Contraataque imposible, corrida de 70 metros, enganche y definición al primer palo. Raphinha es un crack olvidadizo, recuperado en este tiempo con una fuerza volcánica, inspirada en aquel vertical atacante que hacía suspirar al Marcelo Bielsa de Leeds. Convierte el gol bajo la lluvia, convierte el 5-4 de Barcelona sobre Benfica, luego de estar en desventaja por 3 a 1, primero y 4 a 2, más tarde. El fútbol, a veces, es una fiesta. Bajo la lluvia, mucho mejor.
Se trata de un partido de Champions League, nada menos. Con un doblete decisivo del gran capitán (el primero, todo un blooper), Barcelona protagonizó una victoria épica este martes en Lisboa, por la 7ª fecha de la Champions, se repuso al triplete inicial del delantero griego Vangelis Pavlidis, y el conjunto culé aseguró su presencia en los octavos. Con 18 puntos en su casillero, se mantiene en la segunda posición de la liga de grupo único, sólo por debajo de Liverpool, el otro ya clasificado.
El estadio Da Luz, de recuerdo de pesadilla para Barcelona desde el 8-2 recibido en Champions ante el Bayern Münich (justamente, bajo el mando de Hansi Flick), esta vez se convirtió en un festín. Partido loco, con 9 goles, 3 penales, errores clamorosos en ambos bandos y la sensación de que tanto Benfica como Barça podían ganar. Pero el triunfo fue para el elenco que perdía 4-2 en el minuto 77…
Entre todos, él. A la sombra de otras figuras durante mucho tiempo, el zurdo picante nacido en Porto Alegre alcanzó la madurez a los 28 años, como líder de la selección brasileña y de un Barcelona que se aferra a su magia de correcaminos para pelear aquí y allá.
En su tierra, con la camiseta amarilla de la grandeza, con el lesionado Neymar y con los vaivenes de Vinicius Jr, el zurdo asumió el liderazgo de una selección que el técnico Dorival Júnior intenta reflotar tras una crisis de juego y resultados. Y con la Argentina que lo gana todo. Suele ponerse la 10, puesto que también está ocupando en el gigante catalán, que le permite tener más influencia en el juego. Aunque es indescifrable: por las bandas vuela mejor.
Su versión eficaz es muy lejana de la que mostró en su dos primeras temporadas como intérprete azulgrana, con Xavi Hernández en el banco. El jugador fue fichado tras brillar dos cursos en el Leeds en un traspaso de 65 millones de euros (71 millones de dólares en ese momento). “Estoy muy contento con él, es increíble lo que está haciendo”, suele elogiarlo Flick, el entrenador alemán con un toque latino. Grita, se abraza, muestra sus emociones a carne viva. “Su dinámica es muy buena y pienso que lo puede hacer todavía mejor”, advierte el DT, que hasta le dio la cinta.
“Haber sido elegido como capitán del Barcelona también viene un poco por mi forma de ser. Viene de intentar llevarme bien con todo el mundo, con los jóvenes y los veteranos, intentando ayudar en el club, ya sea con jóvenes de la cantera o de otros lugares, intentando ayudar a que se adapten lo antes posible”, señaló el jugador a Globo semanas atrás.
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— FC Barcelona (@FCBarcelona_es) January 21, 2025
Intuía tiempo atrás que le sería difícil salir del banco con el mundo del fútbol encandilado por el prodigio Lamine Yamal y algunas otras estrellas. Bajo la dirección de Flick, además de asociarse con Yamal y Lewandowski en el circuito de pases, derrocha energía contagiosa dentro de un equipo audaz (75 por ciento de posesión y 22 disparos en Lisboa), rodeado de varios jóvenes jugadores de la academia del Barcelona.
“Raphinha está jugando un papel decisivo en todos los partidos”, dijo Flick. “Es brillante. Me encanta su intensidad en los partidos y en los entrenamientos. Un jugador como él, cuando lo da todo, irradia energía positiva a todo el grupo”, sostiene exultante el entrenador.
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El crack que baila bajo la lluvia nació en Restinga, un barrio del sur de Porto Alegre en el que muchos jóvenes emprenden el camino más peligroso, el del crimen. Mientras perdía amigos en aquellos oscuros pasadizos, el pequeño Raphael se enfocó en el fútbol. Quería ser el mejor, triunfar con una pelota. Pero no a cualquier costo: debía estudiar. “Mi familia era muy importante. Nunca me prohibieron hacer cosas, pero siempre me mostraron cuál era el camino correcto y cuál el incorrecto. Fue por ellos que nunca abandoné la escuela. Fue a través de conversaciones con ellos que ignoré las oportunidades que tuve de tomar el camino equivocado. Por ellos estoy aquí”.
Para entrenarse, salía de su casa al mediodía y volvía entrada la noche. Mientras esperaba el colectivo que lo devolviera a su hogar, el hambre arreciaba. A tal punto que pedía a los transeúntes que le compraran algún bocadillo para engañar el estómago en su regreso a casa. “Algunos me llamaban ‘vagabundo’. Hoy lo entiendo. Te guste o no, da miedo que te pare alguien por la calle pidiéndote comida, dinero”, recuerda de aquellos tiempos cuando, con 13 años jugaba en el FC Porto Alegre.
Sporting de Lisboa, Rennes, hasta las dos temporadas en Leeds que lo cambiaron todo. Se adaptó a una liga muy estricta en cuanto a la rigidez de las estrategias, con un técnico que hacía del orden y de la disciplina una obsesión, tuvo tiempo y lugar para lo que más le gusta: la gambeta. Una inspiración que enamoró al Loco. “Mi elección no pudo haber sido mejor. Fui muy feliz en el Leeds. Trabajé con Bielsa, un tipo muy exigente, que me recibió con los brazos abiertos. Con él, sabíamos que teníamos tiempo para jugar, sí, pero sólo en los intervalos del entrenamiento, porque en el campo el juego es duro. Desde mis primeros días en el club ya observé cómo de especial era Bielsa. Es un tipo que trabaja muchísimo, que sabe mucho de fútbol. Es el típico profesional que dedica 100% de su tiempo a la institución. Sabe sacar lo máximo de cada uno de nosotros”.
Algo de todo aquello lo exhibe ahora, bajo la lluvia, cantando por el fútbol.