Durante la temporada teatral del año pasado, en Buenos Aires hubo dos espectáculos que adquirieron categoría de verdaderos tanques del circuito comercial. Uno de ellos, Felicidades, fue protagonizado y producido por Adrián Suar. Entre 1991 y 1993, el actor fue una de las caras de la serie televisiva La banda del Golden Rocket –venía de Pelito en su infancia- hasta que, años después hizo Poliladron, la primera ficción de Polka, su icónica productora, cuya última serie fue en 2024. Otro tanque teatral de 2024, la segunda temporada de Tootsie, fue protagonizado y producido por Nicolás Vázquez, quien logró un impacto masivo en calle Corrientes gracias a la serie Casi ángeles, uno de los tantos productos televisivos de Cris Morena. En la cartelera actual, la obra ¿Quién es quién? lidera las estadísticas de audiencia. Trabaja Luis Brandoni, el actor tantos éxitos televisivos, y comparte el escenario del Teatro Liceo con Soledad Silveyra, aquella actriz que ganó en sus primeros años profesionales un pico de masividad gracias al éxito de la telenovela Rolando Rivas, taxista, de 1972 [y que dos temporadas después protagonizó otra historia de Alberto Migré, Pobre diabla, que también lograba detener al país].

Soledad Silveyra en ¿Quién es quién?, la obra más vista de la actualidad, y en Rolando Rivas, la telenovela que la convirtió en una actriz de llegada masiva

Allí hizo su debut en la pantalla chica Arnaldo André. Al año siguiente, junto con otros dos galanes del momento que venían de trabajar en TV, presentaron en Mar del Plata una comedia que arrasó en boletería. “Te convocaban según el éxito obtenido en las telenovelas. Lamentablemente, como hoy casi no hay ficción en la pantalla chica; eso no les va a suceder a mis colegas jóvenes. Pero aquellos que pudimos estar presentes en esas grandes telenovelas, hoy estamos vigentes gracias a ellas”, apuntó el actor en una nota con LA NACION de 2023. En estos dos años, detalle no menor, casi no hubo ficción en la televisión abierta. La ausencia de esos contenidos admite varias lecturas. Todas, preocupantes. Una de ellas es su efecto directo en la cartelera del teatro de Mar del Plata y de Buenos Aires ya que, históricamente y salvo las excepciones de siempre, esas actrices y esos actores que lograron masividad gracias a la televisión son los que encabezan los títulos de las grandes marquesinas del circuito comercial. Algunos de esos títulos teatrales se convirtieron en verdadero éxitos; otros, no. No todos se sacan la sortija en esta calesita, pero la rueda giraba.

El productor Carlos Rottemberg ocupa un lugar central en parte de este engranaje. Con 50 años de actividad, junto con su hijo Tomás Rottemberg, son los dueños de siete edificios teatrales, de 16 salas y responsables de que las 8991 butacas de sus teatros estén ocupadas por el público, quien completa al rito teatral. En medio de un desayuno en un bar de Palermo, el llamado “Señor de los teatros” reflexiona para LA NACIÓN sobre las posibles consecuencias de este cortocircuito entre la televisión y el teatro comercial en el corto y mediano plazo.

“Hoy nos enfrentamos a una situación en la que, como siempre en mi vida, se aclaró frente a un disparador. En este caso fue cuando el año pasado escuché decir como algo positivo que la falta de ficción televisiva empujó a más actores populares a volver a hacer teatro comercial. Venía manejando, escuché eso y me dije: ‘No, al contrario, esto es preocupante’. Me recordó a quien se alegra por cargar nafta minutos antes del aumento de la medianoche. ¿Y el próximo tanque? Inmediatamente escribí un tuit en mi cuenta de X expresando mi opinión. Siento, por primera vez en mis 50 años de actividad teatral, que la falta de ficción en la televisión abierta hace que estemos viviendo una coyuntura peligrosa para el futuro del teatro más popular y masivo”, apunta quien fue un histórico presidente de Aadet, la cámara del circuito del teatro comercial; y quien, en 1999, fue el primer presidente de Capit (Cámara Argentina de Productoras Independientes de Televisión) en tiempos en los que en esa entidad estaban Adrián Suar, Marcelo Tinelli, Nicolás Repetto, Jorge Guinzburg o Mario Pergolini. A ellos, Rottemberg los llamaba jocosamente “los cara pintada” porque, a la vez de ser productores, también estaban frente a las cámaras de televisión (y para eso, se sabe, hay que maquillarse). En aquel momento Rottemberg era el productor de Almorzando con Mirtha Legrand, rol que ocupó entre 1990 y 2011. El señor en cuyas salas reina la ficción estaba a cargo de un programa con comensales sentados alrededor de una mesa (o mesaza, como se quiera).

“En estos 50 años, la televisión sin costo para el televidente resultó de difusión masiva para enormes actrices y actores nacionales, muchos convertidos en figuras que el público sigue consumiendo. A los hechos: los dos espectáculos que encabezan los listados de público en las temporadas de Mar del Plata y de Buenos Aires, Brujas y ¿Quién es quién?, tienen protagonistas de 80 años, en promedio, que fueron figuras de éxitos televisivos. Con esto no estoy diciendo que un programa de éxito en la televisión tiene que serlo seguro en el teatro. Está plagado de ejemplos contrarios. Pero sí que fueron usinas que popularizaron a grandes talentos. En el barrido histórico de mi memoria, desde el llamado Clan Stive hasta acá hubo una cantidad enorme de intérpretes que se convirtieron en figuras de la escena comercial. La señora que no iba al teatro empezó a conocer a Marilina Ross, a Federico Luppi, a Norma Aleandro, a Carlos Carella, a Juan Carlos Gené, a Bárbara Mujica o a Emilio Alfaro gracias a Cosa juzgada, el ciclo de David Stivel. Luego vinieron decenas de programas, como Alta comedia, Atreverse, Nosotros y los miedos y tantos otros, hasta la aparición de la genial usina de ficción de Polka. Muchos de los que transitaron aquel recorrido, también gente formada en el teatro independiente, pasaron a ser protagonistas del circuito del teatro comercial”, apunta, apelando a su propio archivo en medio de una extensa enumeración.

De izquierda a derecha, un clan que dio que hablar: Juan Carlos Gené, David Stivel, Norma Aleandro, Federico Luppi, Marilina Ross, Emilio Alfaro y Bárbara Mujica

“Pasó el tiempo y aparecieron artistas como Florencia Peña, a quien conocimos en Son de 10 [telecomedia de Canal 13 que se emitió entre 1992 y 1995]; o un Nicolás Vázquez, quien saltó a la popularidad en los ciclos de Cris Morena. Así podemos seguir, más allá de algunas excepciones originadas en los escenarios. De hecho, tenemos el caso de Julio Chávez, un eximio actor eminentemente teatral, que sumó popularidad gracias a aquella televisión abierta. Que todas aquellas factorías televisivas no existan, además de la preocupante economía individual que impacta negativamente en los bolsillos de los actores, acarrea un perjuicio futuro para el sector del teatro de producción”, señala Carlos Rottemberg

-A falta de ficción en la televisión abierta, ¿series como El encargado o Envidiosa, ambas de plataformas, no llenan en algo ese hueco?

-Tanto Guillermo Francella, por El encargado, como Griselda Siciliani, por Envidiosa, ya eran conocidos por ficciones de la tele gratuita. Entonces, volvamos al inicio de la conversación, ¿quiénes serán los que van a encabezar los títulos de la escena comercial? ¿Podrán sostenerse económicamente los artistas y los grandes teatros haciendo una función semanal? ¿Es sustentable si más del 70 por ciento de la recaudación, según registros de los últimos años, se sostiene con las obras que se programan con continuidad semanal que son, no es casual, con las figuras más populares? Nosotros, como familia, podemos programar joyitas teatrales de una función esporádica que nos enorgullecen, pero para mantener la rueda económica, para cumplir con las obligaciones de nuestros planteles de trabajadores, para mantener los costos pagos y para seguir imaginando inaugurar otra sala, dependemos de los éxitos grandes.

El tema lo ocupa, le preocupa. “Estoy convencido de pertenecer a un único partido político que fundé y que nunca me defraudó: el PT, el Partido Teatral. Reconozco que hay muchos militantes del PT y me sorprende que la amplia mayoría de esos ‘afiliados’ sean personas de edad avanzada”, apunta con cierta ironía. Tras decir esto recuerda un comentario que le hizo su padre, Miguel Rottenberg, quien falleció el año pasado. Fue en 1975 cuando un jovencísimo Carlos Rottemberg de apenas 17 arrancaba con todo esto. Mirando la platea del Teatro Ateneo en una obra que protagonizaba Pepe Soriano, su padre le dijo: “Mirá…, es toda gente con pelo blanco. Cuando mueran estos espectadores, no habrá más público”. Algo de razón hay en su comentario: en la actualidad, el promedio de edad de los espectadores del teatro comercial está en el orden de los 62/63 años (similar al de Nueva York). Pero el público sigue estando. “Lo que no había pensado es que el problema futuro podría estar arriba del escenario, con las nuevas camadas de intérpretes”, confiesa el empresario teatral.

-Ante este panorama, ¿cómo imaginás que sigue entonces todo esto?

Por un compromiso de confidencialidad que voy a respetar no nombraré a los interlocutores, pero en diciembre del año pasado convoqué a una reunión con representantes de las organizaciones que tienen que ver con lo artístico y a un referente de la producción televisiva por la preocupación ante la falta de ficción en la televisión. En modo idea, les propuse que copien el modelo de las cooperativas teatrales: que los canales sean los teatros, que los productores aporten las facilidades y que la tajada se la lleve el talento. A suerte o verdad, porque del otro lado no hay nada. Algo de contexto: recibo entre cuatro y cinco llamadas mensuales de actrices y actores reconocidos que no tienen ingresos. Muchos de ellos, conocidos. Pero, como digo siempre, ni con la selfie ni con el autógrafo ni con una nota periodística pagan la cuenta en el supermercado. Vuelvo a la pregunta: si la producción de ficción televisiva no da, habrá que hacerlo en cooperativa o lo que haya que inventar. Y pasará como en el teatro, habrá tres o cuatro títulos que no dejarán un mango; pero uno o dos van a funcionar. También será una forma de retomar el hábito de la audiencia.

-En esa reunión, ¿en qué quedaron?

-Se decidió volver a tener otra en marzo.

-En medio de este panorama, si se hace un recorrido por la televisión abierta, tal vez las figuras más conocidas sean los panelistas o los participantes de los realities.

-Sí, pero no hacemos teatro con eso, no se puede. El público que paga es otra cosa. Hace años que vengo diciendo que la televisión y el teatro corren por cuentas separadas. Aquella figura que vendía todas las tapas de las revistas de actualidad no necesariamente vendía entradas de teatro. Como contrapartida están los Les Luthiers, que vendían todas las entradas en teatro sin hacer televisión. No todo es igual. Lo que sí es igual es la popularidad de quienes son protagonistas hoy. La última camada de “jóvenes” es la de Valientes [la tira de Polka de 2009, en la que actuaban Luciano Castro, Julieta Díaz, Mariano Martínez, Gonzalo Heredia y Eugenia Tobal, entre otros]. Por nuestra parte, como empresarios teatrales, para el año próximo vamos a llevar Made in Lanús a Mar del Plata para festejar los 40 años de su estreno. ¿Y qué es Made in Lanús? Una obra que nació en un ciclo de televisión de Nelly Fernández Tiscornia que se pasaba por la Televisión Pública, que luego llegó al cine y que la versión actual la dirige Brandoni, quien fue uno de sus protagonistas. Lo que dejó aquella televisión sigue muy presente en el inconsciente colectivo. Por eso a Arturo Puig, el otro día en Mar del Plata cuando dejó las huellas de sus manos en la Vereda de las Estrellas, la gente le gritaba “¡Grande, pa!”.

En 1995, Adrián Suar, quien venía de ser un de las caras nuevas de La banda de Golden Rocket, protagonizó junto con Laura Novoa Poliladron, la primera tira de Polka; años mas tarde lo contrató Rottemberg para hacer actuar junto con Florencia Peña y Andrea Pietra, todas figuras que pasaron a encabezar títulos de la escena comercial

-O a Francella se lo sigue relacionando con el Pepe Argento de Casados con hijos.

-Por supuesto. Hay una plataforma de lanzamiento de estos nombres que se los dio la ficción en la televisión abierta. Me fui a tomar la otra vez un café con Claudio García Satur en un bar cerca de su casa. Habrán pasado cuatro personas por el lugar. Todos le hablaron de Rolando Rivas, taxista [que protagonizó con Soledad Silveyra]. En la memoria emotiva de la gente están todavía todos ellos muy presentes. ¿Se darán cuenta los nuevos actores que no van a tener eso dentro de unos años? A Nora Cárpena [una de las históricas de Brujas] le siguen hablando de las comedias que hacía con Guillermo Bredeston. A Luisa Kuliok [una de las “nuevas” Brujas] le siguen gritando “¡La extraña dama!” y ¡pasaron 35 años de esa telenovela!. Y aquello sucedía mientras el canal de Alejandro Romay le abría el camino al carrerón de Natalia Oreiro. Desde fines de los 90 la televisión, por un tema de costos, empezó a hacer programas de panelistas. Pero el problema no radica en lo que hay, sino en lo que falta. La señora que está en su casa siempre querrá encontrar en su memoria emotiva a aquellos intérpretes que supo conocer y, a la vez, descubrir a nuevos artistas. Por algo, como decía Pinti, los gobiernos pasan y los artistas quedan.

Foto de Carlos Rottemberg, el llamado Señor de los Teatros, cuando era productor del programa de Mirtha Legrand

Otro ronda de café. Carlos Rottemberg, quien programó en el Liceo el espectáculo más visto de Enrique Pinti y que produjo en televisión Pinti y los pingüinos, de 1992; continúa con una referencia personal. “Cumpliré 70 años dentro de no tan poco y aseguro que no estoy hablando por mí. Quiero demasiado la profesión teatral, cuna de la ficción. Creo que debería convocarse a una gran paritaria de la ficción televisiva para resolver este problema que se profundiza. A la fuerza de los actores unidos no hay con qué darle y se merecen masificar su trabajo”, apunta convencido.

En la deriva de la charla, apela a una anécdota familiar. Llevó a su hija Matilda a la calesita. La pequeña se subió al caballito, pero no ganó la sortija. Vino cara de enojo. Otra vuelta, y tampoco la ganó. Peor cara. En la tercera, se quedó con la sortija y con el premio de otra vuelta gratis. Felicidad total. Rottemberg se subió al auto y le dijo a Karina, su mujer: “El éxito en el teatro es una calesita. Se sufre por el primer fracaso. Se llora el segundo. Y, de repente, el tercero sale bárbaro”. Esta misma anécdota se la contó a Soledad Silveyra. “Sus propuestas de 2023 y 2024 no convocaron tanta gente. Ahora, en 2025, sale primera con Brandoni. ¡Es la sortija! Y después, inexorablemente, la sortija se la lleva otro de la competencia. El tema es seguir arriba del caballito y que la calesita siga girando”.

Para que ese engranaje siga girando, la ficción en la televisión abierta es una pieza clave en todo este engranaje.