MADRID.— El escritor Javier Cercas, columnista de LA NACION, ingresó ayer en la Real Academia Española. El autor de Soldados de Salamina pronunció un discurso titulado “Malentendidos de la Modernidad. Un manifiesto”, en el que le rindió homenaje a Javier Marías, su predecesor en la silla que ocupa desde ayer; destacó en reiteradas ocasiones a Jorge Luis Borges; y disparó contra una “telaraña pertinaz de malentendidos” que se advierten en el ámbito literario y editorial. Cercas será uno de los protagonistas indiscutidos de 2025: en abril lanza El loco de Dios en Mongolia, un libro que recoge su experiencia en El Vaticano junto al papa Francisco, con quien viajó en secreto por las tierras asiáticas.

La noticia se anunció en el verano, en pleno junio: Javier Cercas (Cáceres, 1962) era el nuevo miembro de la Real Academia Española (RAE). Ingresaba así no solo a la prestigiosa institución, sino que además el honor era doble, pues ocuparía la silla que había pertenecido a Javier Marías desde 2008 hasta la fecha de su muerte, en septiembre de 2022. Ayer, ya con el otoño en curso, un domingo a las 19, tal como indica el protocolo de esta que institución que “limpia, fija y da esplendor”, se celebró el acto de ingreso, donde Cercas pronunció un discurso fiel a su narrativa: apasionado, inteligente, culto y políticamente comprometido.

A pocos metros del Museo del Prado, junto a la iglesia de los Jerónimos, en la calle Felipe IV, se encuentra la sede de la RAE. A las 19.10 ingresó Cercas con su levita de académico, ante un auditorio de pie, al escenario de este edificio de estilo clasicista construido en el siglo XIX. Cercas comenzó su discurso recordando al autor de Mañana en la batalla piensa en mí: “Marías se había construido una reputación de hombre difícil, pero la verdad es que aquel día todo fue muy fácil entre nosotros (como lo fue en la breve correspondencia que mantuvimos durante sus últimos años de vida, en la que vislumbré a una persona afectuosa y cabal”.

No solo recordó a la persona, a Marías, sino también al autor y Cercas reflexionó así sobre su narrativa. Fue aquí donde ingresó el nombre de Borges por primera vez en su discurso, al que consideró uno de los tres mayores revolucionarios de nuestra lengua, junto con Garcilaso y Rubén Darío. Cercas trazó un paralelo entre el autor de El Aleph y Todas las almas: “Los cambios que Borges y Marías le imprimen a nuestra lengua son, sin embargo, de signo opuesto (tal vez porque sus modelos esenciales también lo son, aunque en ambos casos sean británicos y casi contemporáneos: Chesterton, Stevenson, Shaw y Kipling, en Borges; Conrad y James, en Marías): el español de Borges es de una precisión, una concisión y un rigor inéditos, Marías, en cambio, dota o aspira a dotar el español de una anchura y un esplendor verbal shakesperiano (y de ahí que Shakespeare sea una referencia constante en su obra)”.

Los nicaragüenses en el exilio Gioconda Belli y Sergio Ramírez, los colombianos Héctor Abad Faciolince y Juan Gabriel Vásquez, el editor y periodista Juan Cruz Ruiz, la argentina Pola Olaixarac, Manuel Vilas, autor de Ordesa, la poeta Ana Merino, el escritor peruano Fernando Iwasaki y las principales figuras del periodismo cultural acudieron a esta ceremonia. Luego Cercas, en un hotel cercano, frente al Parque del Retiro, fue el anfitrión de un coctel donde saludó de modo afectuoso a cada uno de los presentes. En las mesas había jamón, pinchos de tortilla, empanada gallega y frutas.

El papa Francisco y Javier Cercas

“Cuando la literatura se propone ser útil, se convierte en propaganda o pedagogía”

Lo que antes era un secreto guardado bajo varios candados ahora comienza a convertirse en ansiedad en el mundo editorial. Cercas, ganador del premio Planeta, donde publicó su saga de Terra Alta, anticipa con entusiasmo, pero sin demasiados detalles que en abril lanzará una novela sin ficción donde narra su experiencia junto al papa Francisco en el Vaticano y en el viaje que emprendió junto a él por Asia: Dios en Mongolia, un libro que recoge los días de Cercas junto al papa Francisco en El Vaticano y en Asia donde intenta aproximarse a la idea de la inmortalidad y la fe. Cercas no se refirió a este próximo libro en su discurso, pero sí fue el gran tema de conversación durante el ágape.

La segunda parte del discurso estuvo dedicada a la encendida erradicación de algunos malentendido que Cercas y los lectores padecen en carne propia. El primero de ellos es el del escritor refugiado en su torre de marfil: “Ninguno de esos autores centrales de la Modernidad [como Proust o Kafka] —caso ningún gran autor del que yo tenga noticia— se inhibió de la realidad que lo rodeaba”.

El segundo malentendido se refiere al protagonismo del autor, por momentos “excesivo”, a quienes incluso se los sacraliza. El protagonista de la literatura es el autor: “Un libro sin lectores es letra muerta (…) Detesto todas las formas de populismo, pero sobre todo el populismo literario, porque nada me importa más que la literatura (salvo la vida, por supuesto)”.

El tercer malentendido rechaza la idea de que la buena literatura es minoritaria (“secreta, casi de catacumbas, y que la literatura que goza de lectores numerosos está incapacitada para ser buena literatura”). Cercas mencionó al escritor y editor argentino Damián Tabarovsky quien considera que “el éxito mainstream en la industria literaria es «imperdonable», puesto que «siempre implica alguna forma de derrota artística»”. Cercas cuestionó esta noción de que una novela de éxito implica un libro de mala calidad: “Aunque a la larga los mejores libros son los más leídos —al fin y al cabo, el único crítico literario infalible es el tiempo—, a la corta es tan necio considerar que un libro es bueno solo porque se vende mucho, según piensan bastantes editores, como considerar que es malo por idéntica razón, según piensan no pocos críticos: se trata de formas simétricas de pereza mental; también, de formas igualmente torpes de confundir la literatura con la industria literaria, que son dos cosas completamente distintas”.

El cuarto malentendido contra el cual disparó Cercas es aquel sobre el la inutilidad del arte, una idea que se asienta en una paradoja: “La literatura es útil siempre y cuando no se proponga serlo: en cuanto se propone ser útil, se convierte en propaganda o pedagogía”.

La candidatura de Cercas estuvo respaldada por tres miembros de la RAE: el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa —quien no acudió a la cita y quien cultiva el bajo perfil desde hace varios meses—, Pedro Álvarez de Miranda, erudito de la lengua, recientemente homenajeado en el Instituto Cervantes con un volumen de dos tomos integrado por estudios dedicados a su nombre y legado filológico y lingüístico, y la escritora Clara Sánchez, quien pronunció el discurso final, de contestación al previamente pronunciado por Cercas.