Es una de las especies más simbólicas de la Pampa argentina. Sus colores sorprenden y su figura marca la nota. En el campo, forma matas violetas, blancas o incluso amarillas. Como ventaja, sobreviven en tierras tan secas que se deshacen. Convocamos a Diego G. Gutiérrez y Eliseo Yañez, investigador y becario del CONICET respectivamente, para que nos ilustren sobre estas plantas maravillosas.

Carduus acanthoides o cardo común en la pampa bonaerense.

“Las diferentes especies de cardos forman parte del folclore y las costumbres. Por ejemplo, el cardo mariano (Silybum marianum) recibe su nombre en relación a la Virgen María: se cuenta que las hojas se habrían manchado de blanco debido a la leche derramada por María al amamantar a Jesús. Por otro lado, la carlina o flor de sol (Carlina acaulis) no tan usual en Argentina como ornamental, en algunos lugares de España se coloca en las puertas de casas para ahuyentar malos espíritus.”

El cardo de Castilla, recientemente estudiado en investigaciones para la elaboración de biocombustibles.

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Cardos y no tanto

Muchas veces el cardo se confunde con plantas que no tienen mucho que ver en su morfología (formas y características) como los caraguatás, las cardas y los cardones, con flores pequeñas agrupadas o espinas. Por otro lado, Cardueas no necesariamente implica plantas con espinas, porque muchas de estas especies no tienen espinas. Para ser más claros, Gutiérrez y Yañez definen a los cardos como “plantas herbáceas, anuales y espinosas, que pertenecen a las Asteráceas”. Y agregan: “A las poblaciones de cardos se las denomina cardales y ocupan muchas veces grandes extensiones de territorio”.

Conocida como flor del Cardo blanco (Argemone hunnemannii), sorprende por su color y belleza. Es una especie emparentada con las amapolas, no con los verdaderos cardos.

Comúnmente se conoce al cardo como una herbácea anual con espinas. Pero desde las ciencias botánicas son Cardueas (Asteráceas o Compuestas) con flores pequeñas reunidas de forma tan compacta que parecen ser una sola. “A diferencia de una margarita o girasol, que pertenecen a la misma familia, en los cardos las flores son todas iguales con la corola en forma de campanita alargada, predominando los colores rosado o fucsia, lila o violeta, azulado, pero también blanco, anaranjado y amarillo”, detallan los expertos, y agregan que “el fruto es generalmente pequeño y posee en muchos casos pelos (papus o vilano) para su dispersión por el viento, que vulgarmente se conoce como panadero.”

Centaurea solstitialis L. o cardo estrellado amarillo, de los más vistosos.

Nativos, ¿sí o no?

Los cardos llegaron a la zona templado-cálida y fría de Argentina en diferentes momentos. Las primeras ilustraciones jesuitas de cardos son de mitad del siglo XVIII, al norte de Santa Fe. El jesuita Florian Paucke muestra que se cultivaban: cardo de Castilla (Cynara cardunculus var. sylvestris), cardo hortense (alcauciles o alcachofas, Cynara cardunculus var. scolymus), el cártamo o falso azafrán (Carthamus tinctorius), pariente del cardo lanudo (Carthamus lanatus). A principios del siglo XIX, Charles Darwin o Francis Bond Head en sus exploraciones por las pampas bonaerenses mencionaron la existencia de poblaciones exuberantes de cardos. Otras especies fueron detectadas ya en el siglo XX, cuando la ciencia botánica se consolidó en el país.

Cirsium vulgare, nativo de Europa, Asia, norte de África, y más tarde introducido a América.

Los Eryngium son comúnmente conocidos como cardos y se usan como ornamentales en el paisajismo. Pero en rigor son caraguatás, por lo cual se los conocen como “falsos cardos”.

Por todo esto, Gutiérrez y Yáñez concluyen: “No existen cardos nativos en la Argentina sino que provienen, en su mayoría, de la cuenca del Mediterráneo, norte de Europa, y Cercano y Medio Oriente, pero algunas especies son norteamericanas”. Sin embargo, detallan que muchas de las especies de cardos se encuentran naturalizadas. Es decir son exóticas o no-nativas pero, dado el tiempo transcurrido desde su ingreso, ya fueron integradas al ecosistema nuevo y establecieron interacciones con el medio natural. “Esto les sucedió a muchas de las especies de cardos, como por ejemplo Carduus acanthoides, que es el cardo más común de las pampas bonaerenses, del sur de Santa Fe y sudeste de Córdoba”, precisan los especialistas.

Con sus tallos ascenentes, la Centaurea solstitialis tiene flores amarillas que se lucen en verano.

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Usos y costumbres

En la Argentina, con el nombre común de cardo (también conocido como carda, cardencha o cardón) se registraron 16 especies de Cardueas, principalmente en las pampas, sierras pampeanas, Cuyo y Patagonia. “Dentro de este grupo se encuentran lo denominados abrepuños como la Centaurea calcitrapa o Centaurea solstitialis, por tener principalmente espinas rodeando las flores. Otros no reciben la denominación de cardos como la bardana o abrojo (Arctium minus) cuyo fruto tiene ganchos, y la yacea de los prados (Centaurea jacea) o el yuyo moro (Rhaponticum repens) que carecen de espinas”, amplían los científicos.

En el proyecto de paisajismo de Museo Campo, donde Ernestina Anchorena utilizó el Cynara cardunculus.

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Entre las especies más habituales se encuentra el ya citado cardo escocés (Onopordum acanthium) que en la Argentina se encuentra distribuido en todo el país, siendo muy común incluso en las ciudades, en baldíos y hasta en veredas. “El cardo escocés es una especie potencialmente ornamental e históricamente se ha utilizado por sus propiedades medicinales (por ejemplo, antirreumático) y comestible (hojas y tallos tiernos, capítulos y raíces)”, detallan los expertos.

Silybum marianum o cardo mariano en las sierras.

Y aclaran un error común: “El cardo ruso (Salsola kali o Salsola tragus) no forma parte de esta familia botánica, si no de las Amarantáceas y por lo tanto está más emparentado con la acelga, la espinaca y la remolacha aunque no nos parezca a simple vista, más allá de sus hojas espinosas”.

Cuando el Cynara cardunculus exhibe sus colores: nace a finales de invierno y florece a finales de primavera y principios de verano. Con el calor se seca, pero sus inflorescencias perduran.

Así, el uso de los cardos se puede agrupar como medicinal, alimenticio (como hortaliza), ornamental o en costumbres, y hasta en la construcción o industrial. Un ejemplo es el cardo escocés (Onopordum acanthium), que en la Argentina se conoce como cardo borriquero, cardo negro o simplemente cardo, y es la flor nacional de Escocia. Por otra parte, Gutiérrez y Yañez se refieren un uso histórico y no tan conocido en las pampas argentinas y que es el del cardo de Castilla (Cynara cardunculus var. sylvestris) que “fue utilizado antes de la existencia del alambrado para delimitar campos en la época colonial, o como leña en lugares donde no había árboles”.

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Buena medicina

En el caso de los usos medicinales, los especialistas detallan que depende del área en la que crece, la población y el momento histórico. Por ejemplo, “el cardo de Castilla (Cynara cardunculus) fue mencionado como hepático, colagogo, colerético, aperitivo, digestivo, antiácido, antiespasmódico, antilítico, antinefrítico, diurético, antidiabético, depurativo, hipotensor, antirreumático, adelgazante, afrodisíaco. Presenta actividad antimicrobiana, antioxidante, antitumoral, hipoglucemiante, antiinflamatoria, hepatoprotectora, hipocolesterolémica”, precisan.

Poblaciones de cardos de Castilla con flores azules y blancas.

Otro ejemplo es el cardo mariano (Silybum marianum), utilizada como tónico, hepático, digestivo, astringente, antihemorroidal, diurético, antídoto, antilítico, antiinflamatorio, expectorante, emenagogo, galactogogo, analgésico, antidiabético, vulnerario, etc. Sus frutos se venden en herboristerías y en dietéticas, si bien es tóxico para el ganado.

Otra imagen del Museo Campo. El uso de los cardos es medicinal, alimenticio (como hortaliza), ornamental o en costumbres, y hasta en la construcción o industrial por ejemplo.

Tierra de gauchos

No es secreto que, por presentar espinas, la relación del campo con el cardo no siempre es grata. “En el campo se sigue renegando del cardo, en particular las especies Carduus acanthoides, Cynara cardunculus var. sylvestris, Carthamus lanatus y Silybum marianum por ser molestos al recorrerlo y andar a caballo, o por invadir cultivos, predios ganaderos o los alrededores de las casas”, detallan Gutiérrez y Yañez. “Sin embargo, tienen a su favor que son beneficiosos para la polinización de las abejas y en muchos lugares en la primavera embellecen las pampas por su intensidad en colores fucsias, violetas, azules y hasta amarillos”.

Cardos de Castilla, con hojas en tonos gris verdoso, en plena pampa bonaerense.

Superpoderosos

Gutiérrez y Yañez explican que una de las particularidades de los cardos es dispersión por el viento, que hace que el pequeño fruto que rodea a una única semilla sea llevada muy pero muy lejos, a veces cientos de kilómetros de donde vivieron sus parentales. Otra característica (que no se conoce tanto), es que algunas especies presentan en su fruto lo que se denomina elaiosoma, un tejido con importantes depósitos de lípidos (grasas). Esos compuestos son detectados por las hormigas que de esta manera llevan los frutos a sus hormigueros. Una vez en el hormiguero, las hormigas solo utilizan esa parte del fruto lo que deja viable la semilla para que germine y genere una nueva planta. Esta es la razón por la que muchas especies de cardos crezcan cerca de hormigueros.

Lo que conocemos como alcaucil es la flor de la planta Cynara cardunculus.

¿El alcaucil es un cardo?

“Sí, el alcaucil (o alcachofa) es una especie de Cynara cardunculus (la variedad scolymus) que carece de espinas. Pareciera una contradicción, pero sucede que forma parte de la misma especie que el cardo de Castilla (variedad sylvestris) que sí tiene enormes espinas”, definen Gutiérrez y Yáñez. “Esta diferencia se debe al cultivo y selección que tuvo la especie que se remontan hasta la antigüedad, en Grecia y Roma. Actualmente, Argentina es uno de los grandes productores de alcauciles del mundo, principalmente en los alrededores de las ciudades de La Plata y Rosario.”

Una inflorescencia del Cardo de Castilla que aparenta ser una única gran flor, cuando en realidad son numerosas flores pequeñas densamente agrupadas.

En el paisajismo

La paisajista Ernestina Anchorena utiliza en sus trabajos los cardos, fruto de su conocimiento y experiencia en el campo. Especialmente al Cynara cardunculus: “Yo lo veía al costado de los caminos y me gustaba mucho su porte, su textura y su color gris. Todo el año está muy bien, vive dos años pero sus hijos lo sobreviven a su alrededor. Así que lo empecé a reproducir y usar en todas las praderas”. Especialista en jardines naturalistas, Anchorena aporta: “Para los aborígenes pampas y tehuelches el cardo santo es una planta sagrada. Se han encontrado pipas porque se fumaba (es un opiácea) y también aparece en platería y en los textiles”. Según Gutiérrez: “El cardo santo no es pariente del resto de los cardos comunes. Si bien tiene espinas, es pariente de una amapola”.