En la sala 706 del Palacio Libertad, rodeadas por las imágenes de 25 madres que perdieron a sus hijos en la masacre del 7 de octubre de 2023 en Israel, dos mujeres se encontraron por primera vez. Una era Sofía Kaplinsky, que hace casi 31 años perdió a su hija Andrea Guterman en el atentado a la AMIA. La otra, Eti Raz, cuyo hijo Idan Raz fue asesinado durante el ataque del grupo terrorista Hamas. Cada una cargaba un pequeño objeto en sus manos que se intercambiarían a modo de regalos: la primera llevaba una pulsera y la segunda, una mezuzá.
Eti vive en un kibutz en el norte de Israel. Su hijo Idan tenía una alergia severa a las abejas, lo que en teoría le impedía ser combatiente. “El ejército no lo reclutaba para combate porque podía estar en riesgo en el campo de batalla”, explica. “Pero a él no le importaba, nos dijo: ‘Voy a ser soldado de Golani [una unidad especial del cuerpo]’. Y lo logró”, señaló.
Idan llevaba dos años en el servicio militar cuando, un mes antes del ataque, sufrió un grave accidente automovilístico. Como consecuencia, estuvo internado y recibió 40 días de licencia médica. “Todavía estaba de baja cuando su comandante lo llamó porque necesitaban reemplazo para otro soldado”, relató Eti ante la atenta mirada de Sofía. “No dudó. Se presentó para cubrir a su compañero”.
Un amanecer bajo ataque
El 7 de octubre de 2023, Idan y sus compañeros despertaron con lo que en términos militares se llama “lluvia púrpura”: una alerta de misiles sobre la base. “Al principio pensaron que era algo normal, que en cinco o diez minutos se disiparía”, narró Eti. Pero no fue así. La base, ubicada a solo 300 metros de la frontera con Gaza, fue atacada por terroristas fuertemente armados.
Idan y sus compañeros se refugiaron en el comedor de la base, con apenas sus armas y una sola carga de municiones. “Al principio pensaron que la situación se resolvería rápido, pero no podían salir porque estaban bajo fuego constante”, explicó Eti
Durante ocho horas, 30 soldados resistieron el ataque dentro del comedor. Los terroristas habían cortado la electricidad, las comunicaciones y desmantelado los motores de los aires acondicionados para disparar por los orificios. “Les lanzaron 50 granadas y aun así siguieron luchando”, completó.
“Decidieron pelear hasta el final”
Cuando vieron que no podían entrar, los atacantes incendiaron el edificio. “Trajeron colchones, los pusieron contra las puertas y los rociaron con combustible”, relató. “En ese momento, Idan y otros tres soldados tomaron una decisión: salir a pelear”.
Idan sabía que quedarse dentro significaba morir quemado. “Dijo: ‘Vamos a luchar hasta la última bala, es lo que nos enseñaron’”, recreó su madre. Abrieron un espacio en la puerta para que entrara oxígeno y, en medio del caos, lograron salir.
Afuera, se enfrentaron cara a cara con los terroristas. Idan y sus compañeros lograron resistir media hora más, lo suficiente para salvar a los 25 soldados que aún estaban dentro del comedor. “Murieron luchando, pero gracias a su decisión, 25 de sus amigos sobrevivieron”, dijo su madre con orgullo.
“No sé por qué, pero sentía que algo iba a pasar”
Sofía perdió a su única hija, Andrea Guterman, el 18 de julio de 1994, en el atentado a la AMIA. La joven tenía 28 años y era maestra jardinera. Ese día fue a la institución para inscribirse en la bolsa de empleos y, en cuestión de segundos, su vida se apagó bajo los escombros.
Sofía recordó con precisión los momentos previos al atentado. “Andrea había estado soñando durante meses que querían matarla”, contó. “Siempre me decía lo mismo: ‘Mamá, vuelvo a tener el mismo sueño, pero no puedo ver las caras’”, agregó.
La noche anterior al atentado, Sofía no pudo dormir. “Sentía una angustia terrible, como si algo malo estuviera por suceder. Andrea tampoco estaba convencida de ir a la AMIA ese día. Me dijo: ‘No sé si voy a ir, no sé si quiero anotarme en la bolsa de trabajo’. Pero finalmente decidió hacerlo”, relató, mientras Eti la observaba conmovida.
En la puerta de la AMIA, Andrea se encontró con una amiga. Conversaron unos minutos, pero ella tenía prisa y no pudieron tomar un café juntas. Andrea entró al edificio y, en ese instante, todo se desplomó.
Siete días de búsqueda y una decisión
La familia Guterman pasó siete días buscando a Andrea entre los escombros. “Fueron noches interminables”, contó Sofía. “Y cuando finalmente supimos que no iba a volver, tuve que tomar una decisión: dejarme morir con ella o pelear por su memoria”.
Con el tiempo, Sofía comprendió que la justicia, tal vez, nunca llegue. “Luché mucho por justicia, pero cuando vi que no había avances, me dediqué de lleno a la memoria”, explicó. Escribió cinco libros, poemas que fueron traducidos a otros idiomas y algunos hasta musicalizados. “Siempre estuve en contacto con los jóvenes, porque creo que son ellos quienes deben recordar para que esto no se repita”, completó.
“El último abrazo”
A las 18 de ayer, luego del encuentro entre Sofía y Eti, quedó inaugurada la muestra El último abrazo, una impactante exhibición fotográfica de la artista israelí Ifat Peer. La muestra, que busca poner en evidencia el efecto devastador del terrorismo, es organizada por el Departamento de Emprendimientos Sionistas perteneciente a la Organización Sionista Mundial, la AMIA, la Secretaría de Cultura de la Nación y el Consejo Sionista en Israel. Cuenta con el apoyo de la Organización Sionista Mundial, la fundación #MomToo, el Keren Kayemet LeIsrael, el Palacio Libertad y la Organización Sionista Argentina.
Luego de contarse sus historias, Sofía sacó de una caja marrón la pulsera que Andrea llevaba el día del atentado. “Tomá, es tuya, para que te acompañe”, le dijo con ternura a Eti. “No me queda mucho de Andrea, pero quiero que esto lo tengas vos”, agregó. Eti, por su parte, le regaló, entre otras cosas, una mezuzá, que es un objeto sagrado para los judíos que se coloca en el marco de la puerta de entrada de las casas para “protegerlas”.
“Nosotras no elegimos estar en este lugar, pero estamos unidas por el dolor”, reflexionó Sofía. “No se trata solo de nuestra historia, sino de lo que simbolizan nuestros hijos. Andrea e Idan eran jóvenes con sueños, con futuro. Fueron víctimas del odio”, aseguró Sofía.