Baptiste Gianeselli, defensor del patrimonio arbóreo de París, sentado en el tocón de un árbol recién talado. (X)

Madrid presume de ser “una de las ciudades del mundo con más árboles en sus calles”. La capital de España cuenta en sus calles con casi 300.000, por encima de otras ciudades como Sevilla, que cuenta con 270.000, o Barcelona, con 250.000, teniendo en cuenta su trama urbana. Las ciudades son cada vez más verdes, con Londres como uno de los ejemplos a seguir en Europa -primera ciudad del mundo en declararse parque nacional urbano-, otras capitales del continente han procurado seguir sus pasos.

París anunciaba a finales de 2023 su intención de eliminar un importante porcentaje de su asfalto y plantar 170.000 árboles de cara a 2040, con 300 hectáreas nuevas de espacios verdes. Un proyecto destinado a evitar convertir la capital de Francia en “una ciudad radiador, sino en una ciudad oasis”, tal y como expresaban los dirigentes políticos, pero que en la práctica también se ha encontrado con diversos problemas.

Demasiadas talas

Uno de los principales obstáculos que se ha visto en la plantación de árboles en París es, paradójicamente, el elevado número de talas que se llevan a cabo: 3.000 cada año, tal y como informa el medio actuParis en un reportaje que señala la inminente operación que se realizará en la ciudad para acabar con más de un centenar de árboles, algo que ha enfurecido a algunos expertos conocedores de la realidad parisina.

El Ayuntamiento de París ha expresado que dicha tala, una más de tantas que se realizan durante el año, viene motivada por el temor “de que los árboles caigan en la calle”, lo que hace que se convierta en una medida necesaria “en un contexto necesaria”. Esos árboles son sustituidos a continuación por otros más jóvenes, lo que a gran escala reduce el potencial medioambiental que pueden aportar los árboles a la ciudad.

“Es mejor cuidar prioritariamente los árboles existentes en lugar de talarlos en cuanto se rompe una rama”, explica Baptiste Gianeselli en el citado reportaje. Este defensor del patrimonio arbóreo parisino coincide con otros expertos en que la capital “maltrata” a los árboles, ora con falta de agua, ora con los collares -el pequeño espacio donde se plantan y emergen-.

Existen casos en los que los árboles ni siquiera se entierran adecuadamente, o en los que no se protegen sus raíces y la gente las pisa, de modo que la planta acaba ahogándose. Cuestiones, que a la postre, dañan el árbol y posibilitan la caída de una rama o incluso del tronco principal.

“Plantan para ganar dinero”

“Los árboles no son adecuados para crecer en las ciudades”, señala Gianeselli, que ve en este hecho la razón por la que se debe protegerlos con un collar “limpio y protegido” que utilice rejillas que rodeen el tronco para que las raíces puedan realizar. Esto se ha empezado a aplicar en varias zonas, pero en otras no.

Es el caso de los Campos Elíseos, donde, tras las manifestaciones de los chalecos amarillos, decidieron prescindir de las rejas para poner en sustitución “moldes” que “obstruyen el paso y sobre todo están demasiado llenos de tierra, por lo que las raíces no pueden respirar”.

Así, los expertos ven en este exceso de talas -y consecuente exceso de plantaciones de árboles jóvenes- en una nueva actividad especulativa del Ayuntamiento. “Por falta de agua se plantan árboles y luego se talan inmediatamente”, denuncia Alexis Boniface, copresidente del Grupo Nacional de Vigilancia de los Árboles, “plantan para ganar dinero”.

Pero al respeto que deberían tener esos árboles de mayor edad y envergadura se contrapone la utilización de esos mismos para el parque que se está creando enfrente del Ayuntamiento. «Esto es un doble error. Los árboles que ya tienen 20 o 30 años cuestan mucho más que los árboles que tienen 5 años. Y el riesgo de pérdida es mayor». De este modo, los parisinos podrían estar abriendo un espacio en el que, nuevamente, se darán nuevas talas en detrimento del objetivo de reverdecer la ciudad.