En siete minutos, la Argentina diseñó la victoria de un juego que se presentó incómodo, pero al que supo tomarle el pulso, controlar durante la mayor parte del desarrollo y sumar tres puntos en el debut en el Hexagonal Final del campeonato Sudamericano Sub 20 de Venezuela, clasificatorio para el Mundial.
La selección superó por 2 a 1 a Chile y en el mismo partido ofreció múltiples escenarios: redescubrió las pinceladas con las que presentó credenciales de candidata con aquella goleada histórica sobre Brasil y también demostró que los errores propios le impiden espantar los fantasmas y las dudas que la envolvieron durante varios pasajes del recorrido de la etapa de grupos, por Valencia y Lara. Cumplió con el reto del triunfo, indispensable para no ser rehén de la desesperación; el viernes será el turno del clásico rioplatense con Uruguay.
Un objetivo impostergable tenía la Argentina ante Chile: recuperar el juego y la efectividad que enseñó en el debut del torneo, en la formidable actuación frente a Brasil. Aquella goleada 6-0 ilusionó, pero la selección empezó a enredarse con los resultados –tras el estreno sumó empates ante Colombia y Ecuador y un éxito agónico, sobre Bolivia- y en particular desde el rendimiento. Un calendario exigente, con partidos cada 48 horas, invitaba a ensayar múltiples modificaciones de una presentación a otra, una estrategia que repercutió en el funcionamiento.
Colombia exigió un juego físico; Bolivia impuso orden y abrió grietas defensivas y con Ecuador generó situaciones para festejar –malogró un penal-, aunque también exhibió en el arquero Martinet a una pieza destacada. Como en el resto de la aventura, ante la Roja combinó momentos de brillantez y dominio con sufrimiento.
El rival en Caracas era una medida para calibrar el vuelo en el comienzo del Hexagonal Final, porque Chile, al ser organizador, ya se clasificó para Mundial que se disputara desde el 27 de septiembre al 19 de octubre. La Roja tiene la posibilidad de ensayar, de tomar la prueba como un laboratorio para el futuro: el seleccionador Córdova ofrece rodaje a sus jugadores, que serán árbitros del mini certamen clasificatorio, porque solo una de las seis selecciones se quedará fuera de la Copa del Mundo. La acción de salida, una acción preparada, expuso la concentración de los chilenos y la reacción del arquero Martinet, que a los nueve segundos intervino de modo magnífico ante Vásquez.
El resumen de la victoria de la Argentina sobre Chile
Tapar la salida de Delgado fue un plan que impuso Chile para incomodar a la selección. El volante de Boca es el primer eslabón en la cadena de pases para elaborar situaciones de riesgo, el que distribuye la pelota para que los delanteros desaten los ataques; con una participación de bajo vuelo de Acuña y con Carrizo desconectado del circuito futbolístico, el Diablito era la vía para encenderse. Con inteligencia y apelando a la paciencia, la Argentina entendió cuál era el camino: Delgado se posicionó entre los zagueros centrales y se erigió como lanzador, con sus compañeros perfilados para despegar.
La asociación de pases es un sello distintivo del equipo que diseña Placente, que a excepción del arquero repitió a los jugadores de campo que debutaron con Brasil. Y a partir de esa virtud, la Argentina se adueñó a partir del cuarto de hora del primer tiempo del desarrollo: Chile ya no morigeraba el espacio, corría más detrás del balón y no llegaba a intervenir en la circulación de la pelota.
Echeverri tomó el rol de líder ofensivo: con un tiro libre de posición cerrada estrelló una pelota en el travesaño; giró sin darle pistas al marcador y encaró el arco, pero el remate no tuvo potencia y el arquero lo desvío al córner… Explotó con velocidad y combinó con Subiabre y, aunque la acción se ensució por un rebote, la Argentina destrabó el resultado. Un alivio para Subiabre, que fue amonestado por un pisotón, aunque la sanción no le quitó ímpetu ni energía y se enseñó como el mejor socio para el Diablito.
El poder de fuego de la Argentina se sustenta en piezas juveniles de River: Ruberto impuso su potencia física y sus cualidades de goleador. Batalló por una pelota que asomaba perdida ante Reyes y después martilló contra el arco de Sáez. Una caricia para quien había fallado un penal ante Ecuador y que se alimenta del gol, un festejo que consolidaba una actuación que desde ese momento dejó de tener equivalencias.
La selección fue la que impuso el ritmo y empujó al rival a ser un partenaire, también la que lo devolvió al partido más en el resultado que en el juego. Un error en la salida de Ramírez dio argumento para el descuento de Chile: Cárcamo robó el balón y Rossel, desde el piso, anotó por quinta vez en el torneo.
El gol chileno alteró la estrategia, porque La Roja sin nada que perder recurrió a un doble nueve para lastimar con el ingreso de Pizarro para acompañar el artillero, mientras que la Argentina optó por ser conservadora e incluyó a Villalba –un zaguero central para dibujar una línea de tres zagueros- por Echeverri. No sufrió desde el marcador, pero perdió el control y desdibujó una imagen que parecía recuperada y volvía a ser confiable.