Cuando Weronika Somerville, a sus 14 años, se despertó de una operación cerebral para extirparle un tumor, no reconoció a las personas que estaban en la habitación del hospital. Eran sus padres. En el trayecto hacia un escáner posoperatorio, un médico empezó a hablar con ella. Se dio cuenta de que la joven no tenía ni idea de quién era él, a pesar de que era el cirujano que había llevado a cabo su intervención. Weronika había sufrido una complicación poco común: una amnesia retrógrada inusual. No podía recordar acontecimientos ni personas de su vida pasada. Sus recuerdos nunca volvieron.

“Solo sé lo que me contaron mis padres”, le dijo Weronika a la BBC. “Los médicos me preguntaban si los conocía. Recuerdo muchas caras que no había visto antes. El regreso a casa fue aterrador. Me daba miedo subirme a un coche. Simplemente, hacía lo que me decían. Me sentía como si volviera a casa con desconocidos que decían ser mi madre y mi padre. Mi madre me estaba enseñando la habitación que habían arreglado para mí después de la operación, pero nada de eso parecía mío. Recuerdo que miraba mi ropa y pensaba en quién se la habría puesto”.

Weronika, de Prestonpans, una ciudad escocesa cerca de Edimburgo, cuenta que pensaba que estar allí era lo correcto, pero que toda su personalidad y sus relaciones familiares cambiaron. Afirmó: “Ellos nunca perdieron esa conexión conmigo, pero incluso ahora no creo que mi relación sea tan cercana como ellos quisieran. Estoy más aislada y fui más independiente desde la operación”.

“Mis padres constantemente me mostraban álbumes de fotos, y eso me molestaba mucho. Hablaban y se reían de cosas que yo había hecho cuando era más pequeña, pero por más que intentaba concentrarme en ellas, no recordaba nada. No me gustaba mirar fotos con ellos porque mis padres tienen un apego emocional a esos momentos y yo no”. Weronika tuvo que volver a aprender todo, empezando por las matemáticas de la escuela primaria y el inglés.

Dijo que le llevó poco tiempo volver a aprender, ya que después de que le enseñaran las lecciones, la memoria parecía desbloquearse: aprendió las tablas de multiplicar después de repasarlas dos veces. En la escuela secundaria, tuvo dificultades. No reconocía a ninguno de sus amigos y, al empezar de nuevo, se sintió atraída por diferentes personas. Después de una década de seguimiento, el tumor de Weronika comenzó a crecer lentamente y, en marzo del año pasado, llegó el momento de tomar medidas.

Otra cirugía cerebral

Weronika, a punto de casarse, necesitaba una cirugía. Y uno de sus primeros pensamientos fue: ¿volvería a perder la memoria? “Estaba devastada. El cirujano dijo que definitivamente era posible que volviera a suceder. Pero, esta vez el tumor era más profundo y necesitaba la cirugía para mejorar mi expectativa de vida”.

El tratamiento de Weronika se presenta en la serie de la BBC Cirujanos: Al límite de la vida. En la serie, el neurocirujano especialista Imran Liaquat del Servicio Nacional de Salud (NHS) en Lothian, Escocia, explica el peligro de la complicada intervención.

El tumor estaba en el lóbulo frontal derecho del cerebro de Weronika, la zona responsable del pensamiento abstracto, la creatividad y la concentración. El cirujano tendría que identificar qué es tumor y qué es tejido normal y luego extirpar alrededor de este sin cortar tejido que pudiera afectar la función cerebral.

“Preservar la función cognitiva es muy importante, es la esencia de quienes somos como individuos y los cirujanos pueden alterarla. Somos responsables de las complicaciones y ponemos a prueba los límites de una extirpación óptima y eso te afecta”, dijo Liaquat. Agregó que era imperativo extirpar la mayor cantidad posible de tumor. “La evidencia de tumores como el de Weronika es que necesitamos extirpar al menos el 80-90% del tumor para aumentar la ventaja de supervivencia”.

En el quirófano lo acompañaba el hombre que realizó la cirugía original de Weronika cuando era adolescente: el neurocirujano especialista Drahoslav Sokol. “No es fácil pensar en hacer otra cirugía, particularmente en el contexto de su complicación anterior, pero realmente necesitamos extirpar su tumor para prevenir más problemas en el futuro”, señaló Sokol.

“¿Qué pasa si él ya no me gusta?”

Weronika estaba aterrada de despertarse y no reconocer a su prometido, Cameron. “El miedo era que la última vez que esto ocurrió cambió mi identidad: ¿qué pasará si él realmente ya no me gusta?”.

Pero, Cameron se lo tomó con calma, haciendo álbumes de recuerdos fotográficos y álbumes de recortes de su relación y escribiendo notas y cartas a su prometida. “Ella significa todo para mí, absolutamente todo. Si perdiera la memoria, tendría que hacer que se enamorara de mí de nuevo y seguir desde allí”, dice Cameron.

Prácticamente, Weronika anotó todos sus datos bancarios y contraseñas, preparó un testamento y escribió una carta a su pareja para el peor de los casos. Al volver de la operación, la sala contuvo la respiración.

“Me desperté y todos estaban allí. Esta vez no sentí que me hubieran operado, sentí que había dormido una siesta”, afirma Weronika. “Mi familia estaba exhausta. Pero yo estaba completamente consciente y sabía exactamente lo que había pasado. Pude hablar”. “Vi a Imran y recuerdo haber dicho ‘me acuerdo de vos’”.

Weronika se está recuperando bien y se casó con Cameron en diciembre. La joven espera poder tener una vida feliz después de que le extirparon el 100% del tumor y está en deuda con los dos hombres que lo hicieron posible. “No creo que pueda expresar toda mi gratitud a esos dos cirujanos”, afirma. “Esta es la segunda vez que me salvaron la vida. Cuando lo ves, te das cuenta de lo que hay detrás de todo esto y son como dioses, son increíbles”.

*Por Debbie Jackson