamos disfrutar a pleno, queríamos tener una fiesta para nosotros”, señala.

Los jóvenes copan los casamientos y no solo en la pista

Listas de invitados y… conflicto familiar

Bajo esta dinámica, los jóvenes se adueñaron de los casamientos. “Hace unos días tuve un evento de 200 personas y creo que había solo unas 30 personas mayores, que eran los padres y tíos de los novios con cuatro o cinco matrimonios amigos”, indica Pérez Colman.

María Inés Novegil, event planner, también calcula las nuevas proporciones por rango etario. “Hoy, los padres y sus amigos pueden representar un 30% y el resto son amigos de los novios”, cuenta. “Las parejas deciden casarse más grandes, no ya tanto a los 20 años. Son independientes económicamente, en algunos casos ya conviven y tienen total poder de decisión sobre su fiesta. Es decir, de qué forma la imaginan, con quiénes quieren compartirla y, por lo general, valorizan a los afectos más cercanos”, explica. En este sentido, aporta un dato no menor: las bodas pasaron a ser eventos de 500 o 700 invitados, como pasaba en los 2000, a celebraciones con unos 200 asistentes promedio.

Coincide Mariana Philip, quien también se dedica a la organización de eventos sociales. “Muchas veces suelen aparecer conflictos respecto a la presencia de más o menos invitados de parte de los padres, en especial, cuando llega el momento de armar las mesas. Los novios quieren que sus amigos estén más cerca de la mesa principal y los padres quieren que los tíos sean los que tengan más cercanía”, detalla.

El armado de las mesas es un punto conflictivo con los padres y los novios suelen priorizar a sus amigos

¿En cuánto influye lo económico? “Por supuesto que cuando los padres son los que pagan de manera parcial o total el evento, tienen más participación en algunas decisiones. Pero depende mucho de la personalidad de cada uno el respetar los gustos de los novios o el querer imponer un estilo para mostrar a sus invitados”, analiza Philip.

En cualquier caso, asegura que el trabajo de la wedding planner es intentar mantener la armonía entre todas las partes. “La premisa básica es que los novios son los que tienen la última palabra, independientemente de las discusiones internas familiares”, sostiene. Y aclara que considera fundamental establecer desde el comienzo este límite para poder tener solo un interlocutor, lo que garantiza una organización prolija.

“Si los padres han tenido un rol dominante en la vida de sus hijos, es posible que esperen tener un alto nivel de decisión en la boda. Esto puede generar conflictos si los hijos desean autonomía en su organización”, señala Mara Fernández, licenciada en psicología. Los roces, según indica la especialista, suelen estar “vinculados a expectativas, dinámicas familiares y diferencias generacionales”. Más aún, en la preparación de un evento tan movilizante, se pueden jugar cuestiones subyacentes, como la necesidad de que los hijos sigan dependiendo emocionalmente de los padres.

Negociaciones en la previa

Los acuerdos son necesarios en la antesala de la fiesta para que nada arruine el momento más esperado, sobre todo por los que se casan. Pérez Colman comenta que muchas veces los novios terminan cediendo antes sus padres sobre algunos invitados. “Es una negociación, porque quizás los padres los ayudan a pagar la fiesta y también quieren pasar un buen rato junto a la familia y a sus propios amigos”, dice.

Desde una mirada psicológica, Fernández plantea: “El conflicto en torno a la lista de invitados no es solo un problema logístico, sino una manifestación de las dinámicas familiares. Manejarlo con comunicación efectiva y empatía puede no solo evitar tensiones innecesarias, sino también fortalecer la relación entre padres e hijos”.

La negociación y los acuerdos con la familia son fundamentales para llegar al día de la boda sin tensiones

Los regalos también pueden influir a la hora de pulir la lista. “A veces ocurre que los novios están un poco más reticentes al principio y después se dan cuenta de que sus papás les pagan el cubierto a sus amigos y que, a su vez, estos les hacen muy buenos regalos”, añade Pérez Colman. No obstante, son solo algunas concesiones.

Si bien el factor más conflictivo suelen ser los invitados, algunos mayores también se sienten excluidos de un ítem prioritario: la comida. “Antes los padres iban a las degustaciones y decidían desde el plato principal hasta el postre, algo que hoy es impensado”, grafica la organizadora de eventos.

El diálogo entre las generaciones parece ser la única manera efectiva para que el casamiento no se transforme en un factor de estrés para la familia. Aquellos padres que pueden entender las necesidades de sus hijos ý que la celebración no es de ellos aportan una cuota fundamental. Los novios que logran empatizar con la ilusión de sus papás y acceden a algunos pedidos también contribuyen para que la noche sea una una fiesta para todos.