QUNEITRA, Siria.- El Ejército israelí aprovechó la situación de caos provocada por la caída del régimen del dictador Bashar al-Assad para ampliar su ocupación del territorio de los Altos del Golán, iniciada a raíz de la guerra árabe-israelí de 1967. En total, el nuevo territorio invadido se trata de una zona de más de 300 km2. En la franja septentrional, alrededor de la ciudad de Quneitra, se cuentan siete pueblos ahora controlados por el Ejército israelí. En conversaciones con una veintena de sus habitantes, aparecen multitud de quejas por una ocupación querepresenta una flagrante violación de la legalidad internacional.
“En Hamidie, destrozaron varios edificios públicos y se incautaron de todo tipo de material, incluidas las computadoras… Ahora, la mayoría de los desplazados ya han regresado a su casa. Pero los soldados sólo nos dejan salir y entrar del pueblo de las 10 a 15 horas, un serio problema para los estudiantes y los que trabajan fuera”, se queja Hail Abdala, el mukhtar -una mezcla de alcalde y notable- de la aldea de Hamidie.
Hace diez días, en el Centro Cultural de Quneitra se celebró la primera reunión pública con la ciudadanía de la región organizada por el gobierno interino de Damasco. El máximo representante gubernamental era Abu Barca. En el turno de preguntas, buena parte de las intervenciones se volvieron en torno a los enfados derivados de la ocupación israelí. “Hace 20 días que no tenemos agua. ¡Eso no puede ser!”, espetó el primer ciudadano en hacerse con el micrófono.
La invasión israelí ha supuesto una alteración o interrupción de algunos servicios básicos, como la cobertura de los teléfonos móviles, la distribución de pan y, sobre todo, el acceso a la electricidad y el agua corriente. Maher, el joven alcalde de la aldea de Konada explica porqué ya no sale el agua del grifo: “Los israelíes han ocupado los dos pozos de las montañas que abastecían nuestros pozos, y no nos dejan acercarnos para hacerlos funcionar”.
Israel ocupó buena parte de los Altos del Golán durante la Guerra de los Seis Días, en 1967, pero no fue hasta después de otra guerra, en 1974, cuando firmó un armisticio con Damasco que establecía un perímetro desmilitarizado del lado sirio, que es el territorio recientemente invadido. Desde entonces, una misión de la ONU formada por unos 1200 cascos azules monitoreó el cumplimiento del acuerdo, pero se retiró de la zona tras la ofensiva terrestre israelí del 8 de diciembre pasado, horas después de la huida de Al-Assad a Rusia.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, declaró que las tropas permanecerán en territorio sirio hasta que no se llegue a un nuevo acuerdo de seguridad con el nuevo gobierno, liderado por la milicia islamista Hayat Tahrir al-Sham (HTS). Además de la ocupación, Israel ha realizado más 500 bombardeos en Siria, la mayoría contra dependencias del ejército, reduciendo sus capacidades en más del 80%.
Manifestación
El trazado del nuevo confín es ambiguo, ya que Israel lo ha ampliado en las últimas tres semanas y, además, a menudo hace redadas en los pueblos que continúan bajo control de Damasco en busca de armas. Con alguna de estas dos intenciones se presentaron unos 40 soldados israelíes en Suesa, un pueblo de grises granjas de ladrillo diseminadas en torno a un camino rural. Los vecinos enseguida organizaron una manifestación para exigirles que se retiraran. La violenta reacción de los soldados provocó a siete heridos de bala, incluido un chico de 15 años que se encuentra hospitalizado en estado crítico. “Los niños son los que más sufren la situación, por el estrés que genera la presencia de los soldados y los tanques por sus calles”, apunta Abir Rueli, una joven pediatra.
“Durante media hora, estuvimos delante de los soldados gritando eslóganes. Fue una manifestación completamente pacífica. Nosotros éramos unas cien personas. Entonces, de repente, abrieron fuego. Primero dispararon contra el suelo, pero un par o tres de personas recibieron un impacto directo de bala”, explica un joven de Suesa que participó en la movilización y prefiere mantener el anonimato por miedo a represalias. Tras el incidente, los soldados se marcharon y no han vuelto. En varias ocasiones, los soldados israelíes también han disparado en dirección de periodistas que les filmaban.
“Estamos en contacto con Damasco y esperamos, paso a paso, poder solucionar los problemas con el vecino”, se limitó a decir Abu Bara en la reunión en respuesta a las quejas de los vecinos por la ocupación de sus tierras. El hecho de que se refiriera a Israel como “vecino”, y no “enemigo”, levantó suspicacias. La misma reacción provocaron unas declaraciones unos días antes del nuevo gobernador de Damasco, Maher Marwan, en el que aseguró que el nuevo Ejecutivo no tenía “ningún problema con Israel” y no quería “hacer nada que amenazara” su seguridad.
Por eso, algunos detractores de las nuevas autoridades han cuestionado su patriotismo, al sugerir que podrían haber llegado a acuerdos secretos con Israel o Estados Unidos. Sin embargo, con las capacidades del Ejército sirio casi completamente destruidas, a Damasco no le queda otra alternativa que jugar la carta de la moderación y la diplomacia con su belicoso vecino.