Rodrigo Rey es un reconocido futbolista argentino, que actualmente se desempeña como arquero del Club Independiente. Desde niño, ha lidiado con la disfluencia, un trastorno del habla que provoca que los sonidos, sílabas o palabras se repitan o se prolonguen, interrumpiendo el flujo natural del lenguaje. Aunque fue diagnosticado en la infancia, su amor por la lectura y las visitas frecuentes a la fonoaudióloga, le permitieron no solo aceptarlo sino trabajar para lograr su mejor versión dentro de sus posibilidades. “Tenía dos caminos: rendirme y limitarme o seguir adelante a mi manera. Esas experiencias me formaron y me enseñaron a decir: ‘Así soy,’”, reflexionó.

A lo largo de su carrera, jugó en grandes equipos como River Plate, Newell ‘s Old Boys, PAOK de Salónica en Grecia y Pachuca en México. En 2020, regresó a la Argentina, donde defendió el arco de Gimnasia y Esgrima La Plata antes de convertirse en arquero de Independiente en 2023.

Rodrigo es padre de dos hijos: Renata y Benicio, quien fue diagnosticado con autismo hace dos años. Aunque al principio con su pareja, Laura, temieron por el futuro de su pequeño, también experimentaron alivio al saber que conocían el camino a seguir. “Cuando sabes cuál es su condición, a partir de ahí uno se puede ponerse a estudiar el tema, informarse y acompañarlo de la manera correcta, con sus terapias y con todas las herramientas que ayudan a que progrese”, reconoció.

A raíz de su experiencia propia y la de su hijo, tiene muy en claro su objetivo de vida: concientizar a la sociedad sobre la neurodiversidad. “Es importante que se pueda hablar de este tema porque hay un montón de nenes con esta condición, cada vez son más y cada vez va a haber más, no porque lo diga yo, lo dicen las estadísticas”, advirtió.

Rodrigo Rey:

Luis: — ¿Qué es la disfluencia?

Rodrigo: — No tengo una definición porque, sinceramente, nunca la busqué y nunca sentí la curiosidad de decir: “¿Por qué yo no hablo como habla otro?”. Nunca le puse una etiqueta. Algunos le pueden decir disfluencia, otros tartamudez o un problema en el habla. Para mí es lo que soy, es mi manera, mi forma y aprendí a convivir con eso. Creo que disfluencia es lo que mejor se acomoda para darle un nombre técnico, pero para mí es mi forma de comunicar y no sé si es buena, es mala, es peor, pero es mía, es propia y me representa. Soy así.

Luis: — Para vos es un modo distinto de hablar.

Rodrigo: — Tal cual. En lo que más lo noto, hoy un poco menos, pero cuando era más chico lo notaba más es en la fluidez del habla. Muchas veces quiero decir ciertas palabras y mi cabeza va más rápido de lo que hablo y eso se genera una traba en mí, en el diálogo. Yo tengo ciertas pausas que no las quiero hacer sino que las necesito hacer.

Luis: — ¿Te enoja eso?

Rodrigo: — Sí, sobre todo me enojaba cuando era más chico. Me pasaba cuando tenía que dar una clase oral con 11 o 12 años y sabía que me iba a trabar. Pero tenía dos opciones: podía tirarme a menos y decir: “Profe, yo no puedo”, limitarme a eso o hacerlo como podía y como me salía. Creo que el hecho de transitar esos momentos y no quedarme afuera o limitarme, hizo que adquiera esta forma de ser y poder decir: “Yo soy así”. Yo no quería sentir que no podía hacer algo porque la realidad es que sí lo podía hacer. Tal vez no lo podía hacer en el ideal que todos quisieran, pero podía hacerlo a mi manera. Tuve la suerte de tener un grupo de amigos y de maestras que me dieron la posibilidad de hacerlo y no lo padecí. Había veces que sí, que prefería callarme. Me quedaba con la sensación interna de decir: “¿Por qué?”. Me quedaba con cosas adentro por no querer hablar delante de todos. Pero llegaba a mi casa y decía: “No, no está bien. No me representa eso”.

Luis: — ¿Se sabe el origen de la disfluencia?

Rodrigo: — No. Lo único que se comentaba en mi casa era que mi papá hasta los 10 años tenía un tema en el habla y después se le fue. Pero es lo único…

Luis: — ¿Hiciste tratamientos?

Rodrigo: — Sí, fui a la fonoaudióloga durante años. Después a los 13 años ya me vine para Buenos Aires. Yo soy de Las Parejas, provincia de Santa Fe, y me vine a jugar en River y vivir en el club. Ahí ya no tenía esa posibilidad de tener a mis padres que me lleven a la terapia. Pero igualmente en esa época tampoco noté grandes cambios. Ahí empecé a asumir esto que te digo hoy, obviamente con 33 años ya lo entiendo, pero no era el mismo pensamiento de hace 20 años atrás. Asumí que yo soy así, que es mi condición y que puedo vivir bien así y ser feliz.

Luis: — ¿Hay alguien a quien le reprocharías haberte cargado en pasado y no entender tu situación?

Rodrigo: — Hay una cosa que me pasa hasta el día de hoy. No me duele tanto que me lo digan a mí o que me lo hagan a mí porque con los años uno sabe las reglas del juego. Pero sí me molesta que nadie piensa que puede haber gente, chicos sobre todo, que pueden tener algo similar a lo mío. En las canchas muchas veces me gritan sobre ese tema: “Tartamudo” y otras cosas.

Luis: — ¿Te gritan sobre esto?

Rodrigo: — Sí, en la cercanía. Sobre todo en las tribunas que están cerca de los arcos. La gente cuando entra en una cancha de fútbol piensa que tiene libertad para decir cualquier cosa, para hacerle daño al que sea con tal de sacar ventaja para ellos. Pero digo: “¿Nadie piensa que tal vez al lado suyo hay un niño que tiene esa condición?”. Un niño que, capaz, sueña con jugar al fútbol y dice: “Uy, no. Si yo llego a estar ahí me tengo que bancar que me griten estas cosas”.

Luis: — Tu hijo más chico está dentro del espectro autista.

Rodrigo: — Sí y como padre de un nene autista aprendo todos los días, aprendo de él. Esa es la complejidad que tiene la situación, que no hay un manualcito que dice cómo hacer porque cada niño porque, dentro del espectro, no funciona de la misma forma. Cada uno tiene distintas cualidades. A Beni le dieron el diagnóstico hace casi dos años y arrancamos en familia todo un camino de conocimiento, de informarnos sobre el tema para poder ayudarlo a él, a que se desarrolle en condiciones que le permitan desarrollarse porque las “normales” o “neurotípicas” no funcionan en él, hay que buscar otras estrategias, entonces es todo el tiempo prueba y error, ver qué funciona y qué no. Pero tiene una parte muy particular y especial, o al menos yo lo tomo así, que es que para poder ayudar a crecer a tu hijo, te tenés que dedicar a conocerlo a fondo. Le tenés que dedicar tiempo sí o sí, prestar atención y tenés que escucharlo. Cuando miro situaciones desde afuera, por ahí en la “normalidad” esas situaciones no suceden o no nos damos el tiempo.

Luis: — Cuando hace dos años el médico les dijo: “Beni está dentro del espectro autista”. ¿Qué sentiste? ¿Qué fue lo primero que pasó en tu corazón?

Rodrigo: — Es una sensación rara. Fue raro porque sentí miedo y al mismo tiempo alivio. Miedo al pensar cómo será su futuro. Nos preguntamos: “¿Podremos nosotros como papás darle las herramientas para que él vaya saltando etapas en su vida?” y, como quiere todo padre, sin sufrir. Dentro del espectro sabemos que eso es todo un desafío. Pero lo sabemos hoy, el día que nos lo dijeron no sabíamos nada…

Luis: — ¿Por qué sentiste alivio?

Rodrigo: — Porque sabes cuál es su condición, ya la conocés y a partir de ahí uno se puede ponerse a estudiar ese tema, informarse y acompañarlo de la manera correcta, con sus terapias, con todas las herramientas que ayudan a que progrese. Antes del diagnóstico notamos en él cosas que eran distintas a la “normalidad”, pero nuestra manera de abordarlo, basadas en lo “neurotípico”, eran erradas. A partir del diagnóstico, pudimos encontrar el camino justo, conociendo su condición. Desde ese momento a hoy, Beni creció un montón.

Luis: — Hablale a un papá, a un hermano o a un familiar de alguien que está dentro del espectro autista, pero que está tomado por el miedo y todavía no llegó el alivio.

Rodrigo: — Es importante trabajar el autismo en grupo. Yo sé que hay personas que tal vez no tienen la posibilidad de pagar terapias o de tener otras facilidades, pero todo lo que sea poder unir personas: familiares, amigos, las ONG que trabajan el tema, todo lo que sea comunidad, te ayuda porque te va dando conocimiento. Las charlas entre padres con esa condición te van dando herramientas y un camino. Yo creo que, justamente, es eso, empezar a encontrar círculos y que te vayan dando caminos es lo que te genera ese alivio. Te das cuenta que hay una manera, una salida y hay un rumbo a dónde ir. Sino te quedas solo sin saber cómo resolver y te frustras todo el tiempo.

Luis: — ¿Lloraste o te enojaste en algún momento por el diagnóstico de Beni?

Rodrigo: — Llorar no, pero sí me enojo hasta el día de hoy porque son batallas constantes. Lo que te genera impotencia es que a veces el que está del otro lado, el que genera un mal comentario, no se da cuenta de lo que pasa y no es por maldad sino por desconocimiento.

Luis: — Es como el que grita tartamudo en la cancha.

Rodrigo: — Sí. Tenemos mucho por crecer como sociedad y por eso la importancia de que se pueda hablar de este tema porque hay un montón de nenes con esta condición, cada vez son más y cada vez va a haber más, no porque lo diga yo, lo dicen las estadísticas. En estos 10 años ha crecido mucho y va en tendencia a eso. Hay que hablar de este tema para poder ayudar a los nenes y a las familias para que no se queden solas con todo eso.

Luis: — Pensaba en que alguno puede ver una paradoja porque dijiste: “Hay que hablar del autismo” y la naturaleza, Dios o en lo que creas, te puso esta característica de hablar distinto. Que espalda que tenés para afrontarlo…

Rodrigo: — Viste que cuando pasa la vida uno va uniendo cosas. Yo si le doy gracias a Dios por algo es que me haya dado esta capacidad de sobreponerme a mi condición o que mi condición no me limite porque, como padre de un nene autista y hoy teniendo la posibilidad de ser una persona pública, quiero ayudar y la forma de ayudar es justamente esta: hablando. Por algo se ha dado todo de esta forma. Lo importante es que hay que generar conciencia.