Ciudad de México.- El arte contemporáneo argentino volvió a pisar fuerte por segundo año consecutivo en Ciudad de México. Convertida en epicentro de América Latina cada febrero, en la Semana del Arte coinciden ferias como Zona Maco -señalada como una de las más importantes de la región-, Material y Salón ACME.
Participan doce galerías argentinas, con ventas y nominaciones a importantes premios. Entre las adquisiciones por coleccionistas privados, se encuentran obras textiles del boliviano Andrés Bedoya y la cordobesa (residente en Jujuy) Candelaria Traverso, ambas de la galería Herlitzka & Co.
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Zona Maco, vidriera fundamental desde hace 21 años, nació como una plataforma para nutrir la escena artística mexicana, hasta transformarse en un centro global de intercambio cultural, fomentando un dialogo que se extiende mucho más allá de la región. “Nos sumamos a las tendencias del arte y la cultura como una plataforma que impulsa el arte, la fotografía, el diseño y las antigüedades. Es un punto de encuentro donde se fomenta el intercambio y la colaboración”, declaró a medios locales Zélika García, fundadora de la feria, que continúa hasta el domingo 9.
Allí, dos artistas argentinos son candidatos al prestigioso Premio Erarta, dotado de US$ 100.000. Uno de ellos es Osías Yanov, con su obra Rebelión y fuga en mi corazón. Su pieza de herrería artesanal y ebanistería propone una exploración de la espiritualidad como resistencia ante la crisis contemporánea, desafiando en su lenguaje las narrativas utilitarias y tecnológicas. Yanov ha expuesto en la Bienal de Berlín, en el MALBA y el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Su obra integra colecciones del LACMA de Los Ángeles y el Centro de Arte Reina Sofía en Madrid.
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Otra de las nominadas al galardón de la Fundación Filantrópica Erarta es Ana Gallardo, artista argentina residente en México, con su Conjunto Nº6, de la serie Estudio para la restauración de un perfil (2024), en el stand de Ruth Benzacar, que además trajo la obra de Liliana Porter.
Entre las presencias argentinas destaca también Marina Daiez (galería Nora Fisch), con su serie Ombú, inspirada en el árbol nativo de las Américas, cuya presencia en la llanura pampeana ha sido símbolo de resguardo y pertenencia a lo largo de la historia. En sus pinturas, Daiez enfatiza el antropomorfismo de esta especie, transformándola en un ser protector con presencia casi mística. Con exposiciones individuales en el Centro Cultural Recoleta y participaciones en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires y el MACRO, Daiez ha consolidado una trayectoria que combina lo sensorial y lo narrativo en su pintura.
Construcción y diálogo con otras realidades
“Siempre hay público internacional en las ferias, pero el de aquí es impresionante -señala la galerista Nora Fish sobre la importancia de la Semana del Arte de México-. Hay curadores de instituciones clave como el Reina Sofía y el Centro de Arte Dos de Mayo de Madrid o el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona; en todos los casos se interesaron por el trabajo de Yanov y Daiez”, cuenta a LA NACION.
Para Fisch, es notable que la producción cultural argentina mantenga su relevancia más allá del tamaño del mercado: “Buenos Aires es un hervidero cultural y eso es exportable, por eso valen los esfuerzos personales”.
Sucede que la participación en Zona Maco representa un esfuerzo independiente para los artistas y galeristas argentinos, que costean sus propios pasajes y stands. La embajada en México apoya en materia de difusión. Los sacrificios “valen la pena”, sigue la galerista, porque la feria en esta ciudad no solo ofrece una vidriera comercial sino también una plataforma para visibilizar el talento local en la escena global.
Para Yanov, cuyo trabajo ha estado presente también en las bienales de Gwuanju, en Corea del Sur, y de Gothenburg, en Suecia, “el protagonismo del arte argentino responde a una red de artistas, curadores, investigadores y gestores culturales que han dedicado años a construir lenguajes, expandir límites poéticos y repensar los modos de habitar el cuerpo, el espacio y la sociedad. Tiene su explicación desde “el contexto de crisis de sentido permanente”, reflexiona, en diálogo con LA NACION. “El arte en Argentina nunca ha dejado de ser un acto de resistencia, un espacio de imaginación radical y una forma de construir otras realidades posibles. Si el mundo mira hoy a la Argentina como una usina de ideas y prácticas artísticas es porque allí el arte es una necesidad vital”, asegura Yanov.
Por su lado, la obra de Gallardo, de la galería Ruth Benzacar, “parte de la necesidad de hacer del duelo un proceso público desde una perspectiva que pone en el centro la herida abierta de la violencia contra las mujeres”, de acuerdo al portofolio. Lo hace a través de la restauración de retratos y naturalezas muertas realizados por Carmen Gómez Raba, su madre. “Estoy convencida de que la producción del arte argentino es única, porque tiene una resistencia autogestiva, que no vi en ningún otro lugar del mundo. Su diferencial es que está muy anclada a la literatura. Así como la mexicana está anclada en su gran historia y patrimonio”, comenta a LA NACION.
Para Gallardo, lo más emocionante de la comitiva argentina de este año es que “todo es solidariamente acompañado”, es decir, todos se pasan datos y se ayudan. “Es muy difícil salir del país para mostrar el trabajo. La salida es un viaje muy fuerte de calidad y de complicidad, sin apoyos”, dice. Por eso sostiene: “Es una resistencia muy fuerte. Acá se está dando una lucha”.