Los gatos son animales fascinantes que, a pesar de haberse ganado un lugar cómodo en los hogares humanos, son depredadores natos. Detrás de esa bola de pelo y un cariñoso ronroneo se encuentra un cazador formidable, gracias a la combinación de sus sentidos agudos.
Desde la domesticación inicial, hace aproximadamente 9.000 años en el Cercano Oriente, hasta su presencia en nuestros hogares hoy en día, los gatos mantuvieron su instinto cazador como una parte central de su naturaleza. Estas condiciones no solo los hizo eficaces depredadores, sino también excelentes compañeros con una capacidad inigualable para detectar y reaccionar a los estímulos en su entorno. En particular, la evolución de estos felinos consistió en una fina sintonización de sus sentidos y habilidades físicas para maximizar sus oportunidades de caza.
Esta capacidad rapaz se mantuvo incluso en los gatos que viven en entornos urbanos, quienes a menudo cazan más por instinto que por necesidad. Porque además de ser una forma de supervivencia, es una fuente de estimulación mental y entretenimiento. La caza les permite liberar energía, afinar sus reflejos y satisfacer su curiosidad natural, lo cual es crucial para su bienestar emocional.
Para cumplir este rol, los gatos cuentan con una serie de características físicas y de comportamiento que los convierten en cazadores temibles: su agilidad felina, su capacidad para moverse sin hacer ruido, su cuerpo flexible y sus reflejos rápidos. La agilidad del gato le permite saltar grandes distancias y realizar maniobras acrobáticas en el aire, algo crucial para alcanzar a sus presas o escapar de posibles amenazas. Su capacidad para moverse sin hacer ruido es resultado de unas almohadillas plantares especialmente diseñadas para amortiguar cada paso, que le permiten acercarse sigilosamente a sus objetivos sin ser detectado.
Su cuerpo flexible, con una espina dorsal extremadamente elástica y una estructura ósea ligera, le da la capacidad de colarse por espacios estrechos y cambiar de dirección en pleno movimiento. Por último, los reflejos rápidos del gato, que son producto de un sistema nervioso muy desarrollado, le permiten reaccionar en fracciones de segundo a cualquier estímulo, como el movimiento repentino de una presa.
Los sentidos del gato, uno por uno
Pero es su conjunto de sentidos mejorados lo que realmente hace la diferencia. Uno de los más asombrosos es su visión adaptada a la caza en condiciones de poca luz, lo que los hace ideales para moverse durante el amanecer o el anochecer, cuando muchas de sus presas están más activas. Sus ojos poseen una capa reflectante llamada tapetum lucidum, que mejora su visión nocturna al reflejar la luz que entra y les da una segunda oportunidad de captarla. Esto les permite ver con claridad en situaciones donde los humanos apenas distinguen sombras, como indican desde el sitio web de Purina.
El sentido del tacto en los gatos no se limita solo a las patas, sino que sus bigotes, o vibrisas, juegan un papel fundamental. Estos son extremadamente sensibles y les ayudan a percibir pequeños cambios en el entorno, lo que es útil tanto para cazar como para desplazarse en la oscuridad. Actúan como radares que les permiten detectar cualquier obstáculo cercano, de acuerdo al medio especializado PetMD, lo que los ayuda a moverse con precisión aún en espacios estrechos y oscuros.
Aunque muchas veces no lo parezca, el olfato de los gatos está más desarrollado de lo que se cree. Si bien no es tan fuerte como el de un perro, es fundamental para su vida diaria. Los felinos usan su olfato para reconocer su territorio, buscar alimento y percibir señales químicas que otros animales dejan en el entorno. Incluso en las casas, un gato puede detectar la presencia de otros animales o cambios en el ambiente gracias a su agudo sentido del olfato.
La audición de los gatos también está muy desarrollada, lo que les permite percibir sonidos en un rango de frecuencias mucho mayor que los humanos. Pueden escuchar el más leve sonido producido por un ratón que se mueve entre la hierba o incluso detectar frecuencias ultrasónicas emitidas por los roedores. Sus orejas, extremadamente móviles, pueden rotar hasta 180 grados para localizar la fuente de un sonido con gran precisión, lo cual es crucial durante la caza.
A diferencia de sus otros sentidos, el gusto de los gatos es el menos desarrollado. Por ejemplo, estos animales tienen menos papilas gustativas que los humanos y no pueden percibir los sabores dulces, según informan los fabricantes de comida para mascotas Hill’s Pet. Esto se debe a que son carnívoros estrictos, y su dieta no requiere la detección de azúcares. En cambio, su paladar está más orientado a detectar las texturas y temperaturas de los alimentos que prefieren.