El Pastor Giménez comenzó en una iglesia evangélica de San Martín (Nicolás Aboaf)

Héctor Aníbal Giménez emergió desde una realidad hostil: nacido en San Martín en 1957, vivió la pobreza, la marginalidad y una adolescencia plagada de robos, detenciones y problemas judiciales. A los 17 años, tras un disparo que casi le quita la vida, experimentó una conversión. Una enfermera, tras atenderlo, le leyó versículos bíblicos que lo empujaron a cambiar. “Quería reemplazar el revólver por la Biblia”. Ese episodio fue el punto de partida de su transformación.

La pastora Irma López, su compañera durante la primera etapa, nació en una comunidad evangélica, comenzó a trabajar cuando tenía apenas 15 años y conoció a Giménez cuando ambos participaban de un proyecto social en Escobar. Según Irma, ella ya lideraba tareas comunitarias cuando lo vio por primera vez ingresar a una iglesia, tarde y casi escapando, pues aún estaba habituado a su pasado delictivo. Con el tiempo, él comenzó estudios bíblicos, y en 1982 formaron juntos lo que luego sería el ministerio Ondas de Amor y Paz.

A mediados de los '80 El Pastor Giménez irrumpió con su particular estilo en los medios (Revista Gente - Gentileza del archivo Tea y Deportea)

Los inicios del pastor

Irma recuerda cómo empezaron ayudando a jóvenes con adicciones desde su casa, recibiendo donaciones de empresarios, jueces y familias humildes. De ese centro casero pasaron a predicar en la calle Corrientes, frente al Obelisco, luego en radio, televisión, hasta convocar multitudes en el Luna Park y estadios como Vélez o Atlanta. Así se convirtieron en la pareja detrás de uno de los primeros imperios evangélicos mediáticos del país.

En aquellos años, la figura del Pastor Giménez se consolidó como parte de un fenómeno social en crecimiento: el evangelismo pentecostal urbano. La televisión lo ayudó a multiplicar su influencia. Las transmisiones de sus cultos, muchas veces con música estridente, cámaras que recorrían a los fieles y primeros planos de sanaciones supuestamente milagrosas, generaban audiencias enormes. Atraía tanto a creyentes como a escépticos, y su figura empezó a mezclarse con la farándula y la política. Supo reunirse con intendentes, legisladores y empresarios que lo consideraban un interlocutor válido ante sectores populares.

En declaraciones de aquella época, Giménez afirmaba: “Nuestra iglesia llegó a congregar 250.000 personas, con más de 120 templos en Argentina y sedes en Miami, Brasil y Uruguay”. Hablaba de su institución como “un ministerio con acción social: comedores, comadronas, ayuda en cárceles”, y se jactaba de mantenerse alejado del apoyo estatal, financiándose solo con las ofrendas y el diezmo. Sobre el rol de la fe, afirmó en una entrevista: “La iglesia evangélica es un espacio vivo de encuentro con Dios y una herramienta para transformar vidas”, destacando que para él la prédica era inseparable de la obra social y el compromiso comunitario.

Giménez volvió a casarse y tiene una hija (Nicolás Aboaf)

El multimedio religioso

El crecimiento fue exponencial. La imagen del Pastor se volvió una figura habitual en la televisión, en afiches callejeros, incluso en transmisiones por cable que llevaban su voz y sus gestos enérgicos a hogares de todo el país. La retórica directa, carismática, emocional, y la promesa de milagros, sanaciones y bienestar espiritual y material, convirtieron sus cultos en eventos de masas. Además de sus actividades pastorales, comenzó a incursionar en los medios con productoras propias. En su apogeo, llegó a manejar un canal de televisión evangélico, editar discos, libros y grabar mensajes audiovisuales que se distribuían en kioscos y librerías cristianas.

El modelo era exitoso e incluía cercanía con el pueblo, promesa de salvación inmediata y una narrativa poderosa de superación personal. Giménez se posicionaba como un ex delincuente redimido, un testimonio viviente de que Dios podía cambiar hasta al más perdido. Esa historia se repetía una y otra vez en sus prédicas y era el anzuelo perfecto para nuevos fieles.

El polémico divorcio del Pastor Giménez y la Pastora Irma se reflejó en todos los medios de la época (Revista Semanario - Gentileza del archivo Tea y Deportea)

El fin del amor con Irma

El vínculo con Irma, sin embargo, se resquebrajó con el tiempo. En 1994, la relación colapsó públicamente. Irma lo denunció por daños y amenazas después de haberlo sorprendido acompañado de otra mujer en la Costanera. Al salir del restaurante, se produjo un choque de autos, tras lo cual ella lo acusó de agresión física, amenazas telefónicas y lesiones a su hija dentro del templo. Si bien las pruebas no fueron concluyentes, los hechos provocaron un escándalo que implicó demandas estimadas en 2 millones de dólares y la disputa por diez propiedades vinculadas al ministerio. La separación fue ruidosa, amplificada por los medios y seguida con morbo por una audiencia fascinada por los líderes religiosos caídos.

Giménez declaró años después: “Tomé la decisión equivocada de divorciarme sin apoyo pastoral. Fue un escándalo, la prensa invertía la atención sobre mi ex esposa”. Aseguró no haber reunido fortuna personal, y que los recursos se reinvertían en medios y proyectos sociales. No obstante, Irma insistió en que gran parte del crecimiento patrimonial del ministerio fue logrado con su trabajo y que había sido desplazada injustamente. Durante ese proceso, ella fundó su propio ministerio y buscó continuar con su prédica desde otro espacio.

En paralelo, Giménez enfrentó una causa por una presunta defraudación inmobiliaria junto a su hermano Eduardo y un colaborador por el supuesto fraude del plan “Viviendas Jeremías”. Una fiel pagó cuotas por una casa que nunca se construyó. El caso culminó con una probation que implicó trabajo comunitario en Villa Lugano, la suspensión del juicio oral y el procesamiento formal por estafa y lesiones leves. Fue un golpe a su credibilidad, aunque no frenó del todo sus actividades.

A pesar de todo, siguió intentando sostener su figura pública. Su estilo fue imitado por otros pastores que vieron en su impronta una fórmula de éxito: prédicas vehementes, dramatización del pecado, la salvación, y apelaciones constantes a la prosperidad económica como señal divina. Pero el contexto cambió. La competencia mediática se multiplicó, la televisión abierta perdió peso y otros liderazgos religiosos comenzaron a ganar espacio, muchos de ellos con una retórica más actualizada y una impronta institucional más transparente.

En la actualidad, el Pastor Giménez predica en el subsuelo de un viejo cine de Alamgro (Nicolás Aboaf)

La caída del Pastor Giménez

En marzo de 2020, en plena pandemia, circuló un video en el que ofrecía alcohol en gel con “nardo puro” como supuesta cura del COVID‑19, a cambio de donaciones de mil pesos. Fue imputado por violaciones al código penal en prácticas terapéuticas sin título y posible estafa. Él negó todo, alegando edición del video y afirmando que era simplemente “unción con gel” y no un producto milagroso. La controversia se viralizó y volvió a ubicarlo en el centro del debate público, ya no como líder espiritual, sino como emblema de las zonas grises donde fe, mercado y desesperación se cruzan.

Las críticas al Pastor no llegaron solo desde la Justicia o los medios. También sectores internos del mundo evangélico cuestionaron sus métodos, la espectacularización de la fe y su estilo personalista. En un contexto donde otras figuras religiosas apostaban a una prédica más comunitaria o enfocada en el acompañamiento social, el modelo Giménez comenzaba a quedar anticuado. Sin embargo, mantenía un núcleo duro de seguidores fieles que continuaban asistiendo a sus cultos y consumiendo su material.

Hoy, Giménez se mantiene predicando en el subsuelo del ex Cine Roca, ubicado en el barrio porteño de Almagro. Ofrece unas pocas misas diarias con asistencia muy reducida. El espacio, otrora colmado de fieles, ahora aloja ceremonias austeras, casi íntimas. Su ex esposa Irma reclama legalmente la propiedad del teatro y cuestiona el uso que él le da: los litigios patrimoniales continúan abiertos y sin resolución definitiva.

Lejos de la televisión abierta y las grandes plataformas, Giménez evita las exposiciones públicas y se dedica a actividades de escala menor: libros espirituales vendidos directamente a sus fieles, conferencias pagas en el exterior y videos en redes sociales que circulan dentro de su comunidad más cercana. De las giras internacionales que hacía a Miami o Brasil en los años 90 hoy queda poco, más allá de alguna invitación puntual. Él mismo reconoce que sus ingresos ya no provienen del diezmo masivo, sino de ventas específicas y encuentros reducidos.

La pelea de Irma y el Pastor Giménez, en el diario La Prensa (Gentileza del archivo Tea y Deportea)

Algunos intentos por volver al centro de la escena, como entrevistas en medios digitales o alianzas con jóvenes pastores, no lograron revertir su declive. La Iglesia que construyó con Irma transformó vidas, atrajo famosos, y como reflejo fundacional levantó una red nacional e internacional. Pero la ruptura dejó al descubierto un entramado de poder, bienes no transparentes y un líder enfrentado tanto a los tribunales como a su propia comunidad.

El relato de Giménez reúne ambición, carisma y tragedia: del capo evangelista televisivo en su auge a un pastoreo reducido bajo la sombra de denuncias, escándalos y una pelea jurídica permanente con su ex pareja y ex socia. Hoy, sigue existiendo un líder en declive con un pequeño grupo de fieles, en un teatro que ya no llena, intentando mantener una prédica que una vez llegó a millones. Sus causas judiciales, aunque sin penas de cárcel activas, siguen filtrando cuestionamientos. El ministerio ya no ocupa portadas, pero las demandas y litigios permanecen. En ese contraste, entre lo que fue y lo que queda, está la esencia y el misterio del fenómeno en declive del Pastor Giménez.