“Soy expeditiva”, dice con tono confesional Sonia Bustamante. Siempre ligada al diseño, trabajó haciendo vidrieras y eventos para marcas como Wrangler, Calvin Klein o Guess, y hoy muestra su obra mayor: la casa que levantó ella misma y llenó con todas sus creaciones, que pueden verse tanto aquí como en 7-27 Home Collection, su tienda de muebles y objetos de decoración en el Mercado de Maschwitz.
“La gente pasa remando y me dice: ‘Venimos siguiendo la obra de tu casa, nos encanta’. Y yo lo disfruto inmensamente, porque me gusta que sea así: vivible, acogedora… Un hogar”, dice Sonia Bustamante.
Una distancia que vale la pena
Llegar a la tercera sección del Delta toma unos cuarenta minutos de navegación en lancha. Ubicada entre el Paraná Miní y el arroyo Chaná, la propiedad que vamos a visitar se hizo sobre las ruinas de la cabaña de un casero.
El living amplio y de puertas abiertas, como escenario de una cotidianeidad entrañable: una lancha que llega tocando bocina o un vecino con la mano alzada en un grito: “¡Después pasate, que tengo frutillas!”.
Siempre al río
Desde el principio, el plan era ir hacia el río. “La parte del comedor era una galería. Yo quería agrandar para ese lado, no sabía cómo, pero, por las dudas, hice poner piso ahí”. Como todo, lo consiguió. La segunda etapa empezó una mañana en que se levantó pensando que el comedor era muy cerrado y debía abrir dos arcadas para unir todo al living. Esa noche cenaron en el nuevo espacio integrado.
“Yo quería estar sobre el agua. Mi ilusión era salir y que el deck fuera como mi jardincito”, dice Sonia sobre el frente que, además, tiene una inmejorable vista del atardecer en el río.
Confort adentro y afuera
Así como en invierno atrae la salamandra del living, a partir de septiembre los días se pasan bajo la pérgola. La estructura, las lámparas y los muebles son todos de hierro: una mano de pintura al año los preserva de la humedad isleña.
Para parquizar se usó una retroexcavadora que niveló el suelo y permitió generar una huerta elevada a salvo de las sudestadas y las crecidas del río.
Hay recompensa
“En esta obra a pulmón me ayudó mi familia y un vecino sabelotodo al que le pregunté si podía tener un cuarto arriba del agua. ‘Si vos lo querés, lo hacemos’, me dijo. Lo dibujamos y ahí está: es lo más hermoso de la casa”, nos dice Sonia, feliz.
Buscando siempre la mejor y mayor conexión con la naturaleza, el proyecto tuvo dos etapas: la primera fue para las comodidades básicas; en la segunda, se dieron gustos como la suite actual, suspendida sobre el arroyo y con una vista grandiosa.
“No se cómo explicarlo, pero llegás acá y dormís, descansás, es distinto. La gente no se quiere ir: es increíble lo fácil que dejás Buenos Aires atrás”.
Muchas alfombras superpuestas ambientan y preservan del frío, que en las casas elevadas viene de abajo y se siente incluso en verano.