Melina (35) iba a un colegio en San Isidro que, en su momento era solo de mujeres. Tomás (36) iba a uno de varones por la misma zona. Conocer chicos y chicas no era un problema para los alumnos porque era habitué que los alumnos de ambos colegios se unieran en salidas y formaran grandes grupos de amistad.
Melina y Tomás tuvieron más de una oportunidad para conocerse, sus vidas estaban unidas incluso desde varios años antes de que ellos lo supieran, pero claro, aún no era el momento.
“Sos igual a una chica que conozco”
Cuando Melina tenía 15 años recibió la invitación de Sofía, su mejor amiga, a una reunión en su casa con chicos del otro colegio. “Cuando voy a su casa me toca saludar a Tomi y le digo Ay, sos igual a una chica que hace gimnasia artística conmigo”, cuenta Melina. Para su sorpresa él le respondió que su hermana Catalina hacía gimnasia artística en el Club Acasusso.
“¿Me estás cargando?”, le preguntó Melina sorprendida, “Nos estallamos de risa porque resulta que su hermana era mi compañera de gimnasia, las dos empezamos de chiquitas y como competíamos en muchos lugares yo pasaba mucho tiempo con ella, conocía a su papá y mamá de los torneos en Mar del Plata. No podíamos creer que hice tantos años gimnasia con su hermana y nunca nos habíamos visto”, rememora Melina entre risas. Así fue como, después de siete años, les llegó el momento de cruzarse y se dio comienzo a esta historia de amor.
“Sabíamos que ese momento no podía ser”
El grupo de amigos se consolidó y se juntaban con frecuencia. En cada una de esas juntadas se sentía la atracción entre Melina y Tomás. “Había mucha onda en todas las juntadas con Tomi y en la fiesta de egresados de mi hermana, que es dos años más grande que yo, fue nuestro primer beso”, recuerda Melina.
Entre los 16 y los 17 años andaban juntos, “fuimos noviando”, describe Melina. No tenían una relación formal porque incluso al terminar el colegio cada uno siguió su camino pero siempre mantuvieron la amistad. “No nos veíamos tan seguido pero cada vez que nos veíamos en grupo siempre estaba ese amor intacto, lo vibrábamos nosotros y nuestros amigos también”, describe Melina. Lo curioso era que cada uno tenía su propia pareja, ambos lo sabían pero también eran conscientes en su interior de un fuego entre ellos que nunca se había apagado.
Entre los 18 y los 24 años Tomás tuvo varias novias, en cambio Melina solo una relación larga que duró lo mismo que su carrera de arquitectura.
“Solía suceder esto de que en la juntada charlábamos un montón, cada uno sabía que el otro tenía pareja pero estaba ese amor intacto, ese saber que siempre nos gustámos y que nos queríamos muchísimo pero ese momento no podía ser, cada uno estaba transitando otros vínculos y experiencias”, explica Melina.
Pero un día, una noticia derribó toda la ilusión…
“¿No sabés quién va a ser papá?”
Era el último año de la carrera de arquitectura de Melina cuando recibió el llamado de su mejor amiga Sofía: “Che, te tengo que contar algo, ¿No sabés quien va a ser papá?”. Melina comenzó a arriesgar respuestas de todos los chicos que conocía, pero nunca se le ocurrió el nombre de Tomás, él ni siquiera estaba en pareja en ese momento. Cuando Sofía le dijo el nombre “Tomás”, a Melina se le paralizó el corazón, no lo podía creer.
“Me quedé dura porque dije listo, chau, si había una esperanza ahora esto no va a pasar nunca; el pibe va a ser padre, no hay chance”, recuerda Melina.
La noticia fue movilizante para todo el grupo de amigos, tenían entre 23 y 24 años y Tomás era el primero en inaugurar el título de padre, fuera de una relación estable y sin trabajo.
Para cuando nació el hijo, Melina se recibió de arquitecta y terminó su relación con su novio del comienzo de la carrera. Se encontraba perdida y no sabía que hacer, así que se embarcó en un viaje de dos meses por Europa con su mejor amiga. “Yo me quedé un tiempo más recorriendo sola y conociendo a toda mi familia italiana, fue un viaje muy lindo”, recuerda Melina.
Pero no es el viaje en sí lo que importa en esta historia de amor, el foco está en el mensaje que recibió Sofía, su amiga, el 14 de abril.
“Mandale un beso a mi futura esposa”
Estaban en la ciudad de Florencia, Italia, el 14 de abril, día del cumpleaños de Sofía. Entre todos los mensajes que recibió con saludos uno en particular se destacó por su contenido, era el de Tomás:
“Feliz cumpleaños, mandale un beso a mi futura esposa”
Melina no lo podía creer, “después del nacimiento de su hijo yo me distancié bastante por un proceso personal mío que estaba haciendo y no me hacía bien saber que él estaba en esa situación. Tomé bastante distancia y cuando Sofi me leyó ese mensaje, no lo podía creer. Ahí me enteré de que él no estaba más en pareja”, cuenta Melina.
Su plan era que el viaje durara más, pero decidió volver, en parte por Tomás y en parte por otros temas particulares.
Al llegar a Argentina, Melina comenzó a trabajar en un estudio de arquitectura, a dar clases en la facultad y a verse con Tomás, ya no en grupo sino los dos solos. “Me contó un poco su experiencia, todo esto que le había pasado como papá, toda su vivencia y volvimos a conectar como amigos y un poco blanqueando la situación sentimental de cada uno con nuestro vínculo”, cuenta Melina.
Ahora sí la relación formal comenzó, ya no iban a escaparse de lo que sentían, del amor que vibraban. A los seis meses se fueron a vivir juntos, al año siguiente se casaron y dos años después nació su primer hijo.
La historia tiene un final feliz para todos: la ex pareja y madre del hijo de Tomás también encontró el amor en quien había sido su amigo desde chico y tuvieron un hijo en simultáneo con Melina y Tomás. Por otra parte, Sofía se casó con uno de los mejores amigos de Tomás.
“Somos dos mejores amigas con dos mejores amigos. En el grupo seguimos siendo los mismos que a los 15 pero ya grandes y, algunos, con hijos. Lo que más destaco de nuestra relación es que nos conocemos hace tanto que vimos cómo fuimos cambiando, nos fuimos acompañando desde muy chiquitos. Es muy loca esa sensación de estar con alguien que conocés hace tanto tiempo pero que no siempre fuiste su pareja”, concluye Melina. Una nueva historia y un nuevo camino al amor.
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