La conocieron en una jornada de adopción del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Allí estaba: una perrita muy sufrida que había sido rescatada de la calle. Y, aunque en el refugio Lucero -un espacio donde viven unos 40 entre los cuales hay viejitos, paralíticos y con enfermedades- estaba mejor, siempre se mostraba asustada y temerosa, por eso buscaban con urgencia una familia para ella.
“Nos sorprendió lo tranquila y cariñosa que fue con nosotros cuando la llevamos a caminar para ver si hacíamos match. Inmediatamente sentimos un clic que nos dijo que era la indicada. Unos días después fuimos a recogerla”, recuerda Belén Arce.
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Esa tarde la lluvia era intensa y no daba tregua. La pequeña perrita no quería subir al asiento trasero del auto. Pero Raúl Yurquina, el jujeño que está al frente del Refugio Lucero, aclaró que era súper mansa y que con tiempo y paciencia, cedería a la propuesta. “Yo fui en el asiento con ella mientras Juan, mi marido, manejaba. Se notaba que era su primera vez en auto porque jadeaba y estaba nerviosa. En todo el trayecto, jamás nos ladró ni tiró un tarascón”.
Llegaron al departamento. Belén la tapó a Suri con su mantita y finalmente la perrita se relajó. Los primeros días, la pareja notó que, al salir a pasear, Suri estaba muy temerosa tanto de los movimientos y ruidos propios de la calle como de otros perros.
Durante esos días Belén y Juan supieron que a Suri la habían encontrado con su hermana por el puente de Pompeya. Estaba con otros perritos que había atropellado un colectivo y Raúl pudo rescatar a las dos. A su hermana la habían adoptado rápidamente, pero Suri siguió en el refugio siendo súper buena y querida. Sin embargo, una perrita del grupo la tenía entre ojo y ojo y la aterraba. Había llegado a lastimarla y por eso Suri se escondía en la terraza, esperando que se fuera para estar con otros perritos.
Ese mismo comportamiento tuvo cuando llegó a la casa de la pareja. “En la calle se escondía atrás de nosotros, pero en casa estaba en paz, era su hogar. Jamás hizo sus necesidades adentro, se acostumbró rápido a salir mañana y noche, comer su nueva comida y a la rutina con nuestros horarios. Así, a los tres días le compramos su camita y ya estaba decidido que el tránsito iba a ser adopción final”.
Belén y Juan se enamoraron de Suri, de su compañía, de su tranquilidad, de su paz. Los primeras semanas fueron soñadas hasta que quisieron avanzar con una cirugía pendiente: operarla de un punto abierta en su lomo que seguía supurando de una castración que le habían hecho en el pasado.
“Pensábamos que era algo rápido, un chequeo médico para estar mejor. Pero lamentablemente se desencadenaron una serie de infecciones, operaciones e internaciones que la tuvieron en riesgo de muerte durante meses. A pesar de las inyecciones, curaciones y anestesias, ella siempre estaba con una sonrisa, con una fuerza increíble para recuperarse, parecía que nos miraba diciendo que se iba a poner bien para disfrutar de la buena vida que recién estaba conociendo”.
Con la operación, empezó el calvario. “Para sorpresa de los especialistas que trabajaban con la veterinaria que había operado a Suri, el nuevo cierre de ese punto se infectó muchísimo y se inflamó de tal forma que Suri amaneció casi desmayada y tuvimos que llevarla corriendo a emergencias porque pensábamos que se nos moría en los brazos”.
La volvieron a operar para retirar el coágulo que se había formado. Los antibióticos que se le administraron no hacían efecto. Decidieron consultar a Patricio, un médico en Pilar que había tratado a los perros de Juan cuando era chico. “Ese médico y su equipo le salvaron la vida, después de muchísimos estudios, internaciones, transfusiones y hasta doble turno de medicación intra-venosa. Gracias a esos profesionales supimos que la infección original había sido derivada de Ehrlichia- una enfermedad transmitida por las garrapatas que puede tener consecuencias muy graves para la salud- y evidentemente una mala vida pasada de desnutrición, pulgas y garrapatas comprometieron su sistema inmunológico”.
También se descubrió que la coagulación de Suri no es buena. Por lo que hay que cuidar que no se lastime o se corte, ya que tiene complicaciones. Para mayo de 2024 (casi un año después de su adopción), Suri recibió el alta definitiva con una salud óptima. “Obvio siempre con seguimiento a algunas condiciones en su sangre que hay monitorear, pero ya estaba lista para tener una vida larga y saludable como se merecía”.
Hoy Suri recorre el país -ya conoció la playa, las montañas Patagónicas y las sierras del Norte) con su familia. Todos los que la conocen se enamoran de ella y su amabilidad y simpatía hace que todos los perritos cerca se sientan atraídos.
Belén y Juan aseguran que su vida es millones de veces mejor desde que ella llegó. Todas las mañanas, cuando Belén vuelve de entrenar, Suri la espera lista para ir a dar su paseo. “Ella quiere regresar rápido para ir a la cama a saltar y despertar a Juan. Como en general ambos trabajamos desde casa los mismos días, ella está con nosotros, durmiendo siestas en el sillón o su cama y tomando sol en la terraza o balcón. Si tenemos que salir intentamos llevarla siempre (hasta viaje en subte) y si no podemos, sabemos que se queda sola muy bien, llora un poco al principio y al ratito se queda acostada (la vemos por una camarita)”.
A Suri le encanta ir a la plaza y jugar con su pelota y sus juguetes. “Hoy es es nuestra perrihija, somos una familia multiespecie. Y, si en un futuro tenemos hijos humanos, ella será la hermana mayor que siempre los cuidará, no hay duda de eso. Adoptar no va a cambiar el mundo, pero para ese animal y ese humano, adoptar cambia definitivamente sus mundos. Adoptar salva vidas y agradeceremos eternamente a Suri por habernos elegido y luchado para compartir su vida con nosotros”.
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