Desde un rincón de Arabia Saudita, Facundo Mosso recuerda la primera vez que dejó Argentina para vivir en tierras lejanas. Su plan inicial había sido dejar Mendoza por tres meses, pero algo inesperado le sucedió en Londres, el destino que había elegido con la idea de estudiar y trabajar para extender la estadía.
Las cosas habían fluido por fuera del cauce planificado desde un comienzo. El plan inicial había sido viajar con amigos por Europa, vivir una experiencia inolvidable tras la graduación universitaria, antes de sumergirse en un río de vida que creía inevitable: conseguir trabajo, casarse y formar una familia en su ciudad natal.
“Me había recibido de ingeniero civil y quería hacer algo diferente antes de meterme por ese camino, donde sentía que la vida se me iba a ir en Mendoza”, recuerda Facundo. “Pero entonces, uno a uno, mis amigos se bajaron del viaje y quedé solo con el plan. Decidí que viajaría sin ellos y que me focalizaría en un destino. Elegí Londres para estudiar inglés”.
Londres brillante: “Es apasionante, maravillosa”
Las emociones que atravesaron a Facundo el día en el que llegó a Inglaterra quedaron grabadas en él a fuego. Aquella era su primera salida al mundo, su primera experiencia, y años más tarde descubrió que nunca nada se iba a comparar con aquel momento inicial: “Porque llegué a una ciudad como Londres, que es apasionante, maravillosa, única”, asegura.
Para Facundo, tres meses se transformaron en quince, trabajó en hoteles y como palo blanco de la policía londinense, y se dejó conquistar por una dimensión donde halló variedad, diversidad, color, oportunidades, facilidades, orden y respeto: “Me pareció brillante”, rememora. “Estaba fascinado a pesar de encontrarme en una situación básica, sin hablar inglés, con un primer trabajo humilde (repartiendo folletos en la puerta del subte)”.
Aquellos fueron tiempos que cambiaron para siempre a Facundo, un joven encandilado por la experiencia que atravesaba, que regresó a la Argentina con una nueva forma de ver al mundo y sin saber si la línea de vida que creía que le estaba destinada, realmente le pertenecía.
El portal hacia una nueva vida: de Trinidad a Jamaica
Tras Inglaterra, una puerta inesperada de pronto se abrió. Una empresa argentina vinculada a su profesión le ofreció a Facundo un puesto en Trinidad y Tobago. Allí, el joven atravesó otro portal inolvidable que duró dos años y medio en los que recolectó recuerdos imborrables gracias a la alegría de su gente, personas abiertas con una facilidad para relacionarse que lo impresionaron, a pesar de sus recursos limitados: “Para nuestra mentalidad el que te vaya bien es sinónimo de algo económico, ellos, en cambio, viven la vida de otra forma, con una mirada simple y alegre”.
Tras su experiencia en Trinidad, llegó Estados Unidos, donde realizó un máster de un año y, finalmente, en el 2000, Facundo retornó a la Argentina aún creyendo que podría seguir su viejo plan de vida. Sin embargo, él ya no era el mismo y el país estaba revolucionado, intentó hallar trabajo sin éxito y cierto día decidió que, tal vez, el sendero que debía tomar era otro.
Aterrizó en España y un amigo lo alojó en el sur de Madrid, donde poco tiempo tuvo para aclimatarse, ya que pronto fue convocado por la empresa para la que había trabajado en Trinidad y Tobago: de la mano de un nuevo proyecto lo invitaban a irse a vivir a Jamaica.
Una boda descalzo, una experiencia negativa y otro destino inesperado: Arabia Saudita
Aquellos tiempos habían coincidido con la llegada del amor. Antes de mudarse a su nuevo destino, Facundo ya había conocido a Claudia y cuando voló lejos, pronto supo que su sentimiento era fuerte.
Fue así que ella lo siguió a Jamaica para vivir una de las experiencias más inolvidables de sus vidas. Allí tuvieron la boda típica soñada por aquellas latitudes: una ceremonia rodeados por la naturaleza, descalzos y en la playa.
“Fue lo más lindo de Jamaica ya que, en general, no fue una buena experiencia. Jamaica tiene unos lugares paradisíacos, pero el jamaiquino tiene una forma particular de ser, donde transgreden su idea de libertad que para ellos incluye comenzar a trabajar más tarde, pasar un semáforo en rojo porque eso es ser libre o ir a 150 km por hora donde sea. Para ellos libertad equivale a hacer lo que yo quiera. Otro concepto que creo que lo tienen equivocado es que para ellos el extranjero que está en Jamaica va para aprovecharse de ellos, entonces hacen lo posible para que no te vaya bien. Es difícil”, dice pensativo.
El proyecto en Jamaica no funcionó, pero sí hubo una nueva oferta que llevó a Facundo, quien ya no viajaba solo, a Chile. De allí le siguieron Perú (cerca de Cusco en medio de la cordillera), Canadá (con temperaturas por debajo de 30 bajo cero) y luego una vez más Chile, donde en los días del mundial de Qatar, le anunciaron la posibilidad de irse a trabajar a Arabia Saudita.
Un choque esperado inesperado: “Para nosotros sigue siendo un impacto cultural importante”
Si bien Londres y Trinidad causaron el mayor impacto emocional en la vida de Facundo, Arabia Saudita trajo consigo un choque cultural sin precedentes. El ingeniero argentino siempre supo a lo que se expondría, se había preparado para experimentar formas inauditas de proceder y vincularse. Aun así, el asombro fue inevitable, provocado por la atmósfera extraña que podía respirar en cada rincón árabe.
“Es todo como misterioso. La gente no expresa sus emociones, todavía se ven muchas mujeres cubiertas, a pesar de que ha cambiado mucho. Ahora ves mujeres manejando un auto, o que andan solas, eso antes no pasaba. Incluso pueden viajar solas sin compañía o autorización. Pero a pesar de esos cambios, para nosotros sigue siendo un impacto cultural importante”, asegura.
Facundo, quien llegó a Arabia por recomendación de colegas canadienses, no solo tuvo que acomodarse a costumbres extrañas a sus ojos. Aceptó el desafío de encarar una vida de campamento, convocado por un proyecto en zona de montañas, y rodeado de camellos. Si bien la calidad de vida y las condiciones que hallaron fueron buenas desde un comienzo, las formas de vincularse hasta el día de hoy significan un gran reto.
El orgullo argentino y lo que resta aprender
Estudiar, recibirse, conseguir un trabajo, casarse y formar una familia. Facundo creía en ese plan y pensaba que aquel tren de la vida pasaba por Argentina. Sin embargo, un simple viaje a Inglaterra cambió el curso de su existencia y su forma de ver el mundo para siempre. En su travesía hubo mucho estudio, esfuerzo y trabajo; hubo amor y hubo familia, aunque jamás imaginó que se casaría en una ceremonia en la playa de Jamaica y que algún día viviría en Arabia Saudita.
A casi 30 años de aquel viaje a Londres, Facundo observa su camino de vida con orgullo y un dejo de nostalgia. Argentina, jamás dejó de figurar en su mapa y hoy, más que nunca, abraza su origen de manera incondicional: “No sé si es porque uno se va poniendo más viejo, más sensible, pero cada vez me impactan más los regresos”, dice Facundo con emoción.
“Cada vez disfruto más y siento más necesidad de volver y estar con mi madre, mis hermanas, con mi hermano, sobrinos, tíos, primos, con mis amigos y toda la gente con la que uno ha crecido”.
“Durante todo este tiempo tuvimos cuatro hijos maravillosos y una familia que apoyó mis viajes y ausencia, pero ahora siento que también es el momento de pasar más tiempo con ellos y acompañarlos en sus experiencias”.
“Y también, con la experiencia y el paso del tiempo, uno percibe los aprendizajes en el camino. En mi caso siento que me he vuelto más flexible y tolerante. Hoy veo que como argentinos nos resta aprender sobre el comportamiento como sociedad en su conjunto, entender que nuestro destino no está ligado a un político, comportarnos de manera más madura, eficiente y desarrollada”, reflexiona.
“Pero hay muchas cosas con las que los argentinos podemos sentir que estamos bien, como la parte afectiva, la capacidad emocional”, continúa. “Al viajar, uno aprende acerca de la diversidad del mundo y entiende que hay muchas cosas por las cuales los argentinos nos podemos sentir muy orgullosos”, concluye.
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