La arquitectura contemporánea exige soluciones visionarias que respondan no solo a los desafíos urbanos, sino también al reto medioambiental. En México, el debate sobre la sustentabilidad adquiere mayor relevancia dentro de las universidades, donde estudiantes de Arquitectura comienzan sus primeros proyectos con una consigna clara: diseñar espacios pensados para el futuro del planeta y el bienestar de las comunidades.
La formación académica, lejos de limitarse a clases teóricas, se transforma en experiencias donde la creatividad y la experimentación material toman la delantera. Desde el segundo semestre, los estudiantes de la Universidad de Monterrey (UDEM) se sumergen en ejercicios prácticos que les exigen observar con atención su entorno y reflexionar sobre el impacto de sus propuestas arquitectónicas.
La vivencia resulta motivadora: en el curso Estudio de Elementos del Diseño, alumnas y alumnos desarrollan pabellones donde conceptos como suelo, envolventes y cubierta se vuelven escenarios de experimentación con el sol, el viento, la lluvia o la vegetación circundante. Lejos de ser ejercicios abstractos, estas propuestas representan su primer acercamiento al ciclo completo del diseño y la construcción arquitectónica.
“Fortalecieron habilidades como el pensamiento crítico, la comunicación de ideas y el liderazgo profesional”, explicó Catalina Lozano, profesora a cargo de coordinar el proyecto y de acompañar a cada estudiante durante la travesía. El proceso incluye el seguimiento del equipo docente y el respaldo de directivos que apuestan por una formación transversal: Federico Quintanilla, Salvador Amaro, Arne Riekstins, Alejandra Díaz, Andrés Obregón, José Antonio Garza, Leticia Esquer, Luis Daniel Garza, junto con las directivas Marta Mariscal y Rosaura López.
Sustentabilidad aplicada: soluciones desde el primer día
Bajo un enfoque genuinamente sustentable, los pabellones estudiantiles son diseñados y ejecutados para maximizar el aprovechamiento de recursos naturales y adaptar los sistemas constructivos a las condiciones específicas del lugar. Materiales elegidos cuidadosamente, nuevas aproximaciones al ensamblaje, preocupación por la orientación y la eficiencia térmica: cada microproyecto es una oportunidad para responder a retos ambientales reales.
Durante el semestre reciente, se planteó a los estudiantes el compromiso de innovar en el uso de materiales y sistemas —y de reducir al mínimo la huella ambiental de su intervención—. El resultado son pabellones que abren el diálogo entre la creatividad arquitectónica y la responsabilidad ecológica.
La mirada académica alterna tanto la exploración técnica como la inclusión social. El diseño arquitectónico se entiende aquí como un servicio a la comunidad, no solo una suma de saberes. Ejemplo de ello fueron los ejercicios que promueven la convivencia urbana, el cuidado del entorno y el respeto por el patrimonio local desde una escala que privilegia el aprendizaje colaborativo y la apropiación responsable de los espacios.
Urbanismo cuidado: proyectos que transforman comunidad
El compromiso de formar arquitectos conscientes se extiende a proyectos de mayor escala que involucran transformación urbana sostenible y renuevan zonas históricas. Destaca el trabajo de tres estudiantes que propusieron la transformación de la Plaza Acuario de Veracruz mediante una reinterpretación total del espacio. Bajo el nombre Acuariofilium, la propuesta va más allá de reparar lo existente: plantea un acuario-escuela conectado al mar, con áreas educativas y de conservación ambiental. Las autoras, Isabel Aguilar Muslera, María Fernanda Lorenzo Contreras y Ana Luisa Salazar Lara, incorporaron materiales resistentes y estrategias de integración paisajística, además de espacios abiertos, embarcaderos y zonas dignas para la comunidad local.
En el centro de Monterrey, otro grupo desarrolló una estrategia de redensificación utilizando edificaciones subutilizadas para vivienda vertical de baja densidad. Luis Flores Villela, Luisa Fernanda Flores Gómez y Marcelo Gutiérrez Guevara apostaron por soluciones que aumenten la cantidad de viviendas disponibles sin transformar de manera adversa el tejido barrial tradicional. Su propuesta fomenta la coexistencia entre habitantes originales y nuevos vecinos, promueve intervenciones escalables al nivel de la cuadra y asegura accesibilidad sin sacrificar la identidad del barrio ni el acceso a áreas verdes
Ambas iniciativas reflejan el valor de una formación que entrelaza lo ambiental, lo humano y lo técnico, donde la perspectiva sustentable no es una tendencia, sino una brújula ética para cada proyecto.
Puentes internacionales para una visión global
La inquietud de aprender nuevas formas de intervenir el espacio urbano se complementa con experiencias internacionales. Talleres y workshops en España y Japón se han convertido en espacios de aprendizaje irremplazables, donde estudiantes mexicanos conviven con referentes globales de la arquitectura. Destaca el paso por el taller de RCR Arquitectes en Olot, donde los participantes exploraron la relación entre atmósfera y diseño, mientras que en Japón la atención se volcó a técnicas tradicionales, biomimética y aplicaciones de inteligencia artificial al diseño con sensibilidad ecológica.
La presencia en estos escenarios fortalece competencias en paisajismo, sistemas tradicionales y soluciones tecnológicas de vanguardia, al tiempo que enriquece las redes de colaboración internacional y motiva a los estudiantes a regresar con nuevas ideas y enfoques a su contexto local.
Arquitectura como proceso colectivo y humano
El valor más relevante de este modelo académico se refleja en la comunidad: en las voces de quienes viven la arquitectura como una responsabilidad y una oportunidad para transformar realidades. Desde el primer semestre hasta la conclusión de la carrera, la meta no es solo graduar técnicos expertos, sino formar agentes de cambio con visión ética, curiosidad creativa y una sensibilidad genuina hacia el entorno.
Entre planos, prototipos y colaboraciones globales, se cultiva una nueva generación que asume el compromiso de diseñar espacios que favorecen la relación entre ciudad, naturaleza y ciudadanía. Para quienes buscan formarse dentro de una propuesta arquitectónica con sentido de futuro, la experiencia universitaria se convierte en el punto de partida para reimaginar el modo de habitar y cuidar el planeta.