ROMA.- Adi tiene 26 años y está en último año de Filosofía de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Como a la gran mayoría de los israelíes, el 7 de octubre de 2023 -cuando el grupo terrorista Hamas atacó el sur de Israel, mató a 1210 personas y se llevó como rehenes a 250- le trastornó la vida: debió interrumpir sus estudios y, como reservista y oficial de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), en los últimos 15 meses pasó 200 días en Gaza, donde volverá a ir en marzo.
“Un día en Gaza es como un año, es un infierno. Vivir la guerra allí es la experiencia más fuerte que tuve en mi vida, es muy difícil de describir. Y creo que el plan para Gaza de [Donald] Trump, alguien que cada cinco minutos hace declaraciones indignantes, es una locura: no es realista sacar a los palestinos de allí y reubicarlos en otra parte”, dice a LA NACION Adi, que prefiere no dar su apellido ni que le saquen fotos porque es muy crítico de las FDI.
Junto a otros 33 jóvenes estudiantes israelíes, palestinos y estadounidenses, Adi participó de Meaning Meets Us, un encuentro organizado por Scholas Occurrentes, la Universidad del Sentido, la Universidad Hebrea de Jerusalén, Middle Meets y la Universidad de Notre Dame, en Roma, que culminó este miércoles con un saludo al papa Francisco en el Vaticano al final de la audiencia general.
“Hasta que en Gaza no surja un nuevo liderazgo palestino que reemplace a Hamas, que pueda asegurarnos que ya no es posible otro 7 de octubre en Israel, creo que no se puede hablar de un futuro de Gaza. Por eso lo que dijo Trump es totalmente loco, pero se la pasa diciendo cosas locas y habrá que ver si las cumple”, apunta Adi, en inglés.
Coincide con que el plan anunciado por Trump en Gaza es “un escándalo” su compañera Mysan Madr, palestina que vive en Israel y estudia Política, Filosofía y Economía en la Universidad de Tel Aviv. “Como miembro de la minoría palestina, siento una indignación absoluta, creo que no es ni la primera ni la última vez que alguien piensa que puede gobernar al mundo como le parece y que los gazatíes deberían irse de su tierra, de su ambiente, de todo lo que conocen, para ser evacuados a otro país, aunque sea temporario. Y es increíble”, dice a LA NACION esta joven de 20 años, también en inglés.
“Y no puedo entender cómo el mundo libre puede tolerar algo así. Me parece escandaloso y me recuerda la actitud de Estados Unidos con respecto a la reconstrucción de Europa o de Japón después de la Segunda Guerra Mundial, después de la destrucción provocada. ¿Se supone que debemos aplaudir y agradecer a quienes financiaron la muerte de niños, el genocidio y la destrucción de la gente de Gaza, porque ahora quieren reconstruir Gaza? Ellos no están reconstruyendo Gaza, están queriendo limpiarla de su gente y como palestina, soy muy consciente de lo que significa ser trasladado temporariamente: ningún palestino cree en eso porque la historia ha demostrado que nunca nos permitieron regresar a nuestra tierra ocupada como habían prometido y hay palestinos refugiados en todo el mundo que todavía tienen la llave de su casa porque mantienen la esperanza de volver a su casa… Por eso, reitero, pienso que el plan de Trump es absolutamente indignante”, suma.
Mysan, musulmana no practicante, y Adi, judío, pero no religioso, se conocen desde hace más de un año gracias a Middle Meets, una iniciativa nacida tras el trauma provocado por el ataque de Hamas, para generar espacios de escucha en la Universidad Hebrea de Jerusalén.
Para Adi, si bien al principio la misión en Gaza era clara -recuperar a los rehenes y aniquilar a Hamas-, después se desvió. “Ir a Gaza es ver cómo la naturaleza humana puede degenerarse y convertirse en lo peor imaginable, de los dos lados: vi oficiales queriendo quemar casas de gazatíes y por otro lado, los túneles de los terroristas en jardines de infantes. Sentí miedo de que me mataran, de que me secuestraran, vi muerte, destrucción…¿Pero cómo destruís una idea, la de Hamas? ¡Hay tanto odio de los dos lados! Pero yo conozco a mis hombres, mi batallón del EDI y son todos buena gente”, asegura.
“Nací de un lado del conflicto, pero, aunque no comprendo el 7 de octubre, sí comprendo, como soldado, la resistencia de Hamas, que tiene gente que todavía quiere combatir. Pero creo que necesitamos hablar, escuchar. Es un infierno Gaza, no hablo árabe así que no puedo hablar con nadie en Gaza, sin contar que cuando nos ven a los soldados nos tienen miedo, pero que creo que necesitamos hablar, necesitamos paz”, reflexiona Adi, que nunca pensó en irse del FDI y ser objetor de conciencia, porque está “lleno de contradicciones”.
“Todos en Israel estamos llenos de contradicciones en este momento en el que todos son fanáticos y están ideologizados”, lamenta.
A diferencia de Adi, Mysan no pudo entender a Hamas. “Es una organización terrorista que mandó al muere a su gente y que no representa a los palestinos, más allá que los medios apunten a unir las dos cosas erradamente”, advierte. También para ella el 7 de octubre significó un antes y un después. “El ataque de Hamas fue algo terrible, shockeante, pero también la guerra de represalia que se desencadenó después, que me hizo sentir culpable de ser palestina y estar del otro lado, en Israel, donde teníamos sirenas que nos advertían del peligro y refugios, mientras que en Gaza o en Cisjordania no existe todo eso. Todo eso me dejó el corazón roto”, admite. Además, el 7 de octubre significó para la minoría árabe-israelí -”que no somos ciudadanos de segunda clase, sino de décima”, subraya-, mayor discriminación y una virtual caza de brujas.
“El otro día mataron a seis personas, árabes israelíes, en diversos episodios, en 24 horas”, acusa. “Pero más allá de esto, pasamos a no poder expresar nuestra opinión porque es peligroso. Cualquier expresión de solidaridad a la gente de Gaza o en contra de la guerra es considerada un respaldo a los terroristas y hubo gente arrestada, despedida por poner un emoji con una paloma de la paz en las redes… Fuimos silenciados, no se puede hablar de nada”, denuncia, al subrayar que, en este sentido, su experiencia en el seminario romano, en el que pudieron conectarse e intercambiar opiniones, sin temor, representa “oxígeno”.
En este contexto, ¿aún es posible la paz? “Si fuéramos nosotros, los participantes a Middle Meets, los líderes del mundo, sí… No es que estamos de acuerdo en todo, pero sí en lo importante. El problema es que hoy tenemos locos y fanáticos en el poder”, contesta Mysan, que cree que para lograr la paz es necesario antes identificar las causas del círculo de violencia que azota a la región desde hace más de 70 años y reparar las injusticias.
“La paz es necesaria, no podemos seguir así, creo que algún día va a tener que llegar”, opina Adi, que está convencido, sin embargo, que eso será algo que su generación no verá: “Seguro voy a morir antes de ver paz en Medio Oriente”.