“Algo hablo de español”, dice Marco Leonardi, de 53 años, apenas comienza el ida y vuelta de menajes. Un rato más tarde, ese “algo” se convierte en una charla fluida en perfecto castellano de casi una hora con LA NACIÓN. Ni el idioma ni la distancia ni la diferencia horaria son excusas: en su tono de voz se nota que para él -como para los espectadores- hablar de Cinema Paradiso es siempre un placer. Él fue uno de los tres actores que interpretó a Salvatore Di Vita en el film de Giuseppe Tornatore de 1988 que, en 1990, ganó el Oscar a Mejor película Extranjera (hoy Mejor película internacional).
Marco fue el Totó adolescente, el que empieza como un juego a ver a través de la lente de una cámara, el eterno enamorado de Elena que esperó debajo de su ventana largas noches por una señal, el que debió dejar la sala de proyección del cine para ir al servicio militar. Ese Totó que es el eterno amigo de Alfredo y quien se va de Giancaldo a Roma para triunfar como director de cine. “No la puedo ver porque empiezo a llorar, veo la película de mi vida”, confiesa y es inevitable no replicar en la cabeza la impresionante música de Ennio Morricone. Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia: así como su personaje dejó su pueblo por su carrera, él dejó Italia para trabajar en Los Ángeles. Totó se emociona con los recortes de besos en la escena final del film; a ambos el cine los atravesó desde muy temprana edad para hacerlos quienes son.
En el 2007, Leonardi interpretó a un personaje totalmente diferente, pero también apasionado: Diego Armando Maradona. Fanático del Diez desde antes de su llegada a Nápoli, cumplió “con responsabilidad, felicidad y miedo” su sueño de interpretarlo en Maradona, la mano de D10s, del director italiano Marco Risi con Julieta Díaz y Juan Leyrado.
—¿Cómo recordás Cinema Paradiso?
—Más tiempo pasa y más me doy cuenta que es querida por la gente, se sigue viendo y está en el corazón del público. Más pasan los años y mas me doy cuenta de la suerte que tuve de estar ahí. Era menor de edad cuando hice a Totó adolescente y es increíble. Yo venía de años de trabajar en cine y fue mi película número seis. Me encontré con Tornatore, que hacia los casting y estaba yo y otros siete; me llamó y quedé yo y tres actores más, hasta que quedé solo y empecé a hacer escenas con las actrices que se probaban para el rol de Elena. Así empezó este viaje que fue maravilloso.
—¿En ese momento se daban cuenta de lo que era Cinema Paradiso?
—Estábamos filmando y cuando estás en ese proceso no se dice que es una buena película porque trae mala suerte. Pero estábamos en la mitad y dos técnicos hicieron una apuesta de un millón de liras de que se iba a ganar el Oscar; o sea que a la mitad nos estábamos dando cuenta de lo especial que estábamos haciendo, pero jamás pensé en el Oscar, aunque desde ese momento había gente que empezaba a decirlo.
—¿Cómo era la relación con el elenco?
—Me encontré con un actor, Philippe Noiret (Alfredo), que sabía que era un ícono y un tío o casi abuelo, noble de alma, súper elegante, gentil y aprendí muchísimo de su porte. En el set, cuando uno es chico, roba todo con los ojos, absorbe.
—Igual que tu personaje aprendía del de él, de Alfredo.
—Mi primera escena la hice con él. Es cuando estoy en la estación de tren y me voy para Roma y dejo el pueblo. Después de la toma, Noiret habla con Tornatore y le dice: “Maco es un buen actor” y yo descarado le digo: “No, si no podés ver”, y responde: “Pero te escucho y tienes buenas pausas”. Y qué importante es tener pausas en una escena y escuchar a otro actor y al personaje. La escena fue la primera que se grabó pero en la película es la última porque me tomo el tren y empieza Toto grande. El nene Toto Cascio se llamaba Salvatore. También tenía seis años. Fue todo una gran magia.
—¿Y cómo fue el día después?
—Empieza a dar la vuelta al mundo, gana Cannes, el Oscar y ahí Alfonso Arau la ve y me ve a mí y dice: “Este va a ser Pedro en Como agua para chocolate”. Me abrió muchas puertas en mi carrera a nivel internacional. Después de eso me mudé a Los Ángeles y sigo trabajando para diferentes países. Tengo todo lo que tengo gracias a Cinema Paradiso. La hice a los 17 años, a los 19 me ofrecieron protagónico para la RAI pero decidí irme a México para hacer Como agua… No sabía mucho de cine mexicano pero con mi papá hablamos y dijimos que valía la pena. Fue un riesgo muy grande porque dejaba Italia en un momento muy caliente para mí y le decía que no a la RAI que es la número uno, para ir a México, donde no sabía nada. Me fue bien, era un joven Marco que quería salir de Italia, con ganas y la idea de ir del otro lado del océano, a América, a arriesgarse.
—Tornatore era muy joven también…
—Giuseppe tenía 33 pero tenía toda la película en la cabeza, porque cuando se grababa estaba por ejemplo con un iluminador y le decía exacto dónde poner la lámpara porque sabía en su cabeza lo que quería ver después.
—También en su cabeza tenía un film diferente al que se estrenó después. La película vio la luz con 155 minutos en 1988 y fue recortada a 124 minutos para las competencias internacionales. En 2002 se estrenó una versión extendida del director que dura 173 minutos. En esta Totó se encuentra ya de adulto con su amor, Elena, esta vez interpretada por Brigitte Fossey.
—Sí. Cambia muchísimo, en la de tres horas ves a Elena que es más grande, son dos versiones preciosas, pero si querés ir a Cannes no podés ir con tres horas. Tuvieron que editarla otra vez, hasta que fue de dos horas, entró y ganó y dio la vuelta.
—¿La volviste a ver muchas veces?
—No la puedo ver porque empiezo a llorar porque veo un Marco de 17 años y se va otra película, la de mi vida personal, que me afecta mucho emotivamente. En agosto la pasaron en la RAI y dije: “¡Wow! qué preciosa”. Y hay cosas personales que están muy dentro de mí. Es ADN por muchas cosas.
—¿Con tus compañeros te seguiste viendo?
—A Elena la vi hace dos años, los demás ya eran grandes y no están. Con el Totó chiquito hablamos varias veces, pero no hace cine. Hay cariño con todos y con el pueblo.
—¿Volviste a Giancaldo o hiciste como el personaje, que regresa recién 30 años después tras la muerte de Alfredo? (cuando Totó se va a Roma, su amigo le pide: “Vete y no vuelvas, no pienses en nosotros, no llames, no escribas y hagas lo que hagas, ámalo, como amabas la cabina del Cinema Paradiso”).
—Regresé, hace unos años, que hicieron un festival y me invitaron junto con la actriz que interpretaba a Elena, Agnese Nano, nos dieron el título de ciudadanos. Fue regresar y recordar la esquina donde hice tal escena, la plaza, hablé con gente que estaba cuando se filmó. Fue una cosa increíble, te explota el alma y te llena la vida de belleza gracias al cine.
—Volviendo al día después de Cinema Paradiso, ¿cómo fue tu paso por Los Ángeles?
—Estuve nueve años allí y en el 2002 regresé a Italia. Trabajé pero son dos mundos diferentes y cuando me fui todos me decían que estaba loco, pero me llamaba la raíz. Los actores nos confundimos por correr detrás de una carrera, y te perdés las cosas bellas de la vida. Yo quería volver. Volví e hice Almas negras, con la que ganamos muchos premios y ahí me vio Ridley Scott, que me convocó para hacer Todo el dinero del mundo, también sobre la mafia italiana. Tuve suerte en la vida y eso pasa cuando hacés buenas películas.
—Entre todas esas cosas que hiciste interpretaste a Diego Maradona.
—De chico jugaba al fútbol y tenía el número diez, era bajito y morocho, mi sobrenombre era Maradonino, así que te diría que estaba en mi destino. Justo la noche antes de la muerte de Diego una persona con la que no hablaba hacía unos diez años me mandó una foto de cuando tendría 11 años, más o menos, jugando a la pelota. No se puede explicar…
—¿Cómo llegó la convocatoria?
—Un amigo de mi hermano mayor le dijo que había visto que iban a hacer la peli de Maradona y le comentó: “Nadie más que Marco lo puede hacer”. Cuando me enteré llamé a mi agente y me consiguió una cita con el director. Le dije que me encantaría hacer el papel y me dijo que era una coproducción con España y Argentina, por lo que tenían que mirar a actores de todos lados y me dio una escena para el casting. Cuando la hice convencí a los argentinos.
—¿Pudiste conocer a Diego?
—No, no lo conocí. Supuestamente tenía que ser parte de la peli y las hijas y Claudia no estuvieron de acuerdo por algunas cosas que se contaban.
—¿Cómo fue la responsabilidad de ponerte en la piel de Maradona, a quien además vos admirás?
—Grabamos dos meses en Buenos Aires y después una semana en Italia. Cuando Risi dice: “El papel es tuyo” estaba feliz y al día siguiente sentí pánico, porque todo el mundo lo conoce a Maradona. Miré mucho de él, cómo caminaba y todo. No quería una imitación, así que hice un trabajo de interpretación y tuve que hacer menos de lo que vi. Miré muchas entrevistas como una en la que contó que no se fue de Nápoli con todos sus compañeros sino tres horas después con su Ferrari y que casi se accidenta y vi que lo contaba de forma divertida, era todo colorido como lo contaba. No era solo hacerlo físicamente sino buscar su manera. Fue un trabajo bastante duro y con miedo, pero una vez un par de argentinos me escribieron en redes para decirme que estaban orgullosos de cómo lo había hecho y que él era el uno.
Actualmente Marco vive en Roma y continúa ligado a la actuación, no solo en su país sino también internacionalmente. El año pasado terminó de grabar la serie inglesa Iris, dirigida por Terry McDonough (Breaking Bad).