El barrio tiene miedo. La gente vive encerrada. Villa Madero es un infierno. Así lo describen los vecinos de la zona de La Matanza donde anteayer un jubilado mató a uno de los ladrones que intentó robar su camioneta, frente a su casa. Allí, la hija de la víctima del asalto, a través de la ventana le dijo a LA NACION: “Por favor, no me filmen, no saquen fotos, tenemos mucho miedo, estamos amenazados por los delincuentes, nos tiran piedras, por ahora no podemos hablar, mi padre está en estado de shock como todos nosotros”.
Ese sentimiento de temor es compartido por otros habitantes del barrio. “La terrible historia es que un señor se defendió de algo que me puede pasar a mi o a cualquiera, este lugar se ha vuelto extremadamente inseguro. Nunca pasaba nada y desde hace un tiempo empezó a crecer la inseguridad, pero, en estos últimos meses es impresionante, No tiene comparación con nada, quizá ocurría algún arrebato o robos menores, pero, esto a robo a mano armada, no, es una locura difícil de sobrellevar”, contó Jorge, que vive cerca del lugar del sangriento intento de robo.
Todos aquí tienen un dramático recuerdo de sus propios encuentros con la inseguridad. Así lo relató Ariel, que también vive en ese barrio de casas bajas: “La noche anterior al sangriento asalto al Tano (por el jubilado que mató al delincuente de 15 años) estaba en la calle Paunero al 1400 esperando a una pasajera porque trabajo para una aplicación de viajes, apareció un auto en contramano, bajaron tres tipos, aparentemente menores y uno me disparó, así de la nada, me salvó la rapidez con la que puse primera y salí a toda velocidad. Llamé a la comisaria, al 911, pidieron dos patrulleros, lo mismo que nada, todo es un desastre, nunca estuvo tan mal, como ahora, pibes de 14 o 15 años que salen a matar a cualquiera. Bueno ahora le tocó a uno de ellos”.
Maxi, que vive enfrente del lugar donde cayó muerte en ladrón adolescente, estaba junto a su novia en el momento del asalto al jubilado: “Vi por la ventana que había gente en la vereda y los patrulleros, no me animé a salir porque cuando escucho los disparos no salgo, escucho las motitos y ya sé que vienen los tiros, es una zona muy insegura, se olvidaron de nosotros, miras los pozos que hay en la calle, a veces veo pasar un patrullero, solo a veces”.
Los testimonios sobre la inseguridad en la zona se sumaron a medida que LA NACION tomó contacto con los vecinos. “Nosotros nacimos acá, vivían los padres que ya fallecieron, son todas muy buenas personas, las hijas, los nietos, gente maravillosa siempre dispuestos a ayudar, realmente no se merecían esto, es tanta la inseguridad y el abandono en la que estamos que es desesperante”, dijo Liliana.
En el taller mecánico de la esquina, Darío agregó: “Lo conozco al Tano, queda feo que le digan el jubilado, cuidado, acá a Nicola se le tiene un respeto tremendo. muy buena persona. Estando él por acá nos sentimos muy protegidos, más que con la policía. El da vueltas, saluda a los vecinos, toca la bocina cuando alguien tarda en salir, solo para saber que está bien”. Recordó con agradecimiento la asistencia que le brindó ese vecino cuando él fue víctima del delito, ese día que llegó al taller y encontró que habían robado las herramientas, que finalmente fueron recuperadas.
Las rejas son parte del panorama de la zona y grafican el sentimiento de inseguridad colectiva. El pequeño quiosco que está a la vuelta del lugar del hecho, tiene un enrejado tan pequeño con una abertura que apenas pasa una botella, detrás de ese vallado, la empleada dice sentirse segura, “Acá robaron a mano armada hace un tiempo, después de las rejas no vinieron más”.
Andrea también tiene su lavandería enrejada, con una ventana pequeña por donde pasa apenas un acolchado. Tener un local de puertas abiertas no parece ser buena idea en este barrio. “Está bastante complicado, hay muchas caritas muy raras, por mi lado no pueden entrar porque estoy super cubierta, igual cuando salimos los comerciantes cerramos todos juntos, nos cuidamos entre nosotros, hay ausencia de policías, alguna vez pasa el patrullero tocando la sirena, pero, no hay más seguridad que esa, la nuestra misma y entre nosotros”, comentó.