HAIL (Arabia Saudita).- Miraba al cielo y suspiraba cada vez que tenía que hablar de su cansancio. “Estoy reventado”, sin más vueltas, respondió Kevin Benavides tras siete días consecutivos forzando el físico. Hasta se daba el lujo de bromear, diciendo que “no estuvo nada mal para ir con un brazo y medio”, mientras cumplía sus 36 años, el jueves 9 de enero disputando la quinta etapa del Rally Dakar en Arabia Saudita. De la recuperación imposible al rally raid más duro del mundo, hasta el momento en que la razón se impuso y la determinación de bajarse de la moto, hasta tanto se restablezca, se anunció en el cierre de otra fría jornada arábiga desde la tenue luz de un motorhome junto al equipo que empaca para seguir adelante con los otros pilotos.

En mayo del 2024, Kevin sufrió traumatismo craneoencefálico por un golpe fortísimo entrenando en su pista de motocross, en Salta, que lo llevó a pasar varios días internado en cuidados intensivos y despertar sin certeza de lo sucedido pero con la convicción de que era grave, al ver los rostros de sus familiares en el sanatorio. Además, una fractura en el húmero del brazo izquierdo dañó el nervio radial y, con ello, perdió la posibilidad de dominar los movimientos de la extremidad y las falanges.

Kevin Benavides, en su última etapa

Pasaron muchas operaciones y semanas de recuperación, de pronóstico complejo y con sólo una visión inquebrantable, como la del protagonista, para enfrentar el momento. Se propuso correr el Dakar en enero, por lo que subió a una moto a fines de septiembre, cuando faltaban cien días para la gran carrera que lo envolvió de emociones al cruzar la imponente rampa de salida en Bisha, hace una semana. Pero, Kevin Max Benavides admitió que este compromiso lo hizo solo con la versión de “Kevin”, pues le faltó la mitad agresiva, que el norteño atribuye a ese tal “Max” de su segundo nombre.

Como si en medio de las competencias ese lado agresivo e invencible tomara control del cuerpo para conseguir los sensacionales resultados. “Lo hablé con mi psicólogo y dijimos que lo mejor era dejar guardado a Max por esta carrera”, sonrió al hablar de esa figura tan caprichosa con la que él mismo encuadra las cosas inexplicables que hace cuando monta la KTM. “Soy el mismo, solo que a Max lo tenemos guardadito”, reiteró.

Kevin Benavides abandonó el Dakar

La semana pasada fue la más dura que se recuerde en el Dakar, al menos de la última década. Tuvo una etapa de dos días (48 horas chrono) que obligó a las tripulaciones a dormir en pequeñas carpas en medio del desierto y otra, llamada ‘maratón’, en la que un campamento beduino, nostálgico, fue todo lo que tuvieron bajo las estrellas y a merced del frío del norte saudí. “Estoy muy contento de haberla finalizado, porque fueron días muy duros de entre cinco y seis horas de carrera cada uno”, contó el mayor de los hermanos motociclistas. Continuó diciendo: “Fue muy exigente, más que en otros Dakar”.

El día de descanso vino perfecto porque, para ser sincero, estoy reventado”. Explicó cuál es su situación en la entrevista: “Sufrí mucho, estoy corriendo con un brazo… Este otro está muy finito, perdí musculatura y no tengo la movilidad completa de los dedos de la mano, ni puedo cerrarla”. En el repaso de las molestias constantes, reconoció que fueron trabas para poder conducir a su estilo. “Esto me hace manejar de una manera diferente a la que lo hacía. Compenso con el otro brazo y el cuerpo, pero todo pasa factura”, resumió quien ganó dos veces esta carrera, en 2021 con Honda y 2023 con una estrategia límite sobre la KTM.

“Es verdad que para los médicos y muchas personas era imposible que pudiera, pero yo seguí mi instinto y mi pasión”, remarcó aún con el box instalado para la carrera. Horas antes de la decisión que cambiaría el rumbo deportivo del día, Kevin miró atrás y remarcó: “llegué al día de descanso y pude celebrar mi cumpleaños arriba de la moto, haciendo lo que me gusta”. Tal vez, en medio de ese balance, volvió su mente a los días más difíciles, de recuperación, sacando sobre el tapete un análisis más humano que el que pueda dar un rider. “Hace siete meses peleaba por mi vida por la lesión que tuve en la cabeza y hoy estoy corriendo un Dakar. Me hace sentir orgullo del trabajo que pudimos hacer”, concluyó. Fue lo último que dijo antes de volver al motorhome con su hermano Luciano y su padre, Norberto.

Tras ello, fue hasta donde está la moto que Germán Olivares, su mecánico, presentó impecable, firmando con marcador plateado sobre el número 47 que lo identifica: “Volveré por más #1″. Lo que nadie esperaba, se hizo realidad. Explicó que “la inteligencia sobre la pasión” fue lo que ayudó a tomar la determinación. “Prefiero seguir el curso de mi recuperación y dejar de forzar mi brazo a niveles tan extremos”, razonó a la hora de los anuncios. Con ojos humedecidos, agradeció el acompañamiento hasta el momento de parar, “por decisión propia, para conservarme”. Prometió volver más fuerte y, con todo lo demostrado, nadie lo puede dudar.