Apareció en las vías del tren Mitre en septiembre de 2022, en el área lindera a la estación Colegiales en CABA. En principio, pensó que era un gato perdido ya que lamentablemente hay muchos en esa zona, como en tantos otros lugares del país. Su estado era deplorable: piel y huesos, muerta de hambre y con mucho miedo y desconfianza.

“Solía andar sobre los escombros y piedras y no se acercaba a la vereda donde yo les dejaba agua y comida a otros gatos de una colonia vecina”, recuerda Claudia. “Hasta que un día hablé con el sereno encargado del actual edificio de departamentos que conforman el complejo del Parque Ferroviario y me dejó entrar. Fue así como comenzamos un vínculo con esta pequeña gata feral”.

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Solía andar entre los escombros y las piedras.

No era fácil acercase a ella. Al comienzo, Claudia se podía ubicar hasta los tres metros de distancia de donde se sentaba la gata. Ni uno más, ni uno menos. Salem, como la había bautizado, se ponía en guardia, bufaba y a veces hasta escupía.

Cuando perdió un poco el miedo, aunque con mucha cautela, la joven gata se empezó a acercar a las rejas que delimitaban con una de las calles de la estación. Pero, si veía a otro gato volvía a esconderse entre las piedras.

Salem se ponía en guardia y bufaba.

“No me dejaba tocarla, estaba preñada”

Desde el día que la había visto por primera vez, todas las tardes Claudia pasaba por el lugar, la llamaba y la gata llegaba corriendo. “Pero nunca me permitía tocarla, hasta que un día me di cuenta de que estaba preñada. Ahí empezó otra historia: durante meses, todos los días le llevaba comida especial para ella y se la dejaba en las piedras, donde había parido a sus dos crías”.

Para llegar hasta ese lugar debía ingresar con un permiso especial: entraba, le dejaba agua y comida y se retiraba. “Cuando tuvo a sus cachorros volvió a acercase a la reja, muerta de hambre. Comía desaforada y volvía a las piedras a cuidar de sus bebés. Yo los quería ver, pero ella no me permitía acercarme demasiado. Hasta que una tarde vi unas orejitas negras jugando en el cemento. A ellos también había que llevarles agua y comida”.

Meses después, cuando tuvieron la edad necesaria, Salem les permitió acercarse a la reja donde Claudia y otras voluntarias dejaban bidones especiales con agua y comida. Y así, con mucha paciencia, dedicación y esfuerzo, las dos mujeres del grupo Gatitos en las vías pudieron agarrar a los cachorros y darlos en adopción.

Una vez que daba a luz, Salem salía para comer y luego regresaba con sus cachorros.

“Comía un montón y desaparecía para parir”

Desde luego, Claudia también tenía intenciones de agarrar a Salem. Pero la gata era reacia a entrar en la jaula trampa. Ya estaba más repuesta luego de haber parido a su primera camada de gatitos y se acercaba todas las tardes a buscar su comida hasta que volvió a quedar preñada. “Otra vez la misma historia; comía un montón y luego desaparecía para dar a luz en las piedras, en medio de escombros, fierros retorcidos, chapas y durmientes de las vías. El lugar era un basural que, además, durante el día estaba lleno de maquinarias, excavadoras y obreros”, detalla Claudia con tristeza.

Para diciembre de 2023 las obras estaban prácticamente terminadas. Pero el lugar estaba minado de trozos de paredes detonadas y maquinarias de todo tipo. El hogar de Salem y sus dos nuevos cachorros estaba desapareciendo. La empresa de construcción se había llevado las casillas de los obreros y se había tornado realmente peligroso circular por el lugar.

El lugar era un basural y se había vuelto peligroso.

“Hacía mucho calor y había mucho ruido. Entré a la obra como una tromba en busca de esos cachorros a los que no les había podido encontrar ningún tránsito hasta el momento. Me puse en contacto con el arquitecto que la dirigía y después de muchas vueltas me permitió ingresar para buscar a los cachorros. No sabía dónde estaban, si vivían o estaban aplastados bajo los escombros, pero estaba dispuesta a encontrarlos”.

Esa tarde, cuando el lugar quedó más despejado, finalmente pudo verlos y atrapar a un bebé. Ya era 23 de diciembre. Al otro día volvió por el otro con jaula trampa y después de varias horas de espera finalmente el hambre pudo más y entró. Una vecina les dio tránsito a los dos hermanitos.

Una madrugada, Claudia finalmente pudo atrapar a Salem.

“Salem estaba aterrada, pero nunca atacó”

Todavía quedaba Salem, todo un desafío, “una gata que ya caminaba a mi lado, pero no se dejaba tocar. El lugar había quedado desolado. A partir del 25 de diciembre todas las tardecitas hasta entrada la noche iba con un transportadora y una jaula trampa esperanzada en atrapar a Salem y castrarla. Probé varios métodos pero ninguno funcionó hasta que una noche, ya cansada por el calor y los mosquitos aproveché que mandaron una persona de seguridad. Le pedí si podía cuidar los elementos y la jaula que me habían prestado. Yo iba hasta a mi casa para cenar algo y a más tardar a la una de la madrugada volvía a retirar las cosas. El lugar estaba lleno de gente en situación de calle que se metía en los trenes para desmantelarlos o dormir en el interior

Increíblemente una vez en casa, ya medio resignada y sin saber qué hacer, Claudia recibió el llamado de la persona de seguridad que le dio la feliz noticia: Salem había entrado en la jaula. Claudia la llevó a su casa y a los pocos días la pudo esterilizar.

Luego de ser esterilizada, estuvo 4 días en un jaulón prestado.

“Una rescatista me prestó un jaulón para tenerla en su recuperación con la esperanza de conseguirle en esos días un tránsito. Salem estaba aterrada pero nunca atacó, ni tiró una manito, nada. Pasados cuatro días de encierro decidí volver a soltarla en el mismo lugar donde ella se había criado”.

“Se sacan fotos pero nadie la ayuda”

El lugar siguió mutando… departamentos, jardines, más departamentos. Después de un año de estar castrada, de que las obras terminaran y se inaugurara el nuevo Parque Ferroviario, Salem todavía espera a la persona que le pueda dar tránsito o un hogar para siempre.

Salem espera a una familia que cambie su vida.

“Pensamos que es hora de que consiga una familia, que le permita conocer un hogar seguro, con protecciones y donde termine de sociabilizarse a su ritmo. Ella se hizo muy popular en el barrio, vienen a visitarla y sacarle fotos. Siempre está en el mismo lugar, en un trasto oxidado donde se resguarda del frío o el calor. Pero cuando uno la llama, enseguida se acerca en busca de comida rica, ya más tranquila, ya más confiada. Pasó a ser la atracción turística del lugar: le sacan fotos, conocen sobre su existencia pero nadie le da la posibilidad de un hogar de verdad”.

Salem es una gata especial y se merece un hogar a su medida. “Los gatos negros están estigmatizados y sin son adultos y no son falderos no tienen las mismas chances que otros. Quizá Salem necesite tiempo hasta entrar en confianza, pero será desde el momento cero una magnífica compañera, de eso pueden dar fe todos los que la conocen”.

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