Al subteniente Ricardo E. Massaferro (21 años) lo había impactado el deceso, el 5 de septiembre de 1975, de su compañero de la promoción 105 del Colegio Militar, el subteniente Rodolfo Berdina (22), junto al soldado salteño Ismael Maldonado (20), en el combate de Potrero Negro, en Tucumán. Acudía en auxilio de su “punta de vanguardia” emboscada por la guerrilla del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), haciendo honor a la conducción de una sección de infantería bajo fuego.

El 24 de octubre caerá el subteniente Diego Barceló, de la misma camada, junto con dos de sus bravos soldados, Moya y Bizcarra, en el monte tucumano. Así, en un mes y medio fallecen en combate –ascendidos a Tenientes post mortem- los tres camaradas egresados menos de un año antes.

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Poco importó durante más de 40 años de democracia que esos tres muchachos murieran con un ideal generoso y heroico en el corazón. Un siniestro olvido o una retorcida memoria fue la segunda lápida de sus tumbas.

Si alguno de los tres hubiera sobrevivido, podría formar hoy parte de los 19 coroneles y cuatro generales de más de 70 años condenados en procesos de lesa humanidad de muy cuestionada legitimidad. Fueron dados de baja del Ejército luego de sufrir una larga prisión preventiva. ¿Acaso esos pibes habrían imaginado que muertos serían olvidados -o vivos encarcelados- por la sociedad por cuya libertad habían luchado?

Meses después, unos supuestos “justicieros” criollos van a desafiar en su propio cuartel –el Regimiento de Infantería de Monte 29, de Formosa- el juramento del subteniente Massaferro de “seguir constantemente a su bandera y defenderla hasta perder la vida”. El mismo juramento había hecho en la Escuela de Suboficiales el joven sargento primero Victor Sanabria (31 años) y los diez conscriptos que morirían bajo el fiel juramento a la bandera de guerra que un 20 de junio enarbolara el propio Massaferro con sus dos escoltas.

Personal del Regimiento de Infantería de Monte 29, de Formosa, atacado por Montoneros en 1975

El 7 de octubre de 1975 es el velatorio de Masaferro en el Regimiento de Infantería 1 Patricios, de Palermo. El de Sanabria y los diez soldados se hace en el cuartel de Formosa. Encabezan el cortejo su padre, el mayor R. A. Masaferro -¡un militar peronista a quien le matan un hijo quienes se dicen “peronistas- y su madre Tisbe, quien fallecerá el 5 de octubre de 2005, aniversario de la muerte de su hijo. El ataque a Formosa será el minuto 0 para la consolidación del plan golpista. “Cuanto peor, mejor” agita la guerrilla.

Alejandra Massaferro, de 18 años, camina detrás del féretro con la bandera argentina y el sable, rubricada su hoja por la presidenta María Estela Martínez de Perón. Su mirada refleja el shock de un horror incomprensible. Ha perdido a su hermano mayor. Deberá sostener a sus devastados padres. Es el fin de la primavera juvenil. Los restos de Ricardo son depositados en el Panteón de los Héroes Militares del cementerio de la Chacarita. Alejandra los retirará en 2021 y en su casa de San Luis la urna recibirá su cuidado.

Retrato del subteniente Ricardo E. Massaferro y la urna con sus restos

Un largo camino

La muerte del sargento primero Víctor Sanabria produce la súbita e incomprensible ausencia del papá para dos pequeños niños. Su viuda, Dora E. Medina, chaqueña de 29 años, sin más ingresos que la modesta pensión de su marido y el apoyo de tres tíos de sus hijos, suboficiales del Ejército y de las fuerzas de seguridad, se pone al hombro la familia. Fallece en 2013 a los 65 años, agotada su fuerza y salud. Antes ha visto cumplido el encargo de su esposo una tarde de 1974 “por si le pasaba algo”. Que los niños estudiaran y fueran profesionales.

El mayor, Carlos Javier, tiene 7 años cuando presencia azorado el combate desde el barrio militar. Hoy, con 57 años, es ingeniero con 20 años de docencia, y el 13 de diciembre de 2024 fue elegido vicedecano de la Facultad de Recursos Naturales de la Universidad Nacional de Formosa. Su hermana Roxana (50), beba de 11 meses en 1975, es como él ingeniera zootecnista.

Los diez soldados muertos y sus familias son los verdaderos condenados de la tierra”, el título del libro de Franz Fanon (1962), leído como una “biblia revolucionaria” en los años 60 y 70. Las familias de sus victimarios fallecidos en Formosa recibirán cuantiosas indemnizaciones.

En 2001, Alejandra comenzó un peregrinaje en “representación” de los 12 caídos en Formosa. Reclama que el Senado trate un proyecto de ley indemnizatorio paralizado en una comisión legislativa y en 2006 le transmitió al secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde, cómo vivían las familias de los soldados de Formosa su desesperanza por el olvido del Estado.

Ese mismo año la recibe Victoria Villaruel, presidenta del Centro de Estudios del Terrorismo y sus Víctimas (Celtyv). Se volverán a ver 18 años después, el 12 de noviembre de 2024, cuando la actual vicepresidenta recibe en el Senado a los causahabientes de los 12 militares y un policía caídos en el ataque de Formosa.

Alejandra Massaferro y Victoria Villarruel

En octubre de 2024, el entonces viceministro de Defensa, teniente general Claudio Ernesto Pasqualini, junto al senador formoseño Francisco Paoltroni, entregó una carpeta azul a los familiares de los 13 muertos, con el decreto por el cual el expresidente Mauricio Macri, cuatro días antes de dejar el cargo, dictó una reparación. Se agregó una resolución del senado firmada por su titular, Victoria Villarruel.

Finalmente, el 30 de octubre último se depositaron las indemnizaciones en las cajas de ahorro de cada grupo familiar de aquellos hijos pródigos de la libertad y, en una parada militar, el ministro de Defensa, Luis Petri, entregó una bandera a cada grupo familiar de quienes llama “héroes caídos en cumplimento de su deber”.

Los ministros de Defensa Agustín Rossi y Jorge Taiana habían frenado el expediente cuatro años, aplicando el apotegma “Al enemigo, ni justicia” contra los soldados formoseños. La compensación familiar otorgada por Javier Milei sumaría un monto menor que el de las indemnizaciones a los deudos de terroristas desde el menemismo. La sangre del soldado sigue siendo muy barata.

El autor es sociólogo