LAS VEGAS, Estados Unidos.– “¡Corre! ¡Corre! ¡Corre!”, se decían entusiasmados unos a otros los pocos periodistas argentinos que, ya entrada la tarde en Las Vegas, procuraban confirmar si Franco Colapinto tendría la oportunidad de ejecutar una revancha sobre ruedas. Esto, tras su inesperado accidente, cuando, ambicioso y superveloz, intentaba mezclarse con los mejores en la grilla de salida del sábado a las 22, hora local, las 3 de la madrugada del domingo en Argentina.
Muchas noches habrá pasado Colapinto mirando el techo mientras otros decidían si pasaría a la Fórmula 4 española. Otras, proyectando sobre el cielorraso la imagen de un auto de Fórmula 3 o de Fórmula 2. Tampoco durmió mucho antes de su primera prueba con un Williams de Fórmula 1, la de Abu Dabi de fines de 2023. Es raro verlo nervioso, y si algo de ansiedad lo invade, lo disimula cebando algún mate más.
Tras el espectacular accidente del viernes durante la Q2 del Gran Premio de Las Vegas, tuvo que pasar por una revisión médica. Visiblemente apesadumbrado, abandonó el circuito con el rostro oculto, seguido por sus managers y su padre. Aníbal Colapinto lo acompañó hasta que el joven intentó dormir y extraer una enseñanza, pero no un remordimiento por el error que lo había llevado a chocar su FW46 en la rápida curva 16 del trazado urbano.
Al día siguiente quedaba una formalidad: un segundo examen clínico que debía verificar si estaba apto para competir. En los garajes, sus mecánicos y los de Alex Albon trabajaban a destajo para rehacer completamente un coche muy dañado. El impacto no solo había sometido por algunos milisegundos a Franco a una desaceleración de 50G, sino que también había destrozado tres esquinas del auto, incluidos suspensiones completas, alerones delantero y trasero, pontón derecho y todos los órganos internos que contenía.
Cerca de las 14.30 (19.30 de Buenos Aires), Franco concurrió a la cita con los doctores de FIA en el centro médico de la organización, donde se expuso a la segunda verificación de sus condiciones físicas y neuromotoras. Y regresó al acristalado motorhome del equipo en la ancha calle de boxes construida por Liberty Media para albergar “su carrera”. En los boxes, un reducido grupo de mecánicos daba los últimos toques a un auto que se había desmontado por completo, había recibido un nuevo chasis de carbono y estaba siendo ajustado para quedar listo.
“Apto para correr”, le dijeron los médicos de FIA. Sin embargo, quien preguntaba al staff de Williams recibía una escueta respuesta: “Sin novedad. Cuando haya algo que decir, lo comunicaremos oficialmente”.
Pero de regreso del centro médico, Franco se mostró sonriente. Levantaba el pulgar derecho y respondía “bien, bien”, cuando le consultaban cómo estaba. A las 15.15 (20.15) emergió del hospitality acompañado por personal de comunicación de Williams. Cuando le preguntaron “¿corrés?”, miró a su acompañante antes de contestar y dijo “estamos viendo”. Pero sonreía, le bailaban los ojos y levantaba un vaso con té helado a la manera de un pulgar en señal afirmativa.
Se metió al garaje para ver cómo el coche al que había herido la noche anterior estaba ya dispuesto para una reconciliación. Retornó al hospitality y a las 15.35 (20.35) Williams comunicó oficialmente que Franco Colapinto iba a protagonizar la 21ª carrera dominical de la temporada.
La noche había sido larga, y es probable que Franco haya repasado mil veces en su mente la película de su última vuelta en la Q2. Según los parciales, que incluían algunos récords absolutos, esa vuelta lo habría colocado entre los diez primeros, quizá incluso cerca de la sexta posición, y de pasar cómodamente entonces a la Q3.
Las consecuencias del accidente pueden ser mínimas o preocupantes, según la interpretación de los jefes de equipo interesados en sus servicios, principalmente Red Bull y Alpine. Estos analizarán con lupa su desempeño en las próximas carreras. Los accidentes de un novato tienen significados distintos para los jefes de equipo, de acuerdo con sus proyectos y la situación económica de la escudería. Un equipo rico con un piloto rápido y experimentado puede invertir en un novato prometedor, agresivo, como lo hizo recientemente Mercedes con Andrea Kimi Antonelli, que reemplazará a Lewis Hamilton en 2025. Y el propio Antonelli destruyó el coche de George Russell este año durante la primera práctica del Gran Premio de Italia. Red Bull, por su parte, tuvo la capacidad financiera para tolerar que el Max Verstappen de apenas 17 años chocara con asiduidad en 2015 y 2017 antes de calmarse y transformarse en el campeón que es hoy.
Dejando atrás la pesadilla pasada por agua de Interlagos, Colapinto no solo mostró velocidad de líder al batir tres veces en la prueba de clasificación a su compañero, Albon, sino también oficio como corredor. Sin embargo, en la vuelta de Las Vegas que terminó mal exhibió un estilo agresivo y ambicioso, de rasgos similares a los de aquel Verstappen, sobre todo al conducir un coche que difícilmente se posiciona entre los diez primeros. Una pregunta que pueden hacerse el equipo y él es: ¿valía la pena ir a fondo?
Nadie la exteriorizó, por supuesto. Con la participación de Franco en la carrera de Las Vegas confirmada oficialmente por Williams, emergieron del hospitality con rostros aliviados Aníbal Colapinto y los managers Jamie Campbell-Walter y María Catarineu. La española estaba contenta porque había confirmado que los equipos que pensaban en el argentino para 2025 mantenían su interés. También para ella y el entorno que acompaña al muchacho bonaerense, la noche había sido larga.
En definitiva, en la competencia principal de este fin de semana Franco no largará en la posición 14ª, que había conseguido con su tiempo de la Q2. Tendrá que hacerlo en boxes, dejando pasar al último piloto de la grilla, ya que las reparaciones necesarias en su coche infringieron las reglas de parque cerrado.