En la estación de metro de la calle 14 y la Sexta Avenida de Nueva York, hay un túnel que está repleto de post-its de colores con mensajes escritos por personas diferentes. Los neoyorquinos detienen su trayectoria para escribir lo que están pensando en esos momentos y compartirlo de forma pública pero anónimamente, canalizando en buena parte las emociones de los últimos resultados electorales. “Oh, dios mío, ¿por qué Trump?”, “Sé amable” o “Libertad”.
La iniciativa lleva en pie desde el 2016, pero nunca deja de estar vigente: se trata del proyecto Subway Therapy (terapia en el metro, @subwaytherapy en Instagram) creado por Matthew Levee Chavez (Gilroy, California, 1988) que ha sido premiado ya en dos ocasiones, recibiendo en el 2017 el Municipal Art Society’s Brendan Gill Prize y el Demos Transforming America Award.
Pregunta. ¿Es fácil desarrollar un proyecto artístico de este tipo en el metro de Nueva York?
Respuesta. No, qué va. La gente puede resultar violenta a veces: ha habido veces en que han roto los post-its, que le han pegado patadas a la mesa y la silla donde escribir, gritan, se enfadan… Pero aun así, me encanta el metro. Me encanta hacer arte donde menos se espera. Mi propósito es llevar el arte fuera de los museos y las galerías, allá donde está la gente.
P. ¿Cómo surgió Subway Therapy?
R. Fue la evolución de otro proyecto. Cuando me mudé a Nueva York, la Navidad del 2015, le dije a mi madre que quería preguntarle a la gente por sus secretos; quería ayudarles a sentirse bien ante algo por lo que se sentían mal. Esos fueron los inicios de New York secret keeper (El guardador de secretos de Nueva York). Durante unos meses me dediqué a escuchar los secretos de la gente en el metro de Nueva York.
P. En el metro la gente siempre va con prisa, ¿realmente se paraban a contarle sus secretos?
R. ¡Constantemente! Solía pasarme en torno a cuatro horas al día en el metro y llegaba a hablar con unas 30 personas al día.
P. ¿Y qué tipo de secretos contaban? ¿Traiciones? ¿Asesinatos?
R. En su mayoría, cosas graciosas. Por ejemplo: ‘Mi mejor amigo ha guardado 5000 dólares en mi cuenta bancaria y me los he gastado’. Los puedes ver en la cuenta del proyecto, @newyorksecretkeeper. Iba muy bien, incluso iba a formar parte de una exposición colectiva en el Smithsoniano, pero el Covid acabó con el proyecto. En la misma línea creé El teléfono secreto, que es una instalación compuesta de un teléfono, al que la gente puede contarle un secreto con el fin de sentir el alivio de la confesión, de compartirlo. Por el momento ya he recogido 590 secretos. Alguien me dijo que estaba haciendo terapia y a partir de esa idea surgió Subway Therapy.
P. ¿Ha tenido algún problema para llevar a cabo sus acciones artísticas en el metro?
R. Ya llevo muchos años haciéndolo, me conocen, y mantengo una buena relación con la Autoridad Metropolitana de Transporte (MTA, por sus siglas en inglés), aunque no hemos pactado nada oficialmente. De todas formas, mis exposiciones no son permanentes. Suelo recoger los post-its en torno a las ocho de la noche y los vuelvo a poner en el mismo sitio o en otro distinto hacia las dos del mediodía. Aun así, algunas veces me han echado. Por ejemplo, no hace mucho me echaron de la estación de Columbus Circle.
P. ¿Qué pretende conseguir a través de estos proyectos?
R. Encontrar formas de conectar, unir y dignificar a la gente. La máxima satisfacción es ver cómo empiezan a hablar dos extraños, y es especialmente gratificante porque en América nos enfrentamos a una división terrible.
P. Sus proyectos resuenan mucho a Humans of New York y a The Strangers Project, ¿conoce a sus creadores?
R. Sí, de hecho tengo una buena anécdota. Brandon, el director de The Strangers Project, es desde hace seis meses mi compañero de piso.
P. Estos proyectos son principalmente altruistas. ¿Cómo consigue mantenerse en una ciudad como Nueva York?
R. A veces hay oportunidades de generar dinero, a través de exposiciones, asociaciones con otras organizaciones o publicando libros. De momento he publicado dos: Art in action (Kirkus, 2018) y Signs of hope (Bloomsbury USA, 2017). Pero al margen de eso, ahora trabajo como productor de eventos en una organización sin ánimo de lucro, Idealist.org, alineada con mis valores. Se dedican a animar a la gente a hacer por su comunidad, a crear un mundo mejor, a encontrar un camino entre la intención y la acción. Por ejemplo, ayer nos dedicamos a repartir flores a la gente, y fue hermoso.
P. ¿Cuáles son sus próximos proyectos?
R. Mi próximo proyecto se llama What is America tour (la gira de qué es América). Aprovechando el 250 aniversario de América, voy a viajar por partes de la geografía estadounidense donde no hay entendimiento, como en Florida, Ohio, Arizona o el sur profundo. La idea es poner una mesa con dos sillas y sentarme a tener conversaciones con la gente, tratar de entender las dos versiones y encontrar un camino en común para crear algo de unidad.
P. Y por cierto, se apellida Chavez, ¿cuáles son sus raíces?
R. Mi bisabuelo era español y se casó con una indígena en Nuevo México. Nací en Estados Unidos, pero soy un cuarto italiano, un cuarto checo, un cuarto mexicano y un cuarto español: el clásico mix americano.