Nuevas imágenes satelitales difundidas en las últimas horas revelan el impacto de un ataque ucraniano coordinado contra bases aéreas rusas en Irkutsk y Múrmansk, al mostrar la efectividad de los bombardeos contra la infraestructura militar. El video, que compara registros captados días antes con tomas posteriores al ataque, ofrece evidencia directa de la devastación. Las imágenes validan lo que hasta ahora eran informes de inteligencia y marcan un punto de inflexión en la guerra con drones.

El presidente Volodimir Zelensky confirmó que Ucrania desplegó 117 drones en la operación, conocida como Operación Telaraña, dirigida contra al menos cinco aeródromos militares ubicados a miles de kilómetros del frente. Fuentes oficiales ucranianas sostienen que más de 40 aeronaves resultaron afectadas, incluidas unidades Tu-95, Tu-160 y aviones de alerta temprana.

Entre los objetivos se destacan la base aérea de Belaya, en Irkutsk —a más de 4.000 kilómetros de Ucrania— y la base de Olenya, en Múrmansk. El gobernador de Irkutsk, Igor Kobzev, confirmó que era la primera vez que se detectaba un dron ucraniano en la región.

Según los informes, los drones fueron ensamblados en territorio ruso, en un almacén alquilado en Chelyabinsk, cerca de la frontera con Kazajistán. Fueron ocultos en contenedores con techos retráctiles, transportados en camiones y lanzados de forma remota desde proximidades de las bases aéreas. Este método redujo la distancia de vuelo, evitó detecciones y permitió ataques a plena luz del día. En varios casos, los contenedores se autodestruyeron tras el lanzamiento, lo que impidió a las fuerzas rusas recuperar restos útiles para análisis.

Una de las características más significativas de la operación fue el uso de drones con capacidades de guiado autónomo por inteligencia artificial. Según fuentes militares ucranianas, los algoritmos fueron entrenados con miles de imágenes de bombarderos rusos, algunas extraídas de museos militares y archivos públicos. Los sistemas de IA permitieron que los drones identificaran y atacaran objetivos sin necesidad de un enlace permanente con sus operadores humanos.

Esta innovación responde a la creciente utilización de guerra electrónica por parte de Rusia, que ha bloqueado en múltiples ocasiones la comunicación entre operadores y drones. La orientación autónoma ofrece mayor resiliencia frente a interferencias, reduce la latencia y habilita misiones simultáneas a gran escala.

El enfoque disminuye la carga cognitiva en los operadores, mejora la eficiencia de los ataques y posibilita una mayor concentración de drones sobre objetivos estratégicos. También representa un cambio en el rol de los humanos, que pasan a supervisar las misiones desde una perspectiva táctica general y no desde la guía individual de cada unidad.

El ataque evidenció una falla estructural en las defensas aéreas rusas. Al utilizar drones lanzados desde dentro del territorio ruso, Ucrania eludió sistemas diseñados para interceptar amenazas externas. La operación aprovechó puntos ciegos y limitaciones en la vigilancia interior, particularmente contra objetivos pequeños y de vuelo bajo.

Rusia ha reconocido ataques y daños en algunas regiones, aunque no ha proporcionado cifras oficiales. Si se confirma la pérdida de aeronaves como los Tu-22M3, cuya producción ya no continúa, la capacidad de reposición resultaría muy limitada.

Lyudmila Tsinkush, residente local que resultó herida durante un ataque de drones rusos contra su casa, pasea por su jardín, en medio del ataque de Rusia contra Ucrania, en Zaporiyia, Ucrania. 1 de junio de 2025. REUTERS/Thomas Peter

Un modelo de guerra en transformación

La “Operación Telaraña” representa un cambio de paradigma. Así como Israel en 2023 inutilizó la red de comunicaciones de Hezbollah mediante una ofensiva sincronizada conocida como “Operación Beeper”, Ucrania ha demostrado que puede combinar inteligencia, tecnología y logística encubierta para golpear en profundidad.

Más allá del daño inmediato, el mensaje de Kiev apunta a lo simbólico y estratégico: ninguna retaguardia está a salvo. En un contexto donde las fronteras físicas ya no definen el alcance del conflicto, la guerra se libra en múltiples dimensiones —cibernética, aérea, informativa— con herramientas que exceden la lógica convencional.

La publicación de las imágenes satelitales refuerza ese mensaje. Lo que antes podía descartarse como propaganda, ahora aparece confirmado por evidencia visual. La guerra moderna no solo exige fuego y tropas: exige datos, algoritmos y precisión. Y Ucrania, al menos por ahora, ha logrado combinar esos elementos para dejar al descubierto las vulnerabilidades de una potencia militar como Rusia.