Personajes borrados o guillotinados en las fotos oficiales, interrupciones y ediciones posteriores de grabaciones, ocultamiento de imágenes y situaciones incómodas en público, argucias narrativas para maquillar compromisos económico-financieros asumidos y manipulación de datos, han pasado a ser parte nuclear de la gestión, de la comunicación y de los intentos por controlar la agenda pública por parte de la administración libertaria. Como en otras épocas y otros gobiernos.

En lo que parece un proceso de profundización y aceleración de la táctica, en los últimos 20 días han sobrado los casos y faltan dedos de la mano para contabilizar situaciones en las que el Gobierno ha intentado editar la realidad en su provecho o para cobrarse cuentas con enemigos internos y externos.

Axel Kicillof quiere dar un salto y acelerar el armado territorial en la provincia

Pueden dar fe de esta operación: Victoria Villarruel, guillotinada y obviada en las imágenes oficiales de la asamblea legislativa realizada hace nueve días, y Axel Kicillof, ausente en las fotos que distribuyó y publicó el Gobierno sobre la presencia de los ministros Luis Petri y Patricia Bullrich en Bahía Blanca por la catástrofe climática.

El recorte del gobernador kirchnerista, que, por el contrario apareció junto a los ministros en numerosas imágenes tomadas y publicadas por medios de comunicación independientes, se combina con el silencio (y silenciamiento) oficial sobre el mal momento que vivieron los funcionarios nacionales cuando fueron increpados por vecinos bahienses durante su recorrida, como pudo verse en las redes sociales y publicaron medios locales. La concordia con los adversarios parece ser un demérito en la narrativa oficialista, tanto como peligrosa la más mínima aparición de expresiones de rechazo o cuestionamiento a sus funcionarios.

Resulta toda una ironía que un artificio tan soviético haya sido usado contra Kicillof, a quien sus adversarios suelen fustigar llamándolo, precisamente, “el soviético”. Y, mucho más, seguramente, que la vicepresidenta termine replicando en el archivo de imágenes de la Argentina mileísta la ausencia de León Trotsky en la iconografía de la Rusia stalinista, según lo constató la investigación del diseñador y fotógrafo inglés David King . Más que curiosidades.

Esos son los casos más notorios y recientes, pero no han sido los únicos, ni los primeros y, muy probablemente, tampoco serán los últimos.

Los asientos vacíos de la Cámara de Diputados durante la apertura del período de sesiones ordinarias, la imagen del diputado radical Facundo Manes interrumpiendo al Presidente con un ejemplar de la Constitución Nacional en la mano y el inmediato gesto amenazante dirigido a este desde los palcos por el supergurú presidencial Santiago Caputo fueron perlas ausentes de la transmisión por cadena nacional, que se empeñó en no mostrarlas.

En esa misma línea cabe inscribir la decisión presidencial de no cumplir con normas vigentes y forzar una interpretación constitucional, nuevamente, para eludir el tratamiento en el Congreso, como exige la ley 27.612, del anunciado acuerdo de reprogramación de deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y evitar así la difusión de detalles acordados que podrían precipitar tomas de decisiones de los actores económico-financieros y alterar los planes oficiales.

El momento de la tan anunciada salida del cepo o la tan incómoda cuestión (para el Gobierno) sobre el nivel del tipo de cambio serían ejes nodales de esa decisión que le permitiría hacer jugar en su favor el desconocimiento y la incertidumbre. Los trucos no se muestran ni las tácticas se anticipan.

Conspiración o conspiranoicos

Ante esa recurrente obsesión por el control de la comunicación y de la agenda pública, que tiene últimamente, como se ha visto, bastantes fisuras, surgen dos interrogantes.

El primero es si no se estará ante el riesgo de un efecto búmerang y de alimentar la percepción de que algunas profecías pueden autocumplirse.

Ahí se inscribe la aparición simultánea de los más notorios integrantes de la milicia digital y comunicadores afines para denunciar que hay una supuesta conspiración en marcha pergeñada por actores económicos (“el club de los devaluadores”), políticos opositores y periodísticos para golpear al Gobierno ante un cierto debilitamiento de la popularidad de Milei y de la administración, aunque las encuestas más serias no lo registran o solo lo verifican dentro del margen de error.

Probablemente, los escuadristas libertarios se guíen más por el aumento de las conversaciones de tono negativo respecto del Gobierno en las redes. Es su ágora.

El llamado a abroquelarse en defensa del líder, también podría interpretarse como una expresión de temor o debilidad. Y obligar a mostrar éxitos en lo inmediato. Un riesgo que en el Gobierno y en sus usinas de comunicación consideran que merece correrse a cuenta del acuerdo con el FMI.

Según sus cálculos (y expresiones de deseo) la reprogramación de la deuda y la prometida llegada de fondos frescos tendrá un efecto rebote para la imagen del Presidente y del Gobierno. El argumento es que al partir de tal percepción de fragilidad la noticia impactaría aun mejor en la opinión pública, dado el efecto positivo que tendría de inmediato en los mercados.

Axel Kicillof en Bahía Blanca, una imagen

La buena reacción en las bolsas de bonos y acciones y la mejora en las calificaciones de riesgo registrada después del anuncio hecho por Milei en la Asamblea Legislativa sobre la inminencia del entendimiento apalanca la previsión y la esperanza.

El soviético borrado y la edición del pasado, que encuentra sus orígenes en el damnatio memoriae (condena de la memoria) romano, conviviría así con la más moderna táctica de “inundar la zona” o la agenda pública con un sinfín de anuncios y decisiones, como ideó Steve Bannon, el estratega de la llegada al poder por primera vez de Donald Trump.

Así defendía Bannon su propuesta y prometía su éxito: “Los medios son el partido de oposición y, como son tontos y perezosos, solo se pueden enfocar en una cosa a la vez. Lo único que tenemos que hacer es inundar la zona. Todos los días les lanzamos tres cosas, tomarán una y haremos todo lo que querramos. Bang, bang, bang, nunca se van a recuperar”. Cualquier semejanza, sobre todo con los primeros meses mileístas y el vertiginoso arranque del segundo mandato de Trump, no es mera coincidencia.

Sin embargo, la táctica no es inmune al paso del tiempo, la dilación en la concreción de algunas promesas y, especialmente, las heridas autoinflingidas. Se vio en el primer gobierno trumpista y parece estar empezando a evidenciarse en el comienzo del segundo año de mandato de Milei.

Por eso, la pregunta que muchos observadores críticos se hacen en estos días es si el Gobierno va a editar o superar exitosamente algunos desafíos inminentes que deberá enfrentar.

Entre ellos se inscriben la eventual judicialización del DNU por el acuerdo con el FMI o el conflicto de poderes que amenaza abrirse por la designación en comisión del multiobjetado (y temido) juez federal Ariel Lijo y el catedrático Manuel García-Mansilla para integrar la Corte si es que el Senado, finalmente, se anima a rechazar sus pliegos.

Sobre ese último tema abundan las versiones y las sospechas. Las voces que surgen de la mayoría de los bloques dicen que hay ánimo y número para el rechazo. Las sospechas no descartan sorpresas. Para muestra, está el nuevo capítulo de la biopic del presidente del bloque de senadores radicales, Eduardo “Peteco” Vischi, el zigzagueante.

El jueves pasado se había comprometido con sus correligionarios a sacar un comunicado con la posición del bloque contraria a la designación de los jueces supremos por decreto, que sería anticipatorio de un voto negativo mayoritario en caso de que los pliegos, finalmente, se trataran en el recinto. Casi 100 horas después, el documento no logra salir de su computadora personal. En la era de la inmediatez, Vischi parece decidido a tomarse su tiempo para evitar cortocircuitos entre su jefe, el gobernador correntino Gustavo Valdés, y el Presidente. Entre sus pares, su palabra ya cotiza menos que la cripto-meme $Libra. Otra coincidencia con el oficialismo.

A esos desafíos puede sumarse para el Gobierno algunos mucho más cercanos a la sensibilidad social, como la marcha de jubilados del próximo miércoles, a la que prometen darle volumen y músculo hinchadas de varios equipos de fútbol, después de los incidentes con la policía en la última manifestación. También, focos de protestas, aún encapsulados, que empiezan a encenderse en distintos lugares del país. Como los reclamos de los yerbateros reprimidos por la policía de Misiones o los de vecinos por la inseguridad creciente. Nada que, al menos hasta ahora, haya logrado visibilidad masiva en la esfera digital y en medios alejados de esas geografías y problemáticas.

Logros concretos del Gobierno, especialmente, en lo económico, nuevos errores o escándalos de la oposición (a los que suele estar abonada) y una reedición mejorada de la realidad serán necesarios para superar esos desafíos. También, para desplazar la atención de la hasta ahora indetenible aparición de testimonios comprometedores en el Criptogate, que involucran en su armado y lanzamiento a Javier y Karina Milei, como viene revelando Hugo Alconada Mon y dejó expuesto, sobre todo en su última nota, publicada ayer (https://www.lanacion.com.ar/politica/karina-milei-superviso-todas-las-negociaciones-con-los-empresarios-cripto-antes-del-escandalo-libra-nid08032025/).

Son situaciones esas que, a pesar de logros concretos, la buena imagen que le devuelven las encuestas y la expectativa de alcanzar metas de fuerte impacto como el cierre de la negociación con el FMI (con la ayuda de Trump) explican los nervios y reproches que trascienden de la Casa Rosada y que parecen haber propiciado nuevos errores no forzados.

El año electoral ya está en marcha. En apenas nueve días vencerá el plazo para la inscripción de alianzas para las elecciones porteñas, que se celebrarán el 18 de mayo, y todo indica que la competencia puede ser feroz. No hay señal alguna de que libertarios y macristas estén en condiciones de cerrar un acuerdo. Puede ser la madre de otras batallas.

Sin embargo, sobran las especulaciones ante el silencio por el que optó en estos últimos días Mauricio Macri, después de un nuevo cortocircuito verbal con el Gobierno y de sufrir otro desafío a su autoridad por parte de varios de sus alfiles dispuestos a rendirse al oficialismo. “No tengo nada nuevo que aportar”, fue la curiosa fórmula verbal que encontró el expresidente para justificar su repentino hermetismo.

En este frágil y dinámico contexto se esperan nuevos capítulos de la realidad mileísta editada. Podría haber más personajes borrados o guillotinados en la iconografía oficialista. No están a salvo propios ni ajenos.