BRASILIA.- El expresidente brasileño Jair Bolsonaro, que enfrenta un juicio por un presunto intento de golpe de Estado y no puede ser reelegido hasta 2030 por decisión de la Justicia, afirmó hoy frente a miles de partidarios que su caso constituye “una negación de la democracia”.
“Quiero decir a quienes no me quieren en Brasilia: unas elecciones sin Bolsonaro son una negación de la democracia en Brasil”, expresó durante una manifestación en la popular playa de Copacabana, en Río de Janeiro.
Según los informes periodísticos, el acto tuvo una concurrencia menor a la concentración que realizó Bolsonaro en el mismo lugar, en abril de 2024 y muy inferior al millón de personas que pensaba convocar.
El dirigente de extrema derecha que presidió Brasil entre 2019 y 2022 llegó al estrado alrededor de las 10.15 (13H15 GMT), abriéndose paso entre manifestantes vestidos de amarillo y verde, los colores de Brasil.
‘No me voy a ir de Brasil. He elegido el lado más duro y no tengo ninguna obsesión con el poder. Si me pasa algo, sigan luchando’, dijo el expresidente ultraderechista
En un ambiente de mitin religioso, el expresidente pronunció su discurso desde un camión con un cartel que mostraba al presidente estadounidense Donald Trump con el puño en alto, después del ataque que sufrió en julio durante la campaña electoral en Pensilvania.
“No me voy a ir de Brasil. He elegido el lado más duro y no tengo ninguna obsesión con el poder. Si me pasa algo, sigan luchando”, dijo el expresidente ultraderechista en Copacabana.
“Estoy aquí porque quiero dejar un Brasil mejor para mis hijos. Vivimos un momento oscuro”, declaró uno de los manifestantes, el exmilitar de 64 años José de Souza Vitorino.
La manifestación se centró en la petición de amnistía para los partidarios de Bolsonaro implicados en el asalto al palacio presidencial, al Parlamento y al Tribunal Supremo en la capital, Brasilia, el 8 de enero de 2023. Ese día, miles de bolsonaristas asaltaron y vandalizaron el palacio presidencial, el Congreso y la sede de la Corte Suprema en la capital, Brasilia, una semana después de la investidura del presidente Luiz Inácio Lula da Silva. Los simpatizantes de Bolsonaro, que por entonces se encontraba en Estados Unidos, exigían en aquel momento una intervención militar para derrocar a Lula, quien había derrotado a su líder en las elecciones de 2022. Esos disturbios son una de las razones que llevaron a la fiscalía a inculpar en febrero al expresidente por un supuesto plan de golpe de Estado para mantenerse en el poder. Se lo acusa de ser el líder de una “organización criminal” que conspiró durante meses con ese propósito y enfrenta la posibilidad de una pena superior a 40 años de prisión. El jueves, la fiscalía refutó los argumentos de la defensa del exmandatario, que entre otras cosas sostenía que la Corte Suprema no tenía competencia para juzgar a Bolsonaro, ni a otras 33 personas, entre ellas exministros y altos mandos militares.
“Nunca imaginé que algún día tendría que luchar por la amnistía de personas buenas, que no cometieron ningún acto malo, que no tenían ni la intención ni el poder para hacer aquello de lo que se les acusa”, dijo el expresidente, entre aplausos y vistiendo la camiseta de la selección brasileña.
“Nunca hubiera imaginado en mi vida que algún día tendríamos refugiados brasileños en todo el mundo”, añadió, en referencia a los seguidores que pidieron asilo en otros países tras el asalto en Brasilia.
La próxima etapa del proceso será el 25 de marzo, cuando el máximo tribunal examinará si existen suficientes elementos para abrir un juicio. Bolsonaro, de 69 años, asegura que es víctima de una “persecución” política para impedir que sea candidato en las elecciones presidenciales de 2026. Fue inhabilitado hasta 2030 por cuestionar la fiabilidad del sistema brasileño de urnas electrónicas, pero su objetivo es que la condena sea anulada, o que se reduzca su pena, para postularse a un segundo mandato. “Por el momento, soy candidato”, reiteró el miércoles pasado. “¿Por qué debería renunciar a mi capital político para apoyar a alguien?”. El líder ultraderechista sueña con un regreso al estilo Donald Trump, que volvió a la Casa Blanca a pesar de sus problemas judiciales, y espera que el presidente estadounidense, a quien admira, ejerza “influencia” a su favor.
El año pasado tuvieron lugar tres grandes concentraciones para respaldar a Bolsonaro. Mientras que la primera, en febrero en San Pablo, atrajo a cientos de miles de personas, las otras dos tuvieron menos éxito.
Para el analista político André Rosa, el objetivo de la manifestación de hoy va “mucho más allá de lograr la amnistía” para los agitadores de Brasilia. En su opinión, se trata de “enviar un mensaje a los competidores dentro de la derecha y reafirmar su intención de ser candidato en 2026″.
Bolsonaro se resiste a respaldar a otro candidato, aunque se ha animado a mencionar como posibles relevos a su esposa Michelle y a uno de sus hijos, el diputado Eduardo Bolsonaro. Pero suenan sobre todo otras figuras como el gobernador del estado de San Pablo, el exministro de Bolsonaro Tarcisio de Freitas e incluso el popular cantante Gusttavo Lima.
“Bolsonaro sigue activo con la esperanza de lograr las condiciones jurídicas para disputar las elecciones”, explica Rosa.
La incertidumbre también rodea a la izquierda: Lula, de 79 años y con una popularidad lastrada principalmente por la inflación, se mantiene ambiguo sobre sus intenciones de aspirar a la reelección. Mientras tanto, no deja de atacar a su predecesor, a quien tilda de “cobarde” por haber “planeado un golpe de Estado” antes de “huir” a Estados Unidos a finales de 2022. Lula llamó ayer a “defender cada día la democracia contra quienes todavía hoy tienen como proyecto el regreso del autoritarismo”, con motivo del 40° aniversario del fin de la última dictadura militar, que Bolsonaro evoca con nostalgia.
La de hoy es la primera de una larga serie de manifestaciones de Bolsonaro que se realizarán en todo Brasil. En San Pablo está prevista una para el 6 de abril, cuando ya se sabrá si el Tribunal Supremo lo habrá acusado penalmente.
Agencias AFP y ANSA