En la ciudad donde la moda dicta su ley y los íconos desfilan bajo el cielo gris del Sena, Martina Tini Stoessel hizo algo más que lucir vestidos de alta costura. Mostró su piel. Su verdadera piel. La que eligió marcar para siempre.
La escena fue en París, durante la Semana de la Moda 2025, que desde el 3 hasta el 11 de marzo transformó la capital francesa en un teatro de pasarelas, flashes y secretos. Tini, envuelta en un vestido negro ajustado de Balmain, avanzaba con la seguridad de quien sabe que todos los ojos la siguen. El diseño asimétrico, con escote recto y un panel transparente que dejaba ver la curva sutil de su abdomen, parecía hecho a medida para ella. Sin embargo, hubo algo que ningún diseñador había planeado, y que ningún fotógrafo pudo ignorar: un tatuaje. Un ángel en la espalda. No uno cualquiera. Un serafín.
Ese ángel se asomó entre el top gris de cuadros y la falda larga con detalle acordonado que usó en el desfile de Ludovic de Saint Sernin. Y entonces los rumores estallaron, como estallan los flashes. ¿Qué significaba? ¿Por qué ahora?
La respuesta llegó poco después, cuando la cantante publicó en su cuenta de Instagram una serie de imágenes de su estadía en París. En tres de esas fotos, el tatuaje se veía con claridad. Luciendo una minifalda blanca y una campera corta de cuero negro, o de pie, vistiendo una pollera a rayas con un corpiño negro de peluche, mostraba la espalda al descubierto. Y allí estaba él: un serafín de seis alas y un solo ojo. En el centro de ese ojo, un corazón.
No es un capricho estético. El serafín es, según la Biblia, uno de los ángeles que arden con el fuego del amor divino. Se dice que rodean el trono de Dios, que son los más cercanos a la luz y a la perfección celestial. Son custodios. Protectores. Tatuarse uno de ellos suele ser un acto de búsqueda espiritual. De protección. De ascensión.
En el caso de Tini, el detalle del corazón dentro del ojo podría leerse como una declaración íntima: amor y visión unidos. Mirar el mundo a través del amor. O tal vez, custodiar el suyo propio, después de meses de rumores, rupturas y reconciliaciones.
Porque en las calles de París, mientras desfilaba ante los fotógrafos, también la esperaban los susurros. Que Rodrigo De Paul, que un posible reencuentro, que los vieron juntos en Europa. Ella, lejos de las especulaciones, se mostró cercana con sus fans, firmó autógrafos en la puerta del Louvre, donde más de 300 personalidades del mundo de la moda, el arte y el espectáculo asistieron a la cena benéfica que inauguró la semana de los diseñadores.
Pero el serafín seguía ahí. Vigilante. Mientras Doja Cat desafiaba los flashes con un look imposible y Barbara Palvin caminaba con la calma de una supermodelo, Tini encontraba su lugar en la primera fila del desfile de Ludovic de Saint Sernin, junto a Bad Gyal, la cantante española que vestía un elegante vestido negro de escote corazón que llegaba hasta los tobillos. Juntas, casi en silencio, asistieron a la presentación de una colección que hablaba de cuerpos desnudos y de identidades libres. Un lenguaje que Tini comprendió sin necesidad de traducción.
Hay algo profundamente simbólico en elegir ese escenario para mostrar un tatuaje como ese. París, la ciudad donde Juana de Arco fue condenada y donde Gabrielle Chanel reinventó la feminidad. Un lugar donde las marcas de la piel se convierten en signos de identidad.
El serafín de Tini Stoessel no es sólo un ángel. Es una declaración. Una marca que arde.