Snorkel, máscara y un buen par de zapatillas. Es todo lo necesario para explorar Ilha Grande, un destino donde la naturaleza dicta el ritmo. Esta isla brasileña, con sus 106 playas distribuidas entre el Parque Estatal Ilha Grande y el Parque Marítimo Aventureiro, es un paraíso ecológico ideal. Sin rutas ni autos, la única manera de sumergirse en sus 193 km² de selva tropical, montañas y costas de ensueño es a través de sus trilhas (senderos) o abordando una embarcación.
Y no hay mejor guía para esta aventura que Jerónimo Cattaneo. Desde 2001, este emprendedor argentino hizo de Ilha Grande su hogar y su pasión, transformándose en una referencia indispensable para quienes buscan explorar la isla de una manera auténtica. “A solo tres horas de Buenos Aires está este paraíso lleno de naturaleza, donde todo es simple y relajado”, asegura Jerónimo, quien conoce cada rincón de esta joya brasileña.
Ilha Grande es un contraste de paisajes. Su costa norte, de aguas tranquilas y cristalinas, invita al snorkeling y al buceo entre peces de colores, mientras que el litoral sur, abierto al océano, deslumbra con playas salvajes y solitarias. Desde la icónica Lopes Mendes, con su arena blanca y olas perfectas, hasta Dois Rios y Aventureiro, el lado sur es ideal para quienes buscan desconectarse de todo. En la costa norte, lugares como Laguna Azul y la playa Feiticeira ofrecen aguas serenas y cascadas escondidas, perfectas para explorar.
Para llegar a estos tesoros, se necesita embarcarse en taxi boats, lanchas o aventurarse por senderos que atraviesan la densa mata atlántica. El punto de partida es la Vila do Abraão, el corazón de la isla, donde se concentran posadas, restaurantes y agencias de tours. Aquí también está el muelle principal, desde el cual parten excursiones marítimas y se ofrece toda la información necesaria para planificar trekkings según el nivel de dificultad.
Jerónimo invita a descubrir la isla con su toque especial. Su proyecto, @jeronimotours, combina naturaleza, buena gastronomía y la oportunidad de conectar con otras personas. “Nuestros paseos son una experiencia tranquila, casi íntima. Cocinamos pescado fresco y verduras para todos –excepto vegetarianos y veganos, claro– porque la idea es compartir. Siempre se arma un lindo grupo; la gente suele llegar como desconocida y se va como amiga”, cuenta Jerónimo, dejando en claro que su propuesta va más allá del turismo convencional.
Acompañados por su guía, este recorrido permite conocer las playas más emblemáticas de la isla, pero también descubrir su esencia: una mezcla de aventura, hospitalidad y el lujo de disfrutar la naturaleza en su máxima expresión.
Vila do Abraão
Es el principal punto de acceso y centro urbano de la isla. Este pequeño pueblo pintoresco, rodeado por la exuberante mata atlántica, combina tranquilidad con una infraestructura adecuada para los visitantes. Desde posadas rústicas hasta restaurantes acogedores y bares frente al mar, en Abraão el ambiente es relajado e ideal para quienes buscan disfrutar de la isla sin sacrificar comodidades básicas. Su calle principal, empedrada y flanqueada por casas coloridas, termina en el muelle central, desde donde parten las excursiones en barco hacia las playas más emblemáticas de la región.
“Este es un pueblito donde la vida transcurre en un movimiento de gente que va y viene desde distintas partes del mundo”, ilustra Jerónimo. “Vendría a ser la ‘capital’ de Ilha, donde hay buena gastronomía, hotelería y diferentes opciones de paseo”, agrega.
En efecto, Abraão también como punto de partida para las trilhas de trekking, algunas de ellas desafiantes pero llenas de recompensas naturales, como cascadas ocultas y vistas panorámicas al mar. Jerónimo recomienda Praia Petra, “con sus ruinas de lo que alguna vez funcionó como un Lazareto, que en la época imperial brasileña era un hospital para los enfermos de cólera”. “Otro pequeño trekking -continúa Jerónimo- llega hasta una serie de playitas -Julia, Bica, Cumprida y Crena- y culmina en Abraãozinho, una bahía con restaurantes y posadas”.
Desde el pueblo, también se puede acceder a pie a lugares como la playa de Feiticeira y su cascada de 15 metros. Por las noches, Abraão se ilumina con un ambiente animado pero tranquilo, con música en vivo y especialidades locales como moqueca de pescado.
Una de las particularidades de Abraão es su ritmo pausado, libre de automóviles, lo que invita a los turistas a moverse a pie o en bicicleta. Frente a la iglesia de São Sebastião, vendedores ambulantes ofrecen cocadas y tortas caseras, dándole un toque auténtico al paseo. Aunque moderno en servicios, con supermercados y agencias turísticas, el pueblo conserva su esencia isleña, haciendo que cada visita sea una mezcla perfecta entre lo natural y lo acogedor.
Saco do Céu
Ubicado en una ensenada protegida en el lado norte de la isla, Saco do Céu es un rincón paradisíaco conocido por sus aguas tranquilas y su exuberante entorno natural. El nombre de este lugar significa “Saco del Cielo”, y no es casualidad: por las noches, la calma del agua refleja las estrellas como si fuera un espejo celestial, creando una experiencia mágica para los navegantes y visitantes. Este refugio natural es un destino ideal para quienes buscan relajarse y desconectar del mundo exterior.
Rodeado de manglares y selva tropical, Saco do Céu alberga pequeños restaurantes familiares que se especializan en pescados y mariscos frescos, servidos en un ambiente rústico pero encantador. Muchos de estos establecimientos tienen mesas en muelles o incluso flotando en el agua, permitiendo que los comensales disfruten de su comida con vistas panorámicas al entorno natural. También es común ver barcos anclados en la bahía, ya que es un destino popular para quienes llegan a Ilha Grande en veleros.
Además de su belleza escénica, Saco do Céu es un excelente lugar para practicar snorkeling y observar peces tropicales, gracias a la claridad de sus aguas y la abundante vida marina. Los senderos que conectan esta área con otras partes de la isla, como Abraão o Praia de Fora, ofrecen la oportunidad de sumergirse en la biodiversidad de la Mata Atlántica, descubriendo aves, flores y vistas impresionantes en el camino.
Praia de Palmas y Praia do Pouso
Palmas y Pouso son dos playas contiguas en la costa sur de Ilha Grande que cautivan con su simplicidad y belleza natural. Praia de Palmas, más tranquila y menos concurrida, es perfecta para quienes buscan escapar de las multitudes. Con su arena blanca y aguas cristalinas, rodeada de una densa vegetación, esta playa es ideal para un día de descanso, ya sea tomando el sol, nadando en el mar o simplemente disfrutando del silencio interrumpido solo por el sonido de las olas.
A pocos minutos caminando desde Palmas, se encuentra Praia do Pouso, que actúa como un punto de conexión importante para quienes desean visitar Lopes Mendes. Pouso es frecuentemente utilizada como parada para los barcos taxi que traen a los excursionistas hasta este punto, desde donde un sendero de 25 minutos, cruzando un morro, conduce a la famosa playa. Sin embargo, Pouso también merece ser disfrutada por sí misma: sus aguas tranquilas son ideales para nadar y para familias con niños pequeños, mientras que sus alrededores ofrecen áreas sombreadas perfectas para un picnic.
Ambas playas carecen de infraestructura turística desarrollada, lo que las convierte en lugares ideales para una experiencia más auténtica y en contacto con la naturaleza. No hay grandes restaurantes ni bares, solo pequeños kioscos o vendedores ambulantes que, ocasionalmente, ofrecen bebidas y snacks, por lo que es recomendable llevar provisiones si se planea pasar el día.
Lopes Mendes
Considerada una de las playas más hermosas de Brasil y del mundo, Lopes Mendes es el epítome de la perfección natural. Con sus 3 kilómetros de arena blanca y fina, bordeada por la selva y bañada por aguas turquesas, esta playa es un destino imperdible en Ilha Grande. Su mar abierto, con olas suaves pero constantes, la convierte en un lugar favorito para surfistas, aunque también es ideal para nadar o simplemente relajarse con vistas que parecen sacadas de un sueño.
El acceso a Lopes Mendes requiere un poco de esfuerzo, lo que añade un toque de aventura al viaje. Los visitantes pueden llegar caminando desde Abraão a través de la Trilha 10, una ruta de trekking de dificultad media que atraviesa selva y morros durante unas tres horas. Alternativamente, se puede tomar un barco hasta Praia do Pouso y luego realizar una caminata de 25 minutos hasta Lopes Mendes. Sea cual sea la opción elegida, el esfuerzo vale la pena al llegar a este paraíso aislado y libre de grandes multitudes.
Una característica distintiva de Lopes Mendes es su completa falta de infraestructura turística: no hay bares, restaurantes ni baños, solo vendedores ambulantes ocasionales que ofrecen sándwiches y agua. Por esta razón, es esencial llevar provisiones si se planea pasar el día allí. La playa también cuenta con una rica biodiversidad; es común ver aves marinas y pequeños animales de la selva que se acercan a la costa, lo que hace que la experiencia sea aún más especial.