Ese diciembre de 2022, cuando se acercó a un domicilio de CABA para ofrecer ayuda en un operativo de rescate de 22 perros cachorros y adultos que eran explotados en un criadero, jamás imaginó que viviría los momentos más felices pero también más duros y tristes de su vida.

“Cuando llegaron los animales eran más de los que esperábamos y los tránsitos no alcanzaban. Fue la primera vez que vi a Batata: la tomé en mis brazos y empecé a acariciarla mientras ella cuidaba de sus cachorritos que se habían prendido a la teta. Nadie quería hacerse cargo de ellos tres. Y yo ya tenía bastante experiencia transitando. La vi con su carita de madre protectora y no dudé un segundo en que Batata tenía que venir a casa”, recuerda Florencia, que es voluntaria en una ONG que rescata animales.

En un entorno peligroso: una hembra de elefante marino, cuidó de su cría en un rescate en el que los vecinos también se comprometieron

La primera foto de Batata con Florencia, cuando la tomó en brazos y la bajó del camión de la policía.

“Estaba llena de cicatrices de las cesáreas”

Florencia instaló a Batata y a sus cachorros en un corral en el primer piso de la casa donde vive junto a su mamá. Los bebés no estaban bien de salud y mientras la joven los alimentaba a papilla, Batata los cuidaba y les daba calor.

“Sin perder tiempo, le hicimos una ecografía para descartar un embarazo ya que era una perra usada para parir y nos encontramos con que ya estaba castrada. Probablemente por su edad, ya no servía para hacerla parir por lo que luego de un parto la vaciaron. Lamentablemente esta castración también estaba mal hecha porque tenía un muñón reactivo en el útero. Lo peor de todo fue descubrir la enorme cantidad de cicatrices que le recorrían la panza de punta a punta de todas las veces que había sido sometida a una cesárea”.

Batata había llegado con diferentes problemas de salud. Para empezar, estaba con bajo peso y sin fuerza en las patas traseras, probablemente a causa de una mala alimentación. Además, una de sus orejas estaba completamente lesionada por una otitis crónica que no había sido tratada.

Batata en el corral que le armó Florencia en su casa, cuidando de sus cachorros.

A medida que se fueron realizando otros estudios, Florencia supo que el problema más grande para Batata era la columna ya que tenía hemivértebras, una afección típica de la raza. Si bien en ese momento no se veía comprometida, el paso del tiempo -sumado a la edad y la historia de la perrita-, hizo que el animal perdiera la propiocepción de sus patas traseras, y eventualmente la capacidad de poder caminar por sus propios medios.

“A Batata empezamos a mimarla y amarla desde el minuto cero. Ella tenía sus ratitos al sol en el pasto, donde dormía la siesta. Y siempre estaba con nosotras de acá para allá”.

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“Perder a Batata es un duelo muy difícil”

El típico día de Batata empezaba en la cama: la perrita siempre dormía con Florencia o su mamá. Temprano, salía al jardín a hacer pis y se quedaba un buen rato al sol y descansaba. Formaban parte de la rutina las visitas al veterinario. Todos los viernes asistía a sus sesiones de fisioterapia y acupuntura. Todas las noches tomaba su medicación súper contenta con un pedacito de queso. Lo más lindo del día era que el momento en que, por la noche, se preparaba para descansar: se acomodaba en los brazos de Florencia y, echada panza arriba, la tocaba suavemente a la joven con su patita para que le hiciera mimos.

“Con Batata hacíamos todo juntas. Ella era mi compañera de estudio y la incluíamos en casi todos los planes: comer en un restaurante pet-friendly, tomar mates en el río, hacer paseos y salir de vacaciones. A esos viajes los recuerdo especialmente con mucho cariño porque para ese momento no sabíamos el desenlace que iba a tener nuestra historia y Batata todavía podía caminar con bastante normalidad. Perder a Batata está siendo uno de los duelos más difíciles de mi vida”.

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“Es un fallo incomprensible”

En un giro impredecible de la historia, dos años después de haber recibido a Batata, en acatamiento de la orden de restitución dispuesta por la Sala I de la Cámara de Casación y Apelaciones en lo Penal, Penal Juvenil, Contravencional y de Faltas, Florencia fue obligada a restituir a la perra a su anterior tutora, la misma que había sido imputada y sobreseída por contravención sobre el artículo 128 del Código Contravencional (Ley 1472. Texto consolidado Ley 6017), sobre mantener animales en lugares inadecuados.

De los 22 perros rescatados el día del allanamiento, Batata y la pug Anastasia corrieron la misma suerte. Sobre los otros animales se decidió con un criterio diferente y hoy continúan en sus hogares de tránsito.

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“El fallo que decide la restitución de Batata es de los peores que se han visto en años y resulta un retroceso incomprensible. Si bien reconoce en Batata un sujeto de derechos, jamás se pregunta qué es lo mejor para ella, haciendo lugar al pedido del criadero de devolución y de prevalecer su carácter de propietario. Si el fundamento es la propiedad, sin considerar ninguna otra cosa, entonces a Batata se la sigue tratando como a un objeto, vaciando de contenido a sus supuestos derechos”, explica Lorena Laprebende, abogada, investigadora y docente en la Universidad Empresarial Siglo 21, que junto a Sergio Moragues, también abogado e investigador de la Universidad Sigo 21 y director del Campito Refugio, tomó el caso y vela actualmente por el bienestar de la perra y la familia que la acogió luego del rescate.

Para Florencia, el día de las restitución de Batata fue uno de los peores de su vida. En contra de su voluntad, asegura que tuvo que comparecer en la justicia y hacer algo que está completamente en contra de todos sus valores: devolver a la perra a quienes la habían maltratado y puesto en riesgo de muerte.

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“Me quitaron a la perra de las manos”

“Fueron horas de estar sola, parada con mi mamá mi hermana y mi novio, y Batata en brazos, sin saber qué hacer. Estuvimos más de cuatro horas paradas en la puerta del juzgado, en Palermo, sintiendo un terror horrible porque sabíamos que eran nuestros últimos minuto con Batata. Solicité hablar con la jueza y me negó la palabra. La condición era que me presentara con la perra. Finalmente accedí, quería conversar y que la jueza me explicara qué era lo que estaba pasando. Fui engañada: entré a la fiscalía con la perra en brazos y salí sin Batata. Recibí un trato sumamente hostil y me quitaron a la perra de las manos. No les importó que estaban siendo cómplices de maltrato animal. En un acto de sarcasmo absoluto me aconsejaron que me consiguiera otro perrito. Desde ese día, jamás volví a ver a Batata”, dice la joven entre lágrimas.

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La abogada Laprebende tomó el caso al día posterior a la entrega de la perra e inmediatamente hizo una presentación a través del Juzgado 28. En el documento elevado a instancias legales señala que Florencia nunca fue escuchada y, “en la medida en que sus derechos son afectados por la sentencia, la cosa juzgada no puede oponérsele a quien no ha sido parte de una proceso. Batata vivió más de dos años con la familia de Florencia, con el conocimiento y más aún la aquiescencia de magistrados y defensores, lo que consolidó una situación de hecho y un interés legítimo de Florencia que no se está considerando”, explica la especialista. Y continúa: “además, el derecho a ser oído es un derecho constitucional (art. 28 CN). El juzgado envió el escrito a fiscalía que, con apego a un excesivo rigorismo formal, opinó que la acción sobre Batata estaba fenecida por lo que había precluído la posibilidad de Florencia de ser tomada como querellante, algo que nunca se había pedido”, detalla Laprebende que es además directora del Instituto de Derecho Animal de la Asociación de Abogados de San Martín y miembro de la Red de Veterinarios en Catástrofes.

“Daría la vida por abrazar a Batata”

Con este dictamen Florencia no fue tomada por parte y nunca tuvo acceso al expediente. Actualmente se está solicitando en la justicia civil que se establezca un régimen de visitas mediante el cual Florencia pueda seguir en contacto con Batata. Lamentablemente quienes tienen a Batata en su poder no han concurrido a la mediación previa obligatoria.

En @todosxbatata se pueden seguir las actualizaciones del caso.

“Muchas veces me tocó ver mal a Batata y varias creí que iba a partir. Pensé en el final, pero de otra manera, más natural, rodeada de amor, en paz. Jamás imaginé que nuestro final iba a ser en una fiscalía, con la sensación de desesperación que me invade desde ese día. Los días siguen pasando y no sabemos nada de ella desde ese 17 de diciembre”, dice Florencia con congoja. “No entiendo por qué la esconden, o por qué no se presentaron en la audiencia. No entiendo por qué no nos permiten saber nada de ella. Nosotras amamos a Batata y solo queremos lo mejor para ella. Daría la vida por darle un abrazo más a Batata. Estoy sumamente abierta a dejar las diferencias de lado en pos de su bienestar para, por lo menos, hoy poder verla y explicar a quien la tiene todo lo que ella necesita. Ya pasaron mas de dos meses y seguimos sin saber nada. Estoy desesperada. Tengo el corazón destrozado. Batata ya tuvo muchísimo maltrato en su vida, y yo no la pude proteger. Solo pido piedad y ayuda para que la podamos volver a ver. Simplemente quiero saber que ella está bien”.

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