Mediante la institución de la adopción se busca que niños y adolescentes que carecen de cuidados parentales accedan al derecho que los asiste de vivir en una familia. No se trata de buscar el mejor niño para parejas que no pueden gestar, sino de encontrar la mejor familia para niños abandonados.

Transitar un proceso de adopción implica pasar un período mínimo de seis meses de convivencia entre la familia y el o los menores, conocido como guarda, previo a la sentencia de adopción definitiva. No hay estadísticas sistematizadas, pero reportes a nivel nacional realizados por jueces registran por lo menos unos 50 procesos interrumpidos desde 2016. Esto es más que un simple número cuando se trata de 50 chicos que debieron regresar, con todo lo que ello implica, a espacios de cuidado alternativo. En Aldeas Infantiles SOS Argentina destacan que estas dolorosas situaciones son más frecuentes de lo que se piensa y que muchas veces los involucrados no dimensionan sus implicancias.

Si bien en estos casos se habla de una realidad multicausal, se considera el mal funcionamiento del sistema de protección a lo largo de todo el proceso adoptivo como la principal razón. Muchos adultos priorizan su deseo de ser padres y no atienden debidamente los derechos del niño, que son los que deben primar. Por lo general, son niños que ya han transitado algunos años de vida en situaciones muchas veces difíciles con sus familias de sangre que los marcarán para siempre, pero que no por ello los vuelven menos merecedores del amor de una familia adoptiva; muy por el contrario.

Cuando las expectativas y sentimientos de los niños están en juego, es imperioso que los candidatos a adoptar se informen debidamente, se preparen y capaciten para recibirlos en las mejores condiciones. No asumir con la debida madurez y seriedad tan delicado desafío puede conducir a situaciones indeseadas. La importancia del acompañamiento psicológico a lo largo del proceso de vinculación y conocimiento es también clave para ambas partes.

Cuando se instala el rechazo o el desencuentro, afrontar que las ilusiones construidas a lo largo del tiempo puedan evaporarse súbitamente, activando el sufrimiento y la frustración, es fundante para muchos. Truncar un proceso de esta naturaleza no debería ser nunca una alternativa.

Sin embargo, hay padres que optan por interrumpir una vinculación con argumentos inconcebibles para quienes se supone que deben comprender en su verdadera dimensión y con madurez el reto que enfrentan. No es lo que imaginábamos. Fulano o Fulana no me obedece, se porta mal, tiene conductas o comportamientos complicados. Con argumentos de este tipo se registran devoluciones al hogar de protección como si solo se tratara de paquetes. Incluso en adopciones múltiples ha habido adoptantes que han pretendido quedarse solo con uno de dos hermanos, como si esto fuera posible.

¿Dónde queda el derecho a vivir en familia de estos menores? Hay niños cuya historia de vida los vuelve candidatos a sufrir reiteradamente procesos excluyentes. Muchos se oponen luego a intentarlo de nuevo; quebrados por una experiencia dolorosa más en sus cortas vidas, renuncian a encontrar el cálido y amoroso amparo de un hogar familiar.

Fuentes del Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (Ruaga) explican que los postulantes que desistan serán revaluados para determinar si deben o no seguir en la nómina de inscriptos.

La adopción constituye una prueba de generosidad que requiere formación, preparación y acompañamiento. Se impone una mayor presencia de equipos técnicos en los registros y en los juzgados, así como una mayor participación de los involucrados a fin de garantizar que la familia sea la adecuada para las necesidades del niño. En tan delicada materia, reducir el margen de error cambia vidas.