NUEVA YORK.– En las últimas semanas, durante una visita a Madrid, esta redactora aprendió una palabra extraordinaria para el vocabulario de tendencias: “cosmopaletismo”.

“Cosmopolita” es, evidentemente, una persona familiarizada y abierta a las culturas de distintos países. Pero aquí se mezcla con lo que debería ser su opuesto, “paleto”, un término despectivo para referirse a las personas rurales, a un estereotipo de gente con total falta de sofisticación.

“Cosmopaletismo”, entonces, se usa para referirse a la tendencia que implica tomar de manera pretenciosa y un poco ignorante o inocente modas extranjeras. La intención, explícita o no, es mostrarse original y de avanzada, sin darse cuenta de que todos están haciendo lo mismo (por lo que no se es ni original ni de avanzada).

El cosmopaletismo según Fanjul aflora en la moda, la comida, en el sector turístico e inmobiliario. “Una promoción en la ribera del Manzanares se hace llamar Brooklyn, como si aquello fuera el otro lado del East River neoyorquino. Puro cosmopaleto: tratar de rentabilizar lo guay foráneo llegando demasiado tarde”, escribe

En una columna reciente en El País, Sergio C. Fanjul dio algunos ejemplos de esto que ve en Madrid, capital que recorrió de punta a punta para su libro La Ciudad infinita. Crónicas de exploración urbana, que fue catalogado de “ensayo lírico” sobre las calles y sus edificios. “La carnicería de mi calle dejó hace unos meses de ser una carnicería para convertirse en una butcher’s shop. Y los butchers, o sea, los carniceros, lucen ahora luengas barbas y gafas de pasta, como los barberos de la barbería, que, perdón, ahora es una barber’s shop. Las panaderías-confiterías, ya casi todas franquicias, son ahora bakeries, y uno […] no puede dejar de sorprenderse del mogollón de gente que cifra la modernidad en utilizar palabras en inglés para cosas que tienen nombre en español: bajo al bar y me ofrecen food & drinks”.

El cosmopaletismo según Fanjul aflora en la moda, la comida, en el sector turístico e inmobiliario. “Una promoción en la ribera del Manzanares se hace llamar Brooklyn, como si aquello fuera el otro lado del East River neoyorquino. Puro cosmopaleto: tratar de rentabilizar lo guay foráneo llegando demasiado tarde” (“guay” siendo algo que despierta admiración, y Brooklyn, si se quería mostrar como un destino rompedor, está gentrificado desde hace años).

Las lentejas: ¿

“Es la paradoja contemporánea: queremos ser diferentes, uniformizándonos. En nuestra ansia de diferencia, nos vamos mimetizando a través del consumo”, analiza. Por eso “hay quien defiende que lo realmente rupturista ahora es no llevar tatuajes, y vestirse para pasar desapercibido –sostiene–, sin pelos de colores, sin flúor, sin ningún tipo de piercing”. Lo diferente y de vanguardia sería entonces, paradójicamente, lo tradicional. “Las lentejas, no el poke hawaiano”, simboliza.

La experiencia personal es que los avocado toast, cupcakes y hasta pavo de Acción de Gracias más deliciosos siempre se comieron allí. O los madrileños tienen mejores ingredientes o cocinan mejor o pasa algo muy raro

Es persuasivo. Pero hay unas pequeñas salvedades. Cuando esta cronista se estableció por un período en Madrid hace dos décadas (pero que, en cuanto a los cambios en la ciudad, parecen tres millones de años), que algo fuera “de toda la vida” era muchas veces el máximo elogio. Puede ser poco estimulante que tanto se sume a una misma moda internacional, pero, aun con errores, que haya un interés por incorporar lo que se ve como nuevo contribuye a lo vibrante que está la ciudad.

Segundo, que con varios años ahora acumulados en Nueva York, pero con viajes cada otoño a Madrid, la experiencia personal es que los avocado toast, cupcakes y hasta pavo de Acción de Gracias más deliciosos siempre se comieron allí. O los madrileños tienen mejores ingredientes o cocinan mejor o pasa algo muy raro.

Y tercero, al aterrizar en la Gran Manzana, esta redactora leyó en The New York Times que la moda gastronómica que se viene este otoño… son las lentejas. El matutino explica “cómo compensar el tiempo perdido” comiendo platos más sofisticados cuando dichas legumbres son lo mejor, siempre que se aderecen con “cúrcuma, comino, y se las deje brillantes con un toque final de jugo de lima”. Si es de cosmopaletos copiar este plato en Madrid en los bares que quieren estar a la última, esto significa entrar en una serie de interesantes contradicciones. Pero seguro que, igual, les salen buenísimas.