MAR DEL PLATA.- El último rayo de sol pega de frente sobre los acantilados, mientras desde el mar que está al pie hasta la ruta 11 distante a 200 metros cuesta arriba retumba “Olvidarte”, el hit de Emilia Mernes en colaboración con DJ Gordo que es el himno absoluto de este verano. Y se baila cuerpo a cuerpo, y se toma. Siempre. Producidos, eso sí. Aquí, a pesar del horario todavía playero, hay looks de pasarela.
Porque las consolas de sonido se ponen en marcha poco después de las 18 y la colorida iluminación láser de esta suerte de discoteca a cielo abierto se adueñará de todo, hasta medianoche. Es la pausa de una diversión que un rato después, allí mismo o en otro de los paradores, abre de madrugada un segundo turno para divertirse hasta el amanecer.
Los jóvenes son amos y señores en Mar del Plata. Se consolidan como la nueva locomotora del turismo y el consumo y cada jornada diagraman agenda y hacen escala en los sunsets y after beach que se multiplican, desde Playa Grande hasta Chapadmalal. Hay hoja de ruta, con paradas obligadas.
“Hay que elegir siempre porque hay bastante, pero vamos definiendo por los lugares donde entramos gratis o se paga porque toca alguien que vale la pena”, explica Bettina, de 23 años, que llegó el Día de Reyes y por diez días con Maia, Dulce y Luna, sus compañeras de facultad en la Capital.
La notoria presencia de visitantes del segmento que va desde los 18 a los 30 o 35 años, en crecimiento desde el período de pospandemia, está también alentada por una multiplicación de espacios y fechas pensadas para ellos. Con el formato de nocturnidad, pero todavía a plena luz del día. Los empresarios del rubro se aseguraron más de media jornada con sus boleterías y barras a todo ritmo.
Este año se sumaron nuevos paradores de playa que, con recitales, fiestas y eventos especiales buscan captar a un público que no solo es numeroso, sino que se caracteriza cada vez más por un buen volumen de gasto. Tickets de acceso, alcohol y transporte son los rubros en los se les va el presupuesto de vacaciones. “Para eso se trabaja y se ahorra en el año: para venir y dejarla toda con tal de pasarla bien”, dice Román, de la Capital, con una frapera en mano cargada de hielo en la que lleva una botella de gin y cuatro latas de agua tónica.
Así es esto, de sol a sol. Los trajes de baño desaparecen temprano o se integran a un look donde valen tanto ojotas como botas tejanas. El corpiño de bikini combinado con un short de jean a un vestido largo bien liviano o de hilo, a veces bien cargado de transparencias. Vale mantener los gorros que se usaron durante el día y también los anteojos para el sol.
Este año se afianzó El Calamar Loco, en Chapadmalal. Ya tuvo su Corona Session, desde la última hora de la tarde y bien cargado de gente. Este viernes habrá uno más con el dúo Sparrow & Barbosa y el domingo será el muy esperado Chandon Sunset, con la presentación de nueva variedad de espumante rosado y copa de bienvenida.
De sur a norte la ruta de los after beach tiene la siguiente escala en los bosques inmediatos al Faro. Samsara Beach activa sus atardeceres con bandas y DJ. Y este año se sumó, más próximo Punta Mogotes, Jano’s Beach, también sobre la estructura de un parador de playa que se acondicionó para estas fiestas. Este viernes tocará ahí el DJ italiano Stefano Ferrini.
Un viaje
Del cachengue a la electrónica, todo es un viaje entre música y tragos para divertirse sin alejarse de la playa. “Es poco lo que se duerme porque los after están muy bueno y por cansada que estés, no te lo querés perder”, explica Matilda, de 19 años, y le pone nombre: Fomo (del inglés Fear of Missing Out), un concepto aquí muy de moda entre los chicos que es el miedo a que haya algo que esté muy bueno y no haber estado ahí para disfrutarlo: el show de un músico, la presencia de alguna celebridad o esa salida que los que participaron repetirán como inolvidable.
Y no les tiembla la mano para meterla en el bolsillo y pagar. Hay invitaciones y se buscan mucho. Las chicas, en general, tienen el guiño para ingresar sin pasar por la boletería. Antes de las 19 es gratis. Luego, una entrada a un after va desde los 10.000 a 20.000 pesos. Aunque en general hay un mecanismo que asegura acceso y consumo: se pagan por mesas, para grupos de 8, 10 o más personas. Pueden costar entre 400.000 y 800.000 pesos, monto que canjean luego por bebidas.
Esta movida, que en una primera quincena cuestionada por su rendimiento en el ingreso de turistas, mantuvo casi todas estas propuestas de diversión con demanda plena, tendrá su pico en esta segunda mitad del mes. Con más fechas de artistas, ya confirmadas, y también más ingreso de visitantes.
Se han visto noches imponente en términos de concurrencia. Babasónicos tocó gratis para casi 20.000 personas en Mute. Es la misma cantidad de público que se espera allí para este sábado, cuando toque Solomun, un clásico de cada verano y el DJ más esperado de esta temporada. Llegan turistas desde otros países, varios de ellos en aviones privados, para ver estos espectáculos. Un ticket básico, para ver con los pies sobre la arena a este artista top, rondaba los 120 dólares. Se conjuga en pretérito porque se vendieron todos hace más de un mes.
Esta noche de viernes se vivirá por allí la colorida fiesta Bresh, otro clásico de enero con sus personajes, maquillajes y souvenirs al paso. La grilla que, con respaldo de Budweiser, se estira este año hasta febrero con presencias de Agents of Time, Massano-Innellea y Mariano Mellino.
Ahí nomás, también al lado del Faro, están Helena Beach y Sonora Park. Esta semana está el Festival Picheo, de reguetón, trap y música urbana y el viernes será el turno del DJ John Digweed, otro protagonista frecuente de estas temporadas marplatense.
Y en Playa Grande se vive otro mundo paralelo. Bruto es allí lo más concurrido y superior en la noche, así como Ananá con sus after, más orientados a los de 17 y más de 20 años. Comandan esa movida que se complementa con Quba, en Escollera Norte.
Al lado del complejo Normandina, en playa pública, el after beach ya es improvisado, sin DJ ni barras, pero siempre multitudinarios. La bebida llega en heladeritas. La música, con grandes parlantes. Y la energía eléctrica suele estar garantizada por un generador portátil que llevan los mismos chicos y transportan varios metros por la arena. Todo vale con tal de divertirse.