Desde que comenzó el Gobierno Petro, el mandatario colombiano se ha pronunciado en contra de los métodos que ha utilizado Nayib Bukele, presidente de El Salvador, para erradicar a las bandas delincuenciales de su país, incluyendo el uso de una megacárcel en la que los presos no reciben la luz del sol.
Es por ello por lo que luego de que la Corte Suprema de Estados Unidos ordenó a Donald Trump, mandatario de ese país, detener la deportación de ciudadanos extranjeros bajo la Ley de Enemigos Extranjeros, con la que han sido enviados múltiples migrantes a la prisión mencionada en El Salvador, Gustavo Petro fue una de las primeras figuras públicas en reaccionar.
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En su cuenta de X, Gustavo Petro afirmó que ese tipo de expulsiones de migrantes son “fascistas”, por lo que pidió a Nayib Bukele que deporte a los colombianos capturados en El Salvador.
“No señor Bukele, muy mal. No aceptamos y la justicia estadounidense no acepta, que se criminalice a los niños y niñas de Venezuela, la tierra madre de Bolívar. Entréguenos a los colombianos que tienen en sus cárceles. Dejen libre al pueblo venezolano, porque ese pueblo sí sabe gritar Libertad. Los migrantes no son criminales, esta es una razón de humanidad”, escribió el mandatario colombiano.
Hasta el momento, el presidente de El Salvador no se ha pronunciado en la nueva polémica protagonizada por Gustavo Petro, recordando que no es la primera vez que los dos mandatarios discuten sobre la forma de combatir la criminalidad.
Debido a que la megacárcel de El Salvador es el punto más nombrado por Gustavo Petro, cabe mencionar que esta se conoce como Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot), que fue construida en tiempo récord gracias a la financiación de una empresa mexicana.
Cada pabellón de la prisión es de 6.000 metros cuadrados, tiene 32 celdas con barrotes de acero, en la que se alojan hasta mil reclusos, por lo que cada persona tiene 100 metros cuadrados, siendo la pileta de agua corriente y dos inodoros, los únicos espacios dispuestos para ellos además de la celda.
En esta cárcel hay múltiples camarotes de lámina de hierro, sin colchón, allí duermen miembros de todas las pandillas y todo tipo de criminales, puesto que la distribución para evitar conflictos internos fue descartada por orden de Bukele.
En caso de que uno de los reclusos tenga un comportamiento indebido, la prisión tiene un pabellón de “celdas de castigo”, que es oscuro y sin ventanas.
Las 24 horas del día el espacio es protegido por 3.000 guardas armados; además, el lugar tiene equipos electrónicos que bloquean la señal de teléfono, erradicando uno de los problemas más comunes de las cárceles en Latinoamérica, la comunicación desde el interior del espacio penal.
Cabe recordar que esta es la prisión más grande de Latinoamérica, está a 74 kilómetros de San Salvador y tiene rigurosos controles de ingreso para los visitantes y trabajadores.
Para poder entrar, se debe llegar a una zona de registro, en la que hay tres portones controlados, un escáner corporal y otros puntos que no han sido expuestos.
Para que la prisión tenga servicio eléctrico y de agua de manera constante, se perforaron dos pozos, se instaló una planta de 600 metros cúbicos del líquido vital, cuatro cisternas y ocho subestaciones de energía eléctrica.
Debido al riesgo que existía de algún tipo de boicot al interior de la cárcel, también se instalaron plantas de emergencia a base de combustible y una planta de aguas residuales, con la que se consolidó un sistema autosostenible.
Cabe mencionar que los reclusos no pueden manipular los servicios de agua y luz, puesto que existe un cuarto de control frente a cada celda, en la que es un guarda el que opera estos mecanismos.
A pesar de que una de las críticas más expuestas por las organizaciones de derechos humanos es que los presos no tienen la posibilidad de exponerse a la luz solar en ningún momento, la administración de la cárcel ha expuesto que esto no es necesario, ya que las luces de la prisión no se apagan en ningún momento, ni siquiera en el horario de dormir.