El viernes al mediodía, Roberto Meza recibió la llamada que cambió todo: “Lo encontramos”. Desde la Dirección Departamental de Investigaciones de Bahía Blanca, le confirmaron que su hijo Joel, desaparecido desde el temporal del 7 de marzo, estaba con vida. Sin dudarlo, dejó todo lo que estaba haciendo, fue hasta la terminal de ómnibus en Corrientes capital y compró un pasaje para viajar esa misma noche.

El colectivo partió pasadas las 20.30. El trayecto hasta Bahía Blanca suele durar unas 23 horas, pero para él, el tiempo parecía haberse detenido. Cada tanto, enviaba mensajes a su familia: “Estoy más cerca de Joel”. La ansiedad crecía con cada kilómetro recorrido. Habían sido días de desesperación, de compartir su foto en redes sociales, de pedir información. Ahora, el final de la pesadilla estaba al alcance de la mano.

A la madrugada del domingo, el ómnibus llegó a destino. En la terminal lo esperaban sus otros hijos. Juntos fueron hasta la casa donde Joel descansaba. No quisieron despertarlo de inmediato, sabían que después de tantos días de incertidumbre necesitaba dormir. Pero en cuanto abrió los ojos, el reencuentro se volvió real.

El abrazo quedó registrado en fotos. En una, sus rostros se funden en un mismo gesto de alivio. En otra, con los ojos hinchados de emoción, la felicidad es evidente. Roberto no podía dejar de mirarlo.

“Estoy muy feliz”, dijo a LA NACIÓN. “[Estoy] Contento, agradecido con todos los que ayudaron. Pero dolido con mi provincia, que no me ayudó en nada, sabiendo que era un correntino el que estaba desaparecido y que su padre estaba ahí buscándolo. Ningún medio provincial se acercó a mí”, agregó.

Joel lo había perdido todo al llegar a Bahía Blanca, desde Corrientes, el mismo día en el que se produjo el temporal más grande en la historia de esa ciudad. El agua se había llevado su celular, su radio y su televisor. Solo tenía la ropa que llevaba puesta. “El teléfono quedó bajo el agua. No tenía cómo avisar. En la zona donde se refugió, el día de la tormenta, se cortó la luz y no pudo comunicarse con nadie”, explicó su padre. “No sabía que lo estaban buscando, hasta que alguien logró ubicarlo”, indicó.

Joel Alfredo Meza tiene 24 años y nació en Corrientes. Desde chico entendió que el trabajo era la única forma de salir adelante. Aprendió albañilería, cocina y distintos oficios que le permitieran un ingreso digno. Con ese empuje, Bahía Blanca se convirtió en su oportunidad: un empleo en el campo, un nuevo comienzo.

Pero el 7 de marzo, la peor tormenta en la historia de la ciudad cambió su destino. Durante horas, Bahía Blanca quedó sumergida en el caos. Se registraron vientos de hasta 150 km/h y lluvias que colapsaron los desagües. El temporal dejó 16 muertos confirmados y, en un principio, cerca de 100 personas desaparecidas. Según el fiscal general de Bahía Blanca, Juan Pablo Fernández, se logró dar con el paradero de todos los reportados como extraviados.

La felicidad de Joel y su padre no fue única. En distintos puntos de Bahía Blanca, otras familias vivieron el mismo alivio. Los abrazos se multiplicaron. En las redes sociales, en los grupos de WhatsApp, en los pasillos de los hospitales, se repetían las mismas frases: “Por suerte lo encontramos”, “Aparecieron bien”, “Ya me encontré con mis nietos”.

Las historias se parecían. Personas que quedaron incomunicadas, familias que pasaron días sin noticias, búsquedas que parecían interminables y que, de repente, finalizaban con un mensaje, una llamada, una dirección. La desesperación se transformaba en llanto, en agradecimientos, en promesas de no volver a perderse.

Las autoridades insistieron en la importancia de reportar cualquier dato sobre desaparecidos. La fiscalía de Bahía Blanca, ubicada en Estomba 127, se convirtió en un punto de referencia. También el 911, en el que cada llamada podía significar el inicio de un nuevo reencuentro.

Pero la tormenta dejó historias sin resolver. Aún sigue la búsqueda de dos niñas, Delfina y Pilar Hecker, de 1 y 4 años, respectivamente, desaparecidas desde la mañana del 7 de marzo. La camioneta en la que viajaban fue arrastrada por el agua cuando su familia intentaba salir de Bahía Blanca con destino a Mayor Buratovich, en el partido de Villarino. La corriente las sorprendió en el camino y la tragedia se desató.

Mientras algunos celebran el reencuentro, otros aún esperan respuestas. Las cicatrices del temporal siguen marcadas en la ciudad y en cada familia que todavía aguarda noticias. Para los Meza, la pérdida material es irrelevante frente a lo esencial: Joel está con vida. “No tiene nada, pero está acá”, dice su padre. Y eso, “después de tantos días de incertidumbre, es lo único que importa”.